Sebastián Marset es considerado un engranaje clave en el envío de grandes cargamentos de droga desde Sudamérica hacia Europa; se sospecha que está oculto en África, luego de huir de Dubái
Se calzó la camiseta N°10 del club Capiatá, de Paraguay, para sentir lo que era jugar al fútbol a nivel profesional. A Sebastián Enrique Marset Cabrera el dinero no le preocupaba. Incluso, le dieron ese lugar en el equipo por los “favores” que le había hecho al presidente de la entidad, Ezequiel Barreto, actualmente candidato a diputado por Honor Colorado, el partido que lidera el expresidente guaraní Horacio Cartes.
Marset no tenía habilidades para ser un “enganche” dentro de la cancha. Afuera, sí. Es hoy uno de los narcos más poderosos y hábiles de Sudamérica. No solo es buscado por Paraguay, sino también por su país de origen, Uruguay, donde se desató un escándalo político cuando Marset logró fugarse de Dubái, donde había sido detenido, después de que la Cancillería oriental le otorgara un pasaporte uruguayo. Esto derivó en una investigación en Montevideo, que terminó en diciembre pasado con la renuncia de la vicecanciller Carolina Ache Batlle.
Las redes que maneja este narco también se siguen de cerca en la Argentina, por el manejo que tiene este excéntrico uruguayo para usar a la Hidrovía Paraná-Paraguay como autopista fluvial para la salida de la cocaína a Europa y África.
Marset está prófugo. Se presume que se oculta en un país africano, desde donde se detectó que en febrero pasado grabó un video que envió a un canal uruguayo.
En su mano derecha, Marset tiene tatuada la sigla “PCU”. Significa “Primer Cartel Uruguayo”, algo que genera una contradicción en su propia historia, porque este hombre está acusado de ser uno de los principales operadores de la nueva ruta de la cocaína hacia Europa: la Hidrovía, por la que transitaron 45 toneladas de cocaína en los últimos dos años.
Hoy, ese tatuaje parece haberle quedado chico. La sombra de este narcotraficante excéntrico aparece en los bombardeos de droga detectados durante los últimos meses en Entre Ríos y Santa Fe, algo que replantea que esas grandes cantidades de estupefacientes podrían estar saliendo por las terminales argentinas.
La Justicia paraguaya acusa a Marset de ser quien organizó en Asunción la partida de tres cargamentos por la Hidrovía por un total de más de 16 toneladas de cocaína que fueron descubiertos el año pasado en los puertos de Villeta, Paraguay; Rotterdam, Holanda, y Amberes, Bélgica. Una ruta similar tenían los cargamentos secuestrados en Rosario y en las terminales de los Países Bajos y Santos, Brasil.
Este hombre de 32 años, que reapareció en octubre de 2021 en Dubai, donde fue detenido con un pasaporte falso, montó una ingeniería de lavado que, según el expediente judicial al que tuvo acceso LA NACION, abarca todo el Mercosur: Argentina, Uruguay, Paraguay, Brasil y Bolivia. Marset sigue en la clandestinidad, luego de que, tras obtener de manera llamativa y legal un pasaporte uruguayo en Dubai, quedó en libertad y se fugó. Desde julio pasado su nombre integra la lista roja de buscados por Interpol.
En la Argentina, este hombre, que está acusado manejar los hilos de esta ruta fluvial, también aparece bajo la lupa judicial. Una hipótesis es que los bombardeos de cocaína que se detectaron en Concepción del Uruguay, en Entre Ríos, y en J.B. Molina, en Santa Fe, podrían tener como objetivo canalizar la droga por terminales portuarias de Rosario y Zárate-Campana. Uno de los embarques con droga que luego fueron descubiertos en Europa hizo trasbordo en el puerto de Buenos Aires el 29 de diciembre de 2021, según los registros de la Dirección General de Aduanas (DGA), donde la carga se trasladó al buque panameño Cap San Artemisso.
En Paraguay están convencidos de que Marset –el hombre de las mil caras, ya que se presentaba también como empresario del espectáculo y cantante–, no solo maneja una aceitada logística narco en ese país, sino también en Uruguay y la Argentina. “Lo vemos como una especie de gerente de la Hidrovía” narco, aseguró el jefe de los fiscales Antidrogas de Paraguay, Marcos Alcaraz. Quiénes están detrás de este uruguayo aún es un misterio.
Esa ruta por la que salieron los cargamentos incautados más grandes de la historia tiene un dueño, según los investigadores paraguayos. El Primer Comando Capital (PCC), el mega cartel de la droga brasileño, es el que aporta el territorio que domina en Paraguay y Bolivia para obtener la droga que se produce en el Chapare y en Santa Cruz de la Sierra. El kilo de cocaína que se fabrica en tierra boliviana tiene un precio de 2500 dólares; ese valor se multiplica por diez, como mínimo, cuando se coloca la droga en el mercado europeo.
En el Chaco paraguayo se encontraron laboratorios que abren nuevas hipótesis de que en ese país se podría estar procesando la pasta base. Eso estaría en manos del PCC, según las investigaciones en Paraguay, que sitúan a ese país ya no como nodo logístico sino como productor de cocaína.
En menos de tres años, Paraguay pasó de ser el productor de marihuana más importante de Sudamérica a concentrar la salida de la cocaína del continente.
Tráfico y crímenes
Marset forma parte de una de las causas más importantes de Paraguay, que se denomina Ultranza Py, en la que se incautaron bienes por más de 100 millones de dólares. Esa investigación estaba en manos del fiscal de Crimen Organizado Marcelo Pecci, que fue asesinado el 10 de mayo pasado durante su luna de miel en una playa de Barú, en Cartagena, Colombia. Uno de los sicarios que fue detenido confesó que el PCC le pagó a su grupo 530.000 dólares para ejecutar al fiscal.
El 9 de febrero pasado fue detenido un engranaje clave en torno a Marset, que los fiscales de la Unidad de Crimen Organizado de Paraguay creen que puede aportar nuevas pistas de cómo funciona la organización criminal, que abarca todo el Mercosur. En Río de Janeiro fue arrestado Miguel Ángel Insfrán, alias “Tío Rico”, que estaba escondido en Villa Isabel, un suburbio de esa ciudad brasileña.
La ingeniería criminal que puso en marcha Marset encendió todas las alertas entre los países de la región, donde PCC está en plena etapa de expansión. Es la primera vez que en una reunión protocolar de ministros del Interior y Seguridad del Mercosur, que se realizó en Asunción en junio pasado, se abordan temas urgentes y concretos, ante una preocupación compartida: que el narcotráfico se mude al sur del continente, después de ser Colombia y México los países donde se concentraba este negocio ilegal y sangriento que provocó un desastre.
Alcaraz explicó que “la Hidrovía se transformó en un nodo logístico en 2020 durante la pandemia, luego de que el puerto de Santos, en Brasil, reforzara los controles con escáneres sobre los contenedores que salían rumbo a Europa y África”.
“El principal problema que se enfrenta es que no hay controles en la Hidrovía, por lo que estamos haciendo todo más fácil a los grupos criminales”, advirtió el funcionario.
“Eso logró que el crimen organizado replanteara la forma en que sale la cocaína. Se empezó a usar la vieja ruta de la marihuana, que se usa para suministrar de cannabis a la Argentina y a Uruguay, para sacar la cocaína, que llega al Chaco paraguayo a través de avionetas”, agregó Alcaraz.
La logística
El PCC funciona hoy como una especie de multinacional del crimen. No solo domina territorio y cárceles, sino que, además, vende la logística, uno de los eslabones que más dinero inyectan en el narcotráfico. Para ello tejió alianzas estratégicas, con empresas y con sectores de la mafia europea, como la Corza y la ‘Ndrangheta, y la banda Tren de Aragua, el grupo criminal que también se expande en países, como Chile, Perú y Ecuador.
Allan de Abreu, periodista de investigación de la revista Piauí, señaló que “la vía fluvial es ampliamente utilizada para transportar cocaína boliviana y peruana a Uruguay, y de allí a Europa. Grandes narcotraficantes brasileños, como Luiz Carlos da Rocha y Cabeça Branca, usaban con frecuencia esta ruta, además de otros, como el paraguayo Fernando Ricardo Arguello Invernizzi, radicado en San Pablo. Dada la fuerte presencia del PCC en Paraguay, la Hidrovía empezó a ser utilizada como una ruta clave”.
En la última reunión de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (Unodc, por sus siglas en inglés), realizada en La Paz, en enero del año pasado, los miembros de la organización advirtieron sobre el peligro de que la Hidrovía Paraguay-Paraná se transforme, especialmente durante la pandemia, “en una nueva vía para el tráfico de drogas”. Pidieron además extremar los controles aéreos a Bolivia, de donde proviene la droga.
El organismo internacional alertó por primera vez sobre una “rearticulación” del tráfico de cocaína en Sudamérica a través de la Hidrovía, al indicar que Paraguay se convirtió en una zona de acopio de esta droga, que se produce en Perú y Bolivia, y que desde los puertos guaraníes tiene salida hacia África y Europa.
En paralelo con los grandes cargamentos, también hay un “tráfico hormiga” por el agua en áreas limítrofes, donde los narcos se enfrentan a tiros a las fuerzas de seguridad. A Formosa y Corrientes se cruza desde Paraguay todo tipo de mercaderías de contrabando y también estupefacientes, que viajan en canoas y lanchas rápidas. Lo que empezó con el histórico tráfico de cigarrillos truchos creció y se extendió a otras mercancías más valiosas en el mercado criminal.
El fiscal Ysaac Ferreira, de la unidad Antidrogas, que investigó varios casos de contrabando de drogas en la Hidrovía reconoció que uno de los puntos más débiles es la falta de escáneres en los puertos privados. En Paraguay hay solo tres escáneres para control de cargas, lo cual, según el funcionario, hace imposible inspeccionar los contenedores.
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