Sólo fue una aparición circunstancial en el país
Cómo ocurrió con los miembros de otras bandas aprovechan aquí el valioso narcomenudeo
Un mercado de drogas consolidado y con perspectivas de crecimiento sostenido invita a todo aventurero. Los grupos transnacionales que usan a la Argentina como trampolín hacia Europa buscan pasar inadvertidos. Sus cargamentos sólo se notan al ser ingresados en el país o exportados. Intentan no llamar la atención. Diferente es el caso del apetecible mercado local. Las bandas son territoriales y dejan ver su poder de fuego. Protegen o disputan los puntos de venta. Y aparecen allí los personajes que tienen alguna experiencia en la preparación de bandas. Varios que pasaron por Sendero Luminoso, unos cuantos con antecedentes en las FARC, tríadas chinas -con mejor organización interna- y ahora un mara.
Las estructuras maras que desangran a los países de América central nacieron como pandillas juveniles en los Estados Unidos. Del vandalismo y robo menor pasaron a perfeccionar el sistema de lealtades dentro de los cárceles norteamericanas. Decenas de miles fueron deportados en los años 90 a sus países de origen. Llegaron allí como una real organización criminal y las tasas de homicidios se volvieron las más altas del mundo fuera de zonas de guerra. Sicariato, narcotráfico, protección, secuestros, todo delito quedó bajo la sombra de sus tatuajes.
En 2012 el juez de cámara Luis Losada, integrante del Tribunal Oral en lo Penal Económico N° 3 , organizó un debate en la Universidad de Palermo sobre narcotráfico, con los embajadores de Guatemala, Honduras y El Salvador como invitados. La acción de las maras en sus países fue centro de la charla.
"Las maras fueron transformadas por el narcotráfico en organizaciones de control territorial, venta al menudeo de drogas, cobro de protección a comerciantes y sicarios en conexión con los carteles mexicanos. Eso incrementó los niveles de violencia", se definió en esa charla.
En principio parecería que la presencia mara en la Argentina es circunstancial. Propia decisión de algunos que vieron aquí un territorio de fácil penetración. Al igual que lo ocurrido en los casos de narcos con pasado en Sendero Luminoso, FARC o cualquier otra guerrilla latinoamericana, los organizaciones-madres no tienen lugar aquí con estructuras de comando, control, comunicaciones e inteligencia. Pero no hace falta la instalación oficial de un grupo transnacional para que el narcomenudeo local aumente mucho su capacidad de daño.
Hasta el momento la mano invisible del mercado de drogas impidió la aparición de un actor dominante en las calles. Las bandas locales son territoriales, conformadas por lazos sanguíneos, de barrio o nacionalidad en caso de los extranjeros. Sus campos de acción son limitados. En ningún caso operan en más de una provincia. Y a veces ni siquiera salen de su propio distrito.
El grupo que cayó en Villa Celina tenía al menos un fusil y una carabina que no salió del arsenal militar argentino. Los grupos acceden a armas de guerra y el equilibrio de poder puede cambiar rápido.
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