Cuando robar es un medio para seguir drogándose
LA PLATA.- Tenía 27 años cuando atravesó el infierno. Perdió el trabajo, descuidó a sus hijas; para conseguir las dosis empezó a robar: a su madre, a los vecinos. No importa su nombre; vive en un asentamiento en Quilmes. Se había vuelto adicto al paco, la droga que hace estragos en las villas; la caída en el delito fue un paso más en un camino de perdición del que sólo pudo salir tras un largo tratamiento. No todas las historias como la suya terminan como la suya.
Cuenta la historia Karina, hermana de aquel joven que hoy tiene 29 años. Dice que no sabe hasta qué punto él está recuperado, pero cree que, por suerte, los días dramáticos pasaron. Entonces, su madre lo veía salir con campera y volver sin ella: la había vendido para comprar paco. "Los vecinos lo odiaban porque había empezado a robarles", cuenta ella.
Aunque fuentes del Ministerio de Seguridad bonaerense aseguran a LA NACION que no hay registros que vinculen el consumo de paco con el delito, la parábola que recorrió la vida del joven es la usual entre quienes se pierden en una adicción desmedida: dejó de ir a trabajar y lo echaron; al quedarse sin plata, empezó a vender todo lo que tenía; después, a robar. Se volvió indiferente hacia sus hijas y dejó a su pareja, y "se metió todavía más en el paco". Según Karina, fue "muy triste".
La reacción de los vecinos de la villa ante la irrupción del paco fue ir a lo de la principal vendedora y quemarle la casa. "Entraron y empezaron a encontrar sus cosas: «Ese es mi mueble», «Ahí está mi ropa»", cuenta Karina. Eran cosas que los adictos les habían robado para cambiar por paco.
El joven empezó a ir a un centro de atención, pero abandonó al poco tiempo; finalmente, aceptó ser internado en uno del Estado nacional, donde pudo salir de a poco de su adicción. Hoy tiene pareja y empleo fijo.
Karina se unió a las Madres contra el Paco, una red de familiares de adictos que abarca varias provincias. Cada jueves van a la Plaza de Mayo para reclamar "políticas de Estado responsables" respecto de las drogas. Siempre aparece alguien que les pregunta qué hacer con un pariente adicto al paco, adónde llevarlo.
"No sabés lo que hay que peregrinar para que los internen", dice una de las madres, Berta Núñez. Dice que en los hospitales muchas veces se niegan a atender a los jóvenes que entran con una crisis de droga y que en los lugares de internación hay demoras de semanas o meses. Otra de las madres, Isabel, agrega que encontrar ayuda para su hijo fue difícil porque él se negaba: "Me dijo: «Mamá, por favor, ayudame», pero se borró. Se volvió agresivo hasta conmigo. Pero una madre siempre está para ayudar a su hijo".
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