La Técnica Raggio, en el barrio de Núñez, ofrece once especialidades y tiene un sólido nexo con las industrias
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La esquina de la Avenida del Libertador y Vedia, en un extremo del barrio porteño de Núñez, es un constante ir y venir de chicos que acarrean tableros, maquetas, bolsas con cartones y maletines. Entran y salen de la Escuela Técnica Raggio (ETR), que en pocas semanas cumplirá 100 años y se está preparando para los festejos: mientras alumnos se dirigen a sus aulas, trabajadores pintan el mástil y limpian las arcadas del edificio con hidrolavadoras.
Con once especialidades –mecánica, electrónica, electricidad, indumentaria, alimentación, gráficas, automotores, orfebrería, madera y mueble, publicidad y construcciones– y 2360 estudiantes, la Escuela Técnica Raggio es una de las secundarias técnicas de gestión estatal más grandes del país y, además, una de las más antiguas.
Bajo el nombre original de Escuela de Artes y Oficios, fue inaugurada el 8 de diciembre de 1924 con la presencia del entonces presidente Marcelo Torcuato de Alvear; de quien era el intendente de Buenos Aires, Carlos Noel, y de la familia Raggio, que donó el edificio a la municipalidad porteña con el objetivo de darles a los jóvenes salidas laborales rápidas que ayudasen a las familias argentinas.
La obra fue diseñada y dirigida por los ingenieros civiles Emilio Seitún y Andrés Raggio, uno de los hijos de la familia. El edificio original, caracterizado por sus arcos románicos como neoclásicos, llegaba hasta la orilla del Río de la Plata y contaba con dos pabellones: el “Lorenzo Raggio” para varones y el “María Celle de Raggio” para mujeres, nombres elegidos en honor al matrimonio Raggio.
“Un colegio como este en esa época era algo descomunal”, dice Fernando Piaggi, actual regente y exalumno de la ETR. “Nace como una escuela de artes y oficios a través de una donación de los hijos de la familia en honor a sus padres. Se inaugura en 1924, pero las clases comienzan en 1926 con oficios de rápida salida laboral que hoy son especialidades técnicas”, explica.
Si bien hoy la escuela ya no llega hasta el río y el pabellón femenino fue derribado en la década de 1960 para ampliar la cercana Avenida General Paz, sigue siendo un lugar imponente de tres hectáreas y, sobre todo, un referente en la formación técnico profesional de los jóvenes.
“Históricamente la matrícula estuvo en el orden de los 1400 chicos, pero desde hace 15 años eso empezó a incrementarse año a año y, a partir de la pandemia, pasamos a tener hasta 2400 alumnos″, afirma Diego Viola, rector de la ETR.
Entre los motivos de este crecimiento, Viola considera que hay un mayor interés general en la escuela técnica por estos días. Además, en el caso particular de la ETR, se suma un rasgo histórico que la vuelve una opción atractiva para las familias: “Es una escuela que siempre tuvo cupo femenino, desde el principio, y hoy casi el 50% de los estudiantes son mujeres. Para una escuela técnica eso es muy bueno”, expresa.
Otra de las características de la escuela que valora su comunidad es el nexo que genera entre los alumnos y las industrias. “Tenemos un vínculo permanente con empresas que ya entendieron que el hecho de que los estudiantes hagan prácticas profesionalizantes es muy bueno para todos. Acá prácticamente el 100% de los alumnos están haciendo prácticas en empresas y eso no es menor, porque antes eran muy pocos los que accedían. Eso les ha dado una apertura enorme a los chicos”, señala.
En cuanto a la popularidad de las especialidades, el rector dice que es fluctuante. “Las que generalmente tienen mucha demanda son construcciones, madera y mueble e indumentaria, pero gráfica, publicidad y electrónica también. Además tenemos algunas especialidades atípicas, como orfebrería y alimentos, que son las únicas en la ciudad”, apunta Viola.
Algunas de las orientaciones originales que ofrecía la escuela quedaron en el pasado, como mecánica de aviación, herrería artística, corsetería o mimbrería, pero otras permanecen vigentes. Y otras se fueron adecuando según los tiempos.
Martín Acri, subregente de la escuela, dice que esa combinación de tradición con actualización les permitió mantener una misma esencia a lo largo de estos 100 años, la de ofrecer permanentemente formación en artes, oficios y técnicas. “La escuela acompañó el proceso de transformación económico y social del país. Es decir, en el proceso de industrialización de la Argentina en los años 40 y 50 la escuela, pese a ser municipal, se reconvirtió tecnológicamente”, detalla.
Entre los egresados y exdocentes de la Raggio, se encuentran algunas personalidades destacadas como el físico Jorge Sabato, el ilustrador Pablo Pereyra, el escultor Alberto Bastón Díaz –premio Konex 2002– y el artista Maximiliano Bagnasco, reconocido muralista que pinta imágenes de Lionel Messi, Diego Maradona y otros futbolistas alrededor del mundo.
Patrimonio histórico
Dentro de la escuela funciona el Museo Archivo Tecno Educativo Lorenzo Raggio, cuyo objetivo es, desde su inauguración en 2003, la recuperación, restauración y catalogación de material fotográfico, artístico y técnico hallado en la institución.
Por ejemplo, en 2009 se hallaron en la escuela más de 30 planos de albañilería del Teatro Colón con fecha de 1892 y sellados por el estudio del arquitecto Víctor Meano. Junto a los planos, se hallaron también cartas de Domingo Faustino Sarmiento.
Por otro lado, una de las mayores curiosidades históricas que alberga la escuela es la presencia de la escultura La República Argentina. En 1889 Francia conmemoró el centenario de la Revolución Francesa con una gran exposición en París en la que 35 países invitados –entre ellos, la Argentina– construyeron enormes pabellones artísticos para mostrar su progreso y nivel cultural. El pabellón argentino incluía cuatro estatuas y una de ellas era La República Argentina, que representaba a una figura femenina respaldada en un toro y, a los pies de la mujer, una figura humana que cosechaba y otra que sostenía una locomotora.
Pocos años después, el pabellón fue rearmado en la Plaza San Martín, frente a la estación ferroviaria de Retiro, y funcionó como teatro, centro de exposiciones, salón de eventos y sede del Museo Nacional de Bellas Artes hasta 1933, cuando fue desmontado y las piezas terminaron abandonadas. Sin embargo, aunque no se sabe bien cómo, La República Argentina sobrevivió al abandono y hoy se encuentra en el patio de la escuela, visible desde la calle y distinguida como patrimonio histórico de la ciudad de Buenos Aires.
El centenario y la puesta en valor de un legado
Desde el hall de entrada del pabellón masculino se puede leer, en letras mayúsculas, sobre el rellano de las escaleras centrales: “Nunca mucho costó poco”. Es el lema de la escuela desde 1940 y el legado que buscan transmitir durante la celebración del centenario.
“Ese es el mensaje que nos representa hace tantos años. Queremos que la Escuela Técnica Raggio siga siendo lo que fue, lo que es y lo que, entendiendo que la realidad cambia porque la sociedad es distinta, queremos seguir manteniendo: una escuela justa, comprometida e inclusiva que respeta el valor de la escuela pública”, sentencia Viola.
Para Piaggi, lo más importante que hicieron los Raggio, además de donar un edifico para la educación, es que “no apuntaron nunca a las clases altas. Querían una escuela para que los chicos de clases medias y bajas tuvieran salidas laborales rápidas para sus familias. Esa era su visión y la visión que hoy mantenemos”, comenta.
Desde el equipo de conducción cuentan que la comunidad de la Raggio es muy variada. Tienen chicos de 16 años que llegan en auto y lo dejan estacionado a la vuelta de la escuela, otros que viven en casillas en el Barrio 31 y otros que viajan en transporte público desde lugares como las islas del Tigre, Exaltación de la Cruz o Cruce Varela. “Esto es una pequeña ciudad en la que todos conviven. Los chicos de acá no salen solo con una capacidad académica importante, sino también con una percepción social absoluta”, concluye Piaggi.
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