
El primer debate del siglo: ¿2000 o 2001?
Para la gente, el cambio de centuria será al concluir el año 1999, dice Stephen Gould
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El tercer milenio está a punto de comenzar y todavía no hay acuerdo sobre cuándo comienza exactamente. Los cruzados de la precisión aseguran que en el 2001, pero la mayoría se prepara para alzar las copas de champagne y celebrar el ingreso en el nuevo siglo el 1° de enero del 2000.
Para esa fecha, incluso, las reservas de los hoteles más lujosos en las principales ciudades del mundo están prácticamente agotadas. Pocos están dispuestos a perderse, por ejemplo, las márgenes del Sena iluminadas en toda su extensión y los conciertos flotantes que se ofrecerán sobre el río.
Los fanáticos del calendario, desde luego, alzan la voz porque no conciben que se cambien las reglas en medio del camino: el comienzo del siglo XX, recuerdan, se celebró en 1901. Y Buenos Aires fue testigo: el 31 de diciembre de 1900, a las 24, se ofició una misa en la Catedral Metropolitana, mientras que en el parque Lezama se despedía el siglo con la entonación del Himno nacional.
La realidad cambió. "Por primera vez en la historia triunfa en este debate la opinión popular sobre la de la alta cultura", explica en diálogo telefónico con La Nacion Stephen Jay Gould, profesor de geología y zoología de la Universidad de Harvard, y autor de un libro de reciente aparición en la Argentina, "Milenio", que bucea en las profundidades de la discusión en torno del almanaque. Discusión cuya supervivencia es "una medida de nuestra humanidad, a veces absurda".
Gould, reconocido internacionalmente por obras como "El pulgar del panda" y "La falsa medida del hombre", afirma que actualmente no hay en todo el mundo una institución con suficiente predicamento para determinar cuándo debe festejarse el comienzo de un siglo, como sucedía en períodos anteriores con algunas sociedades científicas y universidades. Señala que el 2000 cautiva a la gente porque cambian de un plumazo las cuatro cifras del año:"Qué duda cabe de que nuestra numerología arábiga le da al cero una redondez que nos sienta muy bien".
Al empezar este siglo, La Nación siguió el criterio de festejar en 1901, pero esta vez se suma a la celebración de la mayoría.
Según Gould, a esta altura sólo la llamada "bomba del 2000" podría aguar la fiesta. Se refiere al problema de que las computadoras interpreten los ceros de su código anual de dos dígitos como 1900 -y no como 2000- y terminen confundiendo la contabilidad de empresas y cuentas bancarias.
La prédica de los movimientos milenaristas que anuncian el fin de los tiempos e instan al suicidio colectivo parece menor al lado del clamor de los técnicos en sistemas, que luchan contra el tiempo para evitar el caos informático.
-¿Cómo nace la discusión en torno del calendario?
-El tema surge cada siglo, invariablemente. Basta con ver los diarios: apareció en 1699, en 1799 y en 1899. Y el responsable de esta prolongada discusión no es otro que el autor del sistema cronológico antes de Cristo-después de Cristo (a.C.-d.C.), un monje del siglo VI llamado Dionisio el Exiguo. Cuando se le ordenó preparar la cronología para el papa Juan I, fiel a su lealtad sagrada decidió dividir el tiempo en el momento de la aparición de Jesús. Determinó que el calendario comenzase el 1º de enero de 754, desde la fundación de Roma, que inmediatamente pasó a ser el año 1 del Señor. Claro que finalmente hizo coincidir esa fecha con la fiesta de circuncisión en el octavo día de vida de Cristo, y no con su alumbramiento. Dicho sea de paso, Dionisio habría cometido un gran error, ya que Jesús debió de haber nacido en el 4 a.C. o antes. Pero éste es, para mí, un pecado menor si se compara con las consecuencias de su decisión de iniciar la cuenta por el año uno, porque así echó por tierra todas nuestras nociones usuales de cálculo. Con este sistema, vigente hasta hoy, el 2000 no es el principio del nuevo milenio, sino el 2001. Pero por otra parte, nosotros queremos celebrar en el 2000, porque cambian todos los números y esto nos resulta más atractivo.
-¿Por qué Dionisio empezó con el año 1?
-Porque la matemática del siglo VI todavía no había llegado a una noción del cero que valiera como hito cronológico. Por eso, creo que no debemos ser demasiado duros con él.
-En "Milenio" usted afirma que la discusión del calendario es un duelo entre la lógica y la sensibilidad común.
-Sí, lo curioso es que tanto quienes afirman que los siglos deben comenzar con el cero como quienes dicen que deben hacerlo con el uno tienen razón, si consideramos sus criterios particulares. Unos piden que se siga contando como antes, lo cual es lógico y coherente. Y los otros, que se respete el orden natural de los números, algo que también es lógico, pero fundamentalmente más interesante.
-Usted también habla de un trasfondo cultural...
-Sí, creo que todo se reduce a la distinción entre cultura popular y alta cultura. Una siempre prefirió el cero, y por primera vez va a poder festejar a su manera, en el 2000. La otra, que dominaba antes y decretaba que las celebraciones se realizaran en los años uno, perdió su poder para controlar los festejos. Poder que sí ostentaba a fines del siglo pasado. En aquel momento, por ejemplo, se realizó una encuesta entre las más prestigiosas universidades de los Estados Unidos, y tanto Harvard como Yale, Princeton, Cornell y Columbia, entre otras, se inclinaron por celebrar en 1901. Los principales diarios y revistas adhirieron a esta idea.
-¿Por qué cree que a la gente le resulta más atractivo el cero que el uno?
-Porque en el sistema decimal el cero da la sensación de que se completa un ciclo; yo mismo, a veces sin darme cuenta, estoy atento a las incesantes vueltas del cuentakilómetros de mi coche, esperando que llegue una decena o una centena. Del mismo modo, me resulta más interesante el cambio de 1999 al 2000 que el del 2000 al 2001.
-¿Entonces usted, siendo científico, va a festejar con la mayoría?
-Sí, aunque reconozco que los defensores del 2001 también tienen razón.
-Ya que todas las celebraciones se harán en el 2000, ¿no es una buena oportunidad para corregir el error de Dionisio el Exiguo acortando este siglo a 99 años?
-No hay nada que hacer, porque ya se empezó a contar en 1901.
-¿Y vale la pena cambiar el calendario?
-Tampoco. Creo que el que tenemos actualmente es suficientemente bueno. Además, yo adoro que haya pequeñas irregularidades en la cronología. Nuestro calendario, en definitiva, no es otra cosa que una definición arbitraria de los hechos de la naturaleza. No hay ningún ciclo natural que dure 1000 años y, sin embargo, nosotros hablamos de milenios... El concepto viene de los dos grandes libros apocalípticos de la Biblia: el de Daniel, en el Antiguo Testamento, y el del Apocalipsis, en el Nuevo. -¿Por qué ama tanto las irregularidades?
-¿Por qué no? Me gusta estar obligado a recordar que febrero tiene 28 días, salvo en los años bisiestos, y que algunos meses tienen 30 días y otros 31.
-¿Le parece más humano?
-Exactamente, exactamente...
Anuncio catastrófico
¿Usted es de los que programaron sus próximos doce meses para que 1999 sea un año tranquilo? Entonces, no sabe lo que le espera...
Según una carta recibida en la sección Ciencia de La Nación , a fines del año próximo Hercólubus, un planeta seis veces más grande que Júpiter (el coloso de nuestro sistema solar), chocará justo contra la Tierra.
Eso, al menos, es lo que predica el Movimiento Gnóstico Cristiano Universal de Argentina (paradójicamente, dice ser no religioso), uno de los numerosos grupos milenaristas que anuncian el fin del mundo cada vez que el almanaque llega a números con tres ceros.
Según este grupo, para cuando Hercólubus se acerque lo suficiente, en la Tierra se producirán acontecimientos extraordinarios: "Brotarán volcanes por todas partes, acompañados de intensos terremotos y maremotos [...] El calor insoportable de Hercólubus quemará las plantas, los animales y toda la humanidad".
Siempre según el el Movimiento Gnóstico Cristiano Universal de Argentina, el enorme planeta no sólo provocará catástrofes físicas: "El magnetismo de Hercólubus actuará también negativamente sobre la psiquis de los gobernantes y la humanidad, precipitando las guerras".
Pero no se asuste, porque hay una salvación: "Sólo tendrán una posibilidad de escapar a la catástrofe inminente aquellos que se arrepientan de sus miedos, violencias, robos, codicias, fornicaciones".
Los autores de la carta afirman que los astrónomos saben de la existencia de Hercólubus y del sistema solar de Tylo, de donde proviene, pero que les está prohibido hablar.
No se preocupe. La ciencia actualmente está aprendiendo a reconocer planetas que circundan otras estrellas y nadie sabe nada acerca de Hercólubus ni del sistema de Tylo. Tampoco habría ninguna razón para callar semejante amenaza.
Es cierto que, recientemente, los investigadores han descubierto planetas mayores que Júpiter en torno de algunas estrellas. Pero por dos grandes razones jamás chocarán con la Tierra: la primera es que, a diferencia de Hercólubus -cuya órbita sería tan grande que podría chocarnos-, las leyes de la física hacen que esos monstruosos planetas giren en órbitas muy pequeñas, tremendamente cercanas a las estrellas que circundan.
La segunda razón es sencillísima: esos sistemas planetarios están demasiado lejos de nosotros como para influir de alguna manera.
En busca de un nuevo calendario
Al igual que la cuenta de los siglos, la de los años ha sido objeto de varios esfuerzos tendientes a conseguir mayor perfección o "redondez".
El más importante es el que, después de la Segunda Guerra Mundial, llevó a los Estados Unidos a impulsar en el seno de las Naciones Unidas un movimiento en pro de la adopción de un nuevo almanaque, algo que por el momento no ha tenido resultado.
Llamado "Calendario Mundial", éste ajustaría los meses irregulares, igualaría las divisiones trimestrales del año.
Además, compondría la secuencia semanal y las fechas mensuales de modo tal que los días del mes siempre cayeran en la misma jornada en la semana.
Este almanaque tendría, normalmente, un año de 364 días, dividido en cuatro trimestres de 91 días cada uno.
Los trimestres podrían ser segmentados en un mes de 31 días y dos de 30. Cada año contaría con 52 semanas enteras; cada trimestre comenzaría un domingo y finalizaría un sábado.
Un día para todo el mundo
En un calendario con pretensiones de redondez, un día extra sería necesario para agregar a cada año. Denominado "Día Mundial" (o "Diciembre M"), seguiría al último día de diciembre.
Asimismo, el día adicional correspondiente al año bisiesto sería incorporado al almanaque cada cuatro años. Pero no sería en febrero, como ocurre habitualmente, sino después del 30 de junio. Esa fecha se llamaría "Junio M".
A pesar de que se preveía la adopción de este calendario en 1961, hasta el momento han fracasado todos los intentos de aprobarlo en las Naciones Unidas.
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