Coronavirus: el raro protagonismo que les toca hoy a las personas mayores
El coronavirus nos batió a duelo. Con el clásico golpe de guante en la cara, con jactancia y soberbia, sustentada en sus dones de ubicuidad y capacidad de infiltración. Nos interpela. Nos indaga y desafía nuestros recursos.
Ahora, en esta situación, reaparecieron los grandes temas de la condición humana. Olvidados por la inmediatez y el vértigo cotidianos, resurgen los interrogantes profundos. La vida, la enfermedad, la muerte y el dolor de las pérdidas actuales o proyectadas.
A los de la generación de las personas grandes nos toca un protagonismo diría raro. "Los de riesgo" somos ahora protagonistas difuminados en los números de las estadísticas. Somos el 20%. Allí estamos, deberíamos llamarnos ahora con este apellido común, en la familia de los riesgosos.
Te pregunto, hermano riesgoso: ¿estás ahí, metido en ese número?
Ahora, 20% es igual a uniformarnos en los adjetivos de "vulnerables", "ocupantes" de camas y respiradores, "costosos" para la salud pública, "inermes", "pasivos", etc. Somos, y desde hace mucho tiempo, un problema para el "sistema".
La realidad es simple: nos enfermamos, nos debilitamos y nos morimos. Es un secreto a voces. De eso no se habla, pero ahora sí se habla, y nosotros y nuestros seres queridos nos enfrentamos a esa ¿cruel? realidad.
Recuerdo las experiencias relatadas sobre la decisión eutanásica de los esquimales. Cuando se quedan sin dientes o sin fuerza para aportar a la comunidad, estos individuos, extremadamente comunitarios y apegados a sus familias, se retiran y se dormitan voluntariamente en la hipotermia de su hábitat helado. Protegen a los suyos del peso que significan.
Han de saber que nosotros haríamos lo mismo si tuviésemos la certeza de que los nuestros (familia, hijos, nietos) se beneficiarían de nuestra despedida.
En lo personal, no tengo la certeza de los esquimales. Creo, como muchos de mis colegas etarios, que seguimos siendo útiles y necesarios, aun sin dientes, con andar poco ágil y con nuestras fortalezas físicas mermadas en grado variable.
Sabemos que nuestras vidas plenas de pasado, presente y futuro, se encuentran mejor preparadas para la enfermedad, el dolor y la muerte. Por una razón pragmática, está ahí.
Recuerdo las enseñanzas amorosas de un ser que nos enseñó a percibir la etapa de la agonía como un período glorioso, epifánico, profundo, trascendente: Elizabeth Kubler Ross.
También este ser especial, en su amorosidad, empatía y compasión con el dolor, nos enseñó que "se vive hasta que se muere". Nosotros, "los de riesgo", estamos tenazmente orientados por esta afirmación.
"Los de riesgo" nos relacionamos con la incapacidad, el dolor, la enfermedad y la muerte con más recursos. Sabemos que son compañeros de ruta en esta etapa. Las vivimos de cerca.
Las balas pasan cerca, hermanos de riesgo; muchos de los que queríamos se nos fueron. Son, para mí, como ángeles. Asistiendo a la ceremonia de los velatorios y observando los ataúdes, suelo pensar y expresar que se nos fueron los "buenos". Esta es nuestra realidad. Partiremos, más cerca que lejos.
Siguiendo a David Stendel Rast, monje especializado en la ciencia del agradecimiento, la vida es un regalo: se nos ofrece sin pedir nada a cambio. No siempre agradecemos el milagro y el regalo de la vida. La damos por sentada.
Sobre la base de la certeza de nuestra finitud cercana, "los de riesgo" nos ocupamos de vivir y de producir. Todo lo que esté a nuestro alcance. Orgullosos de haber hecho camino al andar. Orgullosos de nuestras desprolijidades y de nuestros empeños, de habernos caído y de seguir adelante con nuestras heridas y con las de los que hemos lastimado. Orgullosos de haber caminado entre tinieblas, incertidumbres e incógnitas.
Asumimos los costos. Disfrutamos de los beneficios.
Cada etapa vital tiene su ecuación para resolver, desde el punto de vista psicológico. Nuestra mente se enfrenta a la contundente realidad de la proximidad de la caída del telón.
Con todo el arco iris de experiencias vividas, más o menos elaboradas y más o menos entendidas, ¿cómo tenemos elaborada nuestra relación con el deterioro, el envejecimiento y el cierre final.
Nuestro aparato mental se prepara para el último acto de una obra en la que somos protagonistas más que en otras. Con todos los miedos, frustraciones, enojos, vergüenzas, arrepentimientos y logros. Ahí estamos.
Como muchos de nosotros, me jacto de poder seguir aportando algo a alguien. Creo, como muchos de ustedes, hermanos en el riesgo, que podemos seguir construyendo con los que nos rodean, sean estos riesgosos o no tanto.
Estamos vitales, la muerte y el riesgo ya están asumidos, pero vamos para adelante viviendo plena y humildemente.
Disculpen si ocupamos camas y respiradores que les vendrían mejor a otros. Escapa a nuestro control y decisión.
Nuestra cultura no nos deja, todavía, irnos en paz como los esquimales. Estamos aquí para servirlos. No al revés.
Gracias por estar preocupados por nosotros. Nosotros lo estamos por ustedes.