Un recorrido por las escalofriantes crónicas del mayor terremoto registrado en nuestro país
Extractos de las crónicas de LA NACION publicadas entre el 15 y el 17 de enero.
Todas las noticias acerca de la catástrofe sufrida por San Juan se han confirmado, desgraciadamente. Los nuevos detalles recibidos no hacen sino afianzar lo que ya se sabía y las informaciones, detalladas, dan certeza de que la honda tragedia que ha sacudido al pueblo sanjuanino alcanzó una magnitud que en los primeros momentos no podía preverse. Las numerosas víctimas y la destrucción material determinadas por el terremoto asignan a este triste suceso un lugar destacado entre los más penosos con que la fatalidad se ha hecho presente en la vida de nuestro país.
Junto con la descripción de los efectos del sismo, la crónica consigna la vastedad y la rapidez de las medidas adoptadas por las autoridades para hacer menos penosa la situación de los sobrevivientes y la espontánea actitud colectiva de solidaridad, expresada en múltiples formas.
La ciudad se transformó en pocos segundos en un desolador panorama de ruinas y muerte. Las trágicas horas que vivió Mendoza y todo el país cuando el sismo de 1861, pueden dar una idea de los terribles y angustiosos momentos por los que pasó esta población y de los enormes daños que ha causado el fenómeno.
Prácticamente ni una sola vivienda de San Juan ha dejado de sentir los efectos del temblor: aquí y allá, casas totalmente en ruinas, como si hubieran sufrido el sacudimiento total de un colosal bombardeo, en el cual el horror de las explosiones fue reemplazado por un marasmo súbito, apocalíptico. Techos desplomados, columnas y árboles derribados, enormes grietas, grandes columnas de agua debido a la rotura de caños que proveían el servicio, montones de escombros en medio de los que, por un grotesco equilibrio, ha quedado en pie una escalinata o un muro en el que oscila un retrato familiar o se apoya un mueble cubierto de piedras y polvo.
Consecuencias
- Se estima que la magnitud del terremoto alcanzó los 7,6 en la escala Richter. El terremoto destruyó el 80% de la ciudad.
- Se calcula que más de 10.000 personas perdieron la vida.
- Fue necesario evacuar casi en su totalidad una ciudad que tenía por entonces 100.000 habitantes.
- Mil niños quedaron huérfanos y fueron trasladados a distintos lugares del país. Muchos se alojaron inicialmente en la escuela de infantería de Campo de Mayo, el asilo Felix Lora y el hotel de Inmigrantes.
Las cuadrillas de salvamento, que están cumpliendo una loable y esforzada labor, van descubriendo en su tarea muchísimos casos aterradores y trágicos. Esa circunstancia hace casi imposible precisar, ni siquiera en forma aproximada, el número real de víctimas que ha producido el desastre.
Sólo se tiene un dato concreto, y muy atrasado, pues se refiere a los 400 heridos que fueron concentrados en el hospital Rawson, en instantes en los que era muy difícil organizar servicios de auxilio.
Muchos edificios públicos han sido desplomados, entre ellos, la Catedral, histórica reliquia de Cuyo; el edificio municipal, la Casa de Gobierno, la de la Legislatura, la Biblioteca Franklin y la iglesia de La Merced. Sólo han quedado de ellos un montón de ruinas y los que se mantienen en pie presentan grandes grietas y rajaduras.
El hospital Rawson, por la reciedumbre de su estructura, sufrió mejor el sismo. Sólo en algunas partes de su base se resquebrajó. A pesar de eso, como medida de previsión, han sido evacuados los 400 enfermos en él internados. Oportuna decisión, porque entre las 2.24 y 2.28 se sintieron fuertes réplicas del terremoto, así como a las 8.08 en que se registró otro leve temblor.
A la llegada del cronista de LA NACION, en rápido viaje desde Mendoza, se ofreció a sus ojos un espectáculo desolador, superior en la magnitud del desastre a lo que le hacían esperar su imaginación y su espíritu, aunque éste se hallaba predispuesto, porque las noticias en la vecina provincia daban ya clara sensación de la importancia de la catástrofe.
Ambulancias, heridos en camillas, gentes instaladas en piezas y lugares abiertos que, como tales, ofrecían menor riesgo si se repitiera el sismo. Personas removiendo escombros, soldados, bomberos, policías, en un continuo ambular para remediar cada uno de los mil problemas originados por la tragedia.
La mañana gris y lluviosa mostraba en la plaza de Mayo un espectáculo desolador, como un vivaque en tiempos de guerra. Las familias habían extendido –las que habían podido- sus ropas de cama en los canteros, los bancos y otros sitios del paseo y en ellas reclamaban asistencia médica.
Hay relatos escalofriantes de la cantidad de personas que pudieron haber quedado en los escombros de los edificios, que no eran exagerados, cuando quien escribe pudo observar esta mañana un piquete de bomberos que extraía de la confitería El Águila más de 20 cadáveres, que fueron trasladados a una improvisada “morgue”. A la hora del temblor el lugar estaba repleto de público.
Resulta difícil reproducir mentalmente el momento en que comenzaron a oscilar las paredes, en que los techos se precipitaron sobre las personas. Quizás sólo pueda formarse una idea quien haya visto renovar el terror en los ojos de los sobrevivientes al contar la pequeña parte que le correspondió ver, el corto instante en el que todos corrían sin saber dónde, en busca de salvación, carrera que para muchos representaba ir a buscar el lugar en que un trozo de pared habría de sepultarlos.
Relatos
En la iglesia parroquial de Concepción, en momentos que se registró el terremoto, se efectuaba un casamiento. En el templo se encontraban 45 personas. Tan sólo dos pudieron abandonar la iglesia, mientras que los demás quedaron sepultados bajo los escombros.
Las confiterías que circundan la plaza Veinticinco de Mayo, que en es el punto céntrico de reunión preferido por gran cantidad de personas, así como los comercios denominados La Cosechera, La Alhambra, El Águila y La Giralda, tenían ayer, a las 20.30, una concurrencia numerosa que llenaba totalmente los locales. La tarde más bien fresca era propicia para el esparcimiento.
La reconstrucción
- Hubo muchísimos actos benéficos y colectas por los que se recaudaron cientos de millones de pesos.
- En diez días, se construyó en San Juan un barrio de 75 casillas al que se le dio el nombre Presidente General Ramírez
- Se creó un Consejo especial y se asignaron fondos para la creación de 25 barrios con 7800 viviendas. Las tareas de reconstrucción continuaron hasta 1951
Cuando ocurrió el movimiento sísmico, la gente trató de ganar la plaza, pero al derrumbarse los edificios, quedaron debajo de los escombros.
En una peluquería cercana, también muy concurrida por ser día sábado, sólo se salvó una persona que en ese momento era afeitada y no atinó a levantarse del sillón. Los demás, atropellándose al salir corriendo hacia la calle, sufrieron las consecuencias de la caída de la pared de enfrente. Los cadáveres rescatados conservan los ademanes de defensa instintiva.
La noche sin luz
Es medianoche cuando descendemos del tren y enfilamos por la calle Mitre hacia la plaza Veinticinco de Mayo, en la ciudad abatida. Apenas media hora antes se ha producido otro fuerte remezón, que duró escasos segundos, pero determinó la caída de algunos edificios que todavía se tenían en pie. Sorteando cables eléctricos caídos sobre la calzada, avanzamos entre las ruinas. En las ocho cuadras que sigue la calle Mitre desde la estación y la plaza, se nos presentan sucesivamente montañas de escombros de lo que antes fueran la Escuela Superior de Varones Sarmiento, la comisaría 1ra., el templo de San Agustín. Los ministros del Señor recorren junto a nosotros las calles impartiendo consuelo y predicando resignación al pueblo.
La gente ha abandonado las casas, aun aquellas cuyos frentes, todavía en pie, dan una engañadora impresión de seguridad. Nuevos temblores, producidos a las 2.30 y repetidos varias veces en la jornada demuestran la fragilidad de lo que ha quedado en pie.
La gente pernocta a la intemperie. Algunos pudieron rescatar colchones o frazadas; otros yacen simplemente sobre los bancos o en los canteros de la plaza, único lugar iluminado de toda la ciudad. No hay luz ni agua corriente.
Con los brazos caídos y la mirada perdida, algunos hacen guardia frente a los deudos queridos a lo largo de los montones de escombros. Otros se quedan esperando rescatar de entre las ruinas a seres que aun alientan o que se espera que vivan. No hay lágrimas ya, ni gritos, ni gestos.
En el cementerio ha comenzado la incineración de cadáveres extraídos entre las ruinas.
El mensaje de Perón
Por Radio del Estado y la red argentina de radiodifusión, se dirigió al país, en nombre del primer magistrado, el secretario de Trabajo y Previsión para solicitar la colaboración generosa del pueblo argentino en favor de las víctimas:
(…) “Me dirijo en esta hora trágica para el país al pueblo argentino para hacerles conocer la grave situación que aflige a la población de San Juan.
“El violento sismo ha sembrado desolación y llevado desgracia a miles de familias.
Los organismos nacionales, en primer término el ejército, han tomado ya todas las providencias para llevar auxilio inmediato. Se hace necesaria ahora la colaboración generosa del pueblo argentino, que reclamo en este momento y descuento se concretará de inmediato”.
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