La autora británica, que firmaba sus obras como “A lady”, murió en Inglaterra, el 18 de julio de 1817, y aún hoy no está claro el motivo de su prematura partida
Autora de numerosas novelas, algunas llevadas al cine con mucho éxito –Sensatez y sentimientos, Orgullo y prejuicio, Emma, Persuasión, Mansfield Park– Jane Austen fue una escritora británica de vasta producción que seguramente podría haber dejado mucho más legado literario, pero murió muy joven, a los 41 años, y aún hoy no está claro el motivo de su prematura partida.
“Además de sus obras de juvenilia (que escribió entre los 12 y los 17 años), fue autora de 10 novelas algunas completas y otras inconclusas. Escribió en un momento en que la literatura no era un oficio habitual para una mujer, aunque no se dio a conocer abiertamente mientras estaba viva: todos sus textos se editaban en forma anónima, firmados ‘A lady’”, afirma Victoria Catta, licenciada en historia por la Universidad Torcuato Di Tella, especialista en historia cultural.
El 18 de julio de 1964 –exactamente 147 años después de la muerte de la escritora, que había nacido el 17 de diciembre de 1775–, un médico inglés, Zacary Cope, propuso que la causa de su fin fue la Enfermedad de Addison, que se presenta con anemia, debilidad cardíaca, irritabilidad estomacal, síntomas de origen biliar (náuseas y vómitos) y, en su caso, fiebre persistente y dolores de espalda.
El Addison también causa una extraña coloración en la piel, algo que la misma escritora ha referido varias veces sobre sí misma. En esa época, la causa más frecuente del Addison era la tuberculosis, una enfermedad que sufría la escritora, y que por entonces no tenía tratamiento. “En esa época, la tuberculosis se diseminaba más allá de los pulmones –explica Ramiro Heredia, médico clínico y especialista en Medicina Interna del hospital de Clínicas–. En algunos casos se presentaba escrófula (un ganglio que se empezaba a infectar), meningitis o adrenalitis tuberculosa, que posiblemente fue lo que tuvo Jane Austen”.
En 1855, añade Heredia, el médico inglés Sir Thomas Addison hizo la descripción por primera vez de una enfermedad que luego llevó su nombre, en un grupo de pacientes que tenía síntomas inespecíficos, como hipotensión, náuseas, vómitos y melanodermia (coloración oscura de la piel debida a diversos pigmentos, como la melanina).
“En realidad –dice el médico del hospital de Clínicas–, Addison describió una causa concreta de esta enfermedad que es la infección de las glándulas suprarrenales o adrenales por Mycobacterium Tuberculosis, que habría sido el caso de Austen. Estas glándulas, localizadas sobre los riñones, tienen dos áreas: la corteza, que produce hormonas esteroideas y la médula, que produce principalmente adrenalina y noradrenalina. Estas hormonas son imprescindibles: controlan la frecuencia cardíaca, la presión arterial, la transmisión nerviosa y otras funciones. En la época de Austen la causa más frecuente del Addison era la tuberculosis, hoy, el origen es idopático o autoinmunitario. Cuando la destrucción de la corteza glandular supera el 90%, las glándulas ya no liberan las hormonas que el organismo necesita y, sino son debidamente suplementados con tratamiento hormonal, puede sobrevenir la muerte.”
De Hodgkin, lupus y arsénico
En 2005, una nueva hipótesis surgió sobre el motivo de la prematura muerte de la escritora. Fue a raíz de una investigación de Annette Ufpfal una académica australiana especialista en Letras. “No se sabe mucho de su vida porque Austen no llevaba diarios y la mayor parte de su correspondencia donde daba detalles de su salud fue destruida por su hermana Cassandra después de la muerte de la escritora”, escribe Upfal.
La misma autora australiana refiere que Jane Austen podría haber sufrido mononucleosis (también llamada “enfermedad del beso”, causada por el virus Epstein Barr) y, algunos años antes de morir, una neuralgia facial posiblemente desencadenada por el herpes zoster (la popularmente llamada “culebrilla”), algo no muy frecuente porque suele ser un virus que permanece en el organismo luego de haber sufrido varicela y cuya reactivación es más común a partir de los 50 años.
Lo que hizo Upfal fue en realidad retomar una vieja hipótesis que databa de en 1964, apenas un mes después de que Zacary Code, propuso que Austen había muerto como consecuencia de la Enfermedad de Addison. En agosto de ese mismo año, otro médico británico, Frank Arthur Bevan, había publicado –también en el British Medical Journal– una breve correspondencia de apenas poco más de 20 líneas donde decía que la malograda Jane en realidad había sufrido linfoma Hodgkin, un cáncer que comienza en un tipo de glóbulos blancos, los linfocitos, que forma parte del sistema de defensa (inmunitario) del organismo. El linfoma se propaga por los vasos linfáticos –que transportan células inmunes en un líquido llamado linfa– y va pasando de ganglio a ganglio. Hoy, ese cáncer tiene tratamiento; en época de Jane Austen, era fatal.
Upfal, respaldada por su compatriota Ian Frazer, inmunólogo, sugirió 41 años después de la hipótesis Addison de Zacary Code, que en realidad el virus del Epstein Barr –que Austen se habría contagiado de joven– podría haber sido un factor de riesgo para el Hodgkin, y que más tarde el herpes zoster (que estaba presente en su organismo por haber sufrido varicela) podría haber sido activado por ese mismo cáncer, que causa una disminución de las defensas del organismo.
La tuberculosis (que efectivamente padecía Austen, como tantos en su época) menciona Upfal, también puede ser factor de riesgo de Hodgkin. La fiebre intermitente, los problemas de pigmentación, el dolor de espalda y el prurito que parece haber sufrido la escritora podrían abonar la teoría del Hodgkin.
La hipótesis no parece del todo desafortunada si se tiene en cuenta que en la página de la American Cancer Society se refiere que el virus Epstein Barr aumenta el riesgo de padecer linfoma Hodgkin, aunque el riesgo es bajo y no está dilucidado por qué.
Pero, ¿una muchacha aparentemente recatada podría haber sufrido la enfermedad del beso? “Una versión de Jane Austen como la típica ‘solterona’ no parece ser cierta –enfatiza Victoria Catta–. Jane era divertida, tenía amigos, tuvo romances y varias propuestas de matrimonio que rechazó, porque murió soltera”.
La causa de sus males, sin embargo, aún permanece incierta. A estas hipótesis (Addison y Hodgkin) se suman las teorías de que podría haber padecido lupus eritomatoso sistémico y envenenamiento por arsénico. En 2021, otro médico inglés, Michael Sanders, propuso la del lupus.
Sanders revisó con cuidado todos los síntomas de su historia clínica conocida y concluyó que el más frecuente había sido reumatismo, con dolor articular (síntoma cardinal de esta enfermedad). Además, indicó que en tanto la piel en la enfermedad de Addison presenta un bronceado progresivo, a menudo hasta un color oscuro en todo el cuerpo y que es algo permanente, la lesiones cutáneas de Austen eran “multicolores, transitorias y en la cara”, característico del lupus.
Esto no es todo, sin embargo: se conservan tres pares de gafas de gruesos cristales que habrían pertenecido a la escritora. ¿Era miope? ¿Tenía diabetes y eso apuró sus cataratas, que generalmente aparecen luego de la quinta década de la vida? ¿O habría sufrido envenenamiento por arsénico, eso le había traído graves problemas visuales y además explicaría su muerte?
La teoría del arsénico tuvo varios adeptos. En 2011 Lindsay Ashford publicó “La misteriosa muerte de la señorita Austen”. Fue un texto escrito luego de vivir en la casa donde residió Jane y confirmaba que la autora tenía manchas negras y blancas en la piel, síntomas característicos del envenenamiento por arsénico, que además según Ashford habría sido intencional.
El optometrista londinense Simon Barnard también adhirió a la teoría del arsénico para explicar las cataratas y problemas visuales de Jane Austen, pero consideró que el envenenamiento –de existir– no habría sido intencional. Es que a pesar de ser tóxico, en el siglo XIX el arsénico era un compuesto que se usaba mucho en medicina y hasta en el suministro de agua.
Sin embargo, la hipótesis del envenenamiento fue negada por la Jane Austen Society de Norteamérica. Lo que sí ha sido real es que Jane Austen padecía conjuntivitis frecuentes –que algunas veces hasta le impedían escribir– y que hacían que tuviera siempre sus ojos rojos e irritados.
Entre la pasión y la razón
Según Victoria Catta, Austen planteó una nueva forma de hacer literatura: ya no eran las grandes historias épicas; se concentró en la vida de las personas de su medio social. Su familia pertenecía a la pseudoburguesía, una suerte de clase media, ni de la nobleza, ni de grandes fortunas ni gran familia terrateniente.
“Luego de la muerte de su padre vivió penurias materiales, con su madre y su hermana Cassandra, la más cercana a ella, tuvieron que ir a vivir a la casa de varios parientes porque no tenían vivienda propia –afirma la historiadora–. Sus textos se concentraron mucho en las dificultades económicas que tenían las mujeres. En ese momento, una aspiración muy importante era tener un matrimonio exitoso, un marido que pudiera mantenerlas, pero ella también reflejó las tensión entre esas aspiraciones femeninas, racionales, y el deseo de vivir una relación romántica, no guiada por el interés material”.
Jane Austen era la séptima de los ocho hijos del matrimonio que formaron sus padres y nació cuatro semanas después de la fecha esperada, un fenómeno de la obstetricia conocido como “posmaduridad”, lo que habría podido producir alguna condición autoinmune después, y menor resistencia a las infecciones. En su niñez, podría haber tenido fiebre tifoidea, una infección que la situó en la antesala de la muerte y que tal vez condicionó su salud de ahí en adelante.
El ambiente familiar parece haber sido un poderoso factor que ayudó a su vocación literaria. Su padre, el vicario George Austen y su madre, Cassandra Leigh, era ávidos lectores. “La biblioteca del reverendo tenía 500 ejemplares –indica Victoria Catta– y contaban con una disposición bastante literal en cuanto a la educación de sus hijos. Por lo que sabemos, la joven Jane creció alentada a escribir y a imaginar.”
Sin embargo, esa fuerte vocación y esa notoria destreza literaria se conservaron anónimas durante su vida, ya que solo conocían “quién” escribía sus afectos más cercanos. Recién al poco tiempo de morir, el 18 de julio de 1817, su hermano Henry –que siempre la había apoyado– anunció al mundo que la autora que se identificaba como “a lady” era en realidad Jean Austen.
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