Lucía Segovia entró como voluntaria al destacamento de Dock Sud en 1975, a los 18, y nunca se fue; hoy se desempeña como comandante mayor del cuerpo
“Hay una mujer entre nosotros”, era lo que escuchaba en su juventud Lucía Segovia, bombera con 47 años de servicio del destacamento de Dock Sud, partido de Avellaneda, cada vez que se sumaba a una capacitación. Fue durante los primeros años de su carrera, a finales de la década del setenta, cuando el oficio elegido era toda una novedad para una mujer. “Si les gustaba o no, nunca me enteré, yo nunca dejé de ir. Siempre fueron muy respetuosos”, indicó sobre sus compañeros Segovia, que actualmente es comandante mayor del cuerpo, prosecretaria de la Comisión Directiva, y subdirectora de la Escuela de Cadetes.
Lucía Segovia
Nació en Dock Sud
65 años
¿Por qué se destaca?
Es una de las primeras mujeres en ejercer el oficio de bombera y desde hace 47 años dedica su vida a salvar vidas, mitigar accidentes y combatir el fuego en Dock Sud, partido de Avellaneda.
En 1975, con 18 años y una determinación indestructible, ingresó al cuerpo de bomberos de lo que en ese momento era el destacamento de Dock Sud, del cuartel de Avellaneda. Fue luego de insistir a sus amigos bomberos del barrio con la pregunta de cómo podía brindar ayuda. Ellos hicieron de intermediarios con el capitán del cuartel, Francisco Zis, que le permitió el ingreso como voluntaria.
“El jefe en ese entonces dijo que había un ingreso de un personal femenino y se acabó, nadie dijo nada. En ese aspecto, no tuve problemas”, explicó Segovia. Y destacó: “Me recibieron muy bien”.
No obstante, la batalla la tendría que librar en varios frentes. Durante el primer tiempo como bombera, decidió graduar la información que le suministraba a su madre respecto de las funciones que cumplía en la institución. Si bien le comentó que había ingresado al cuerpo de bomberos,, le dijo que iba “a hacer papeles”. La verdad sobre su vocación emergería un tiempo después, durante la celebración de compromiso de una prima, en el que una persona la increpó delante de su madre: “¿Vos no estabas en el incendio esta mañana?”, cuestionó, al tiempo que su madre se lo negaba de manera enfática. “Después de eso le dije que era yo, pero no me dijo nada. Siempre me apoyó”, señaló Segovia.
“Tenemos tres minutos para llegar”
Dock Sud es una zona industrial en el sur del primer cordón del conurbano bonaerense. Desde la Capital, se puede ingresar al cruzar el puente de La Boca; o por la autopista Buenos Aires-La Plata, al tomar la salida por la calle 25 de mayo. Allí funciona el polo petroquímico, a la vera del río Matanza Riachuelo.
“Es un barrio de inmigrantes y la mayoría de las casas son de chapa y madera. Si hay un incendio, tenemos tres minutos de reloj para llegar porque si no se quema todo. Poco a poco se fue remodelando un poco la zona, pero históricamente siempre fue así y la gran mayoría todavía permanece de esta manera”, explicó la bombera, que detalló cómo fue la primera vez que vivió un incendio de gran magnitud, producto de un accidente en un barco petrolero.
Fue a las 20 del 28 de junio de 1984. Una explosión, seguida de una onda expansiva que arrasó con los vidrios de construcciones aledañas, dio la primera señal de alarma en una noche helada en pleno invierno. Con 27 años y 9 de servicio, Segovia no dudó en formar parte de la dotación de bomberos que combatieron por 10 días uno de los accidentes más impresionantes y peligrosos que vivió el barrio. “Al estallar el barco Perito Moreno, tomó parte de una usina que abastecía de luz a gran parte del municipio. Nos quedamos a oscuras, y era un momento en el que no había celulares ni nada. Cuando abrimos las puertas del cuartel y miramos para el polo petroquímico solo vimos el fuego, que estaba a 400 metros”, rememoró Segovia.
Se necesitó de helicópteros hidrantes, la ayuda del personal de 24 cuarteles de refuerzo y el trabajo sin descanso del cuartel de Avellaneda para combatir las llamas y evitar su propagación en otros tanques de combustible y las industrias allí afincadas. A raíz de este incidente, el destacamento de Dock Sud se independizó y, un año después, comenzó a funcionar de manera autónoma. “En el barrio se decidió que había que tener un cuartel de bomberos propio, y a partir de ahí comenzaron las gestiones. En mayo de 1985 se firmó el acta de autonomía y Avellaneda cedió la zona de Dock Sud”, precisó.
“Para el que se le quema la casa, siempre llegamos tarde”
Su vocación como bombera voluntaria fue de la mano de su trayectoria como personal no docente. Al egresar del Instituto Cristo Rey, siguió sus estudios y se formó como preceptora de secundaria. Ambos trabajos convivieron pacíficamente, hasta que un accidente los unió de manera trágica.
Fue en un domicilio en julio de 1993. “Cuando salí del incendio, vi a una religiosa, que era la directora de la institución en ese momento, y le pregunté qué hacía ahí. Me dijo que era la casa de una alumna, y recién ahí tomé conciencia de que ese cuerpo quemado que había sacado era de alguien que yo conocía. Vos vas, hacés todo, levantás los cuerpos y después te enterás que es una persona conocida. En ese momento no hay forma de distinguirla”, comentó Segovia, que precisó que luego del incidente, el ciclo escolar fue “muy doloroso”. “Donde miraba estaba el nombre de ella en los registros o en las actas”, recordó.
“Nos convoca la desgracia ajena”, repitió la actual comandante mayor del cuerpo de bomberos. No obstante, señaló que disfruta de poder ayudar. “Sobre todo cuando llegamos a tiempo y podemos minimizar el problema. No siempre lo logramos, pero lo intentamos y nos quedamos con la satisfacción de hacer todo lo que estaba a nuestro alcance. El problema es que para el que se le quema la casa, siempre llegamos tarde”, determinó.
Una familia con la misma vocación
Si bien Segovia no nació en el seno de una familia de bomberos, conformó una propia. Al poco tiempo de ingresar al cuerpo, su hermana siete años menor siguió sus pasos. Ambas se casaron con bomberos y hoy todos siguen dentro de la institución. “Mi hermana es la secretaria de actas de la Comisión Directiva, su esposo es el actual presidente, mi esposo es el actual secretario y coordinador federativo de la Escuela de Cadetes de toda la jurisdicción bonaerense”, precisó.
Sus hijos, no obstante, decidieron no continuar con la vocación de sus padres. “No les nació. Vienen a ayudar cuando hay un incendio grande pero no se sumaron como voluntarios”, detalló Lucía, que es madre de Nicolás, de 31 años, y de Esteban, de 28.
“Mi carrera se la debo en parte a mi mamá, porque cuando sonaba la sirena yo me iba y ella se quedaba con los chicos. Salían mi marido, mi hermana, mi cuñado, y ella se quedaba. Y si no, venía para el cuartel”, comentó Segovia, quien detalló que actualmente, la cocina de Dock Sud lleva el nombre de su progenitora. Su madre también brindó apoyo con la comida durante aquel gran incendio en el barco petrolero Perito Moreno.
Con una dedicación destacable, Segovia comentó que todos los sábados desde que ingresó a la institución los pasó en el cuartel. Risueña, recordó cómo sus compañeras de la escuela le cuestionaban: “¿No podes un día no ir?”. A lo que ella respondía: “Sí, como poder, puedo. El problema es que no quiero. Los sábados tenemos escuela de cadete y no quiero dejar de cumplir”.
Su vocación, al día de hoy, sigue intacta. A pesar de que ya no sale en emergencias a combatir el fuego, señaló que tanto ella como su marido “es muy raro que si levanta la sirena no estemos acá”.
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