La grieta de Rosario: la tensa convivencia de las balas narco y el éxito sojero
Mientras el fuerte polo industrial y las intendencias socialistas cambiaron la cara de la ciudad que crece a la vera del río Paraná, en los barrios de la periferia asola la violencia desatada por bandas delictivas como Los Monos
ROSARIO.- En esta ciudad, la violencia derramada por el narcotráfico delimitó una grieta que desde hace cinco años dejó a la intemperie dos caras en permanente tensión. De un lado, está la guerra entre bandas, encabezadas por Los Monos, y su saldo de muertes en la periferia. Del otro, la riqueza de uno de los polos agroindustriales más pujantes del mundo. Estas dos realidades, tan contrapuestas, pujan para imponerse en una ciudad que, a veces, se parece a la mejor Barcelona y otras, a la peor Medellín.
Las escenas de prosperidad son elocuentes: los brokers patrullan el salón de la Bolsa de Comercio ajenos al frenesí de cotizaciones que transmiten las pizarras. "Antes era más vertiginoso, pero ahora hacemos todas las operaciones por WhatsApp", dice Javier Mariscotti, un corredor que es segunda generación en el recinto.
Y el bróker dispara números para el asombro: el día anterior se vendieron 287.000 toneladas de granos.
En 70 kilómetros de costa del río Paraná hay 29 terminales portuarias, de donde sale un tercio de las exportaciones del país. Entre enero y septiembre el sector liquidó, en un año complicado por la sequía de la última campaña, 17.184.898.353 dólares, según el registro de la Cámara de la Industria Aceitera de la República Argentina (Ciara).
A 90 cuadras de allí los problemas son bien diferentes. El cura Juan Pablo Núñez se despertó, hace dos domingos, a las 3.23 de la madrugada por el sonido seco de las balas y dudó en medio de la somnolencia si ese ruido era parte de la música nocturna que suele sonar en el barrio Larrea, en el oeste de Rosario. Pero el instinto lo llevó a levantarse; a presumir algo extraño, y no se equivocó. Quince balazos calibre 9 milímetros habían agujereado el altar de la parroquia Reina María y atravesado los vidrios de la puerta de entrada. Los tiros también perforaron la puerta del jardín de infantes del colegio Paulo VI, que está enfrente.
Desde hace tiempo, en Rosario, las balas dejan mensajes en las paredes, y, en este caso, decían que el sacerdote debía irse de allí. Sus denuncias contra el búnker que vende cocaína y ejerce el terror en la zona dispararon la resistencia de los soldaditos del ejército de la droga, que suelen ser menores de edad. "Los tiros eran para callarme, pero no lo van a lograr", se planta el padre Juan Pablo, un morocho retacón oriundo de Villa Gobernador Gálvez, ciudad vecina a Rosario.
La grieta
Hacia la Rosario que crece alrededor del río Paraná, el puerto natural por donde la pampa húmeda exporta las riquezas de su tierra generosa, navegan los buques cargueros que se llevan la soja, el principal producto de exportación de la Argentina, y dejan los dólares que sostienen la economía temblorosa del país y derraman riqueza sobre esta ciudad.
La prosperidad se ve en los nuevos y lujosos edificios que balconean sobre el río, pero también en el impulso cívico de las gestiones socialistas que desde hace casi dos décadas gobiernan Rosario y tienen como gran símbolo los parques sobre la costa ribereña, que estaba tomada por estaciones portuarias y un ferrocarril en decadencia y hoy es uno de los paseos urbanos más bellos y democráticos del país.
A escasas cuadras de esta especie de paraíso progresista está la otra Rosario, la que cruje con la violencia que se agravó este año en un contexto atravesado por las tensiones en la geografía narco que generaron las fuertes condenas que recibieron Los Monos, la banda que gestionó durante años el negocio. En abril pasado fueron condenados en el fuero provincial y, desde la cárcel, enfrentan otro proceso, esta vez en la Justicia Federal y por narcotráfico.
Todo esto, en medio de la pobreza. En el conurbano de Rosario hay 174 asentamientos informales, según un relevamiento realizado hace dos años por la ONG Techo. Es el tercer núcleo de villas más grande del país por número y dimensión, detrás del conurbano bonaerense y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Este año la violencia recrudeció después de un 2017 en el que los homicidios habían bajado un 25%: ya se produjeron 150 asesinatos. El gobernador Miguel Lifschitz calcula que "el 80 por ciento fueron por ajustes" entre bandas ligadas al narcomenudeo. Y recalca que "hubo muy pocos asesinatos en ocasión de robo".
El problema que no se puede desactivar es la violencia cruda que derrama del crimen organizado, que tiene al narcomenudeo como su principal ingreso de dinero. Las bandas se nutren de armas en el mercado negro. Llaman "herramientas" a las pistolas 9 milímetros, un término de la jerga más que preciso, que les suministran a los soldaditos.
Con esas "herramientas" se impuso un método para matar. La secuencia se repite: un sicario en moto que dispara y huye. Se esfuma de la calle que es el escenario del crimen. "Se da algo muy llamativo: cuando llueve es poco probable que haya un asesinato. Esto se explica porque la víctima no está en la calle, que es el lugar donde lo interceptan y le disparan", dice el fiscal Luis Schiappa Pietra. El poder de fuego que va en aumento en manos de estas bandas deja esquirlas en los barrios. Este año hubo 350 personas heridas de bala.
El gobierno de Santa Fe, con el ministro de Seguridad Maximiliano Pullaro a la cabeza, reclama que la Legislatura provincial apruebe la llamada ley de narcomenudeo para que la policía provincial pueda intervenir en los búnkeres y quioscos de cocaína que son una usina de violencia. La ministra Patricia Bullrich también respalda esa postura.
El diputado Carlos Del Frade, uno de los pioneros en la investigación del narcotráfico en la zona, cree que sería una especie de suicidio darle a la policía esa atribución. "Las policías provinciales son los verdaderos carteles", señala. Una frase similar ensayó Marcelo Saín en 2012, tras la detención del exjefe de la Policía de Santa Fe Hugo Tognoli. "El principal cartel de drogas es la policía", dijo en ese momento. El exlegislador de Nuevo Encuentro asumirá, tras ganar un concurso, como director de la Oficina de Investigaciones, un nuevo organismo judicial que tendrá autonomía para indagar en delitos más complejos.
Naturalizar la muerte
En los últimos cinco años se apilan más de 1200 asesinatos, en un clima de violencia derramada del narcomenudeo que consiguió naturalizar la muerte a partir de 2013. Esa madeja es la que no se puede desactivar a pesar de que desde abril de 2014 los últimos dos gobiernos nacionales enviaron gendarmes para reforzar la seguridad.
Los 14 ataques a balazos que se produjeron desde fines de mayo a domicilios relacionados con jueces y edificios judiciales, como la fiscalía y el Centro de Justicia Penal, incrementaron las alarmas y provocaron una reacción inmediata en la propia Justicia. Hace una semana fue detenido un joven colombiano de 25 años con una pistola ametralladora Glock, con cargador de 30 disparos, acusado de participar de estos ataques.
Esta Rosario violenta convive con la otra, la próspera, y lo curioso es que crecieron en el mismo período histórico y todavía se desarrollan de manera independiente, como si no formasen parte de la misma realidad. "Hay una ciudad reluciente que se muestra a la vera del río y otra que crece a las sombras, oculta", asegura Horacio Tabares, un psicólogo que tiene una ONG para atender problemas de adicciones y trabaja en los barrios marginales.
Enrique Bertini era un habitante de la Rosario luminosa hasta la noche del 15 de agosto de 2014, cuando conoció la otra, la trágica. Flaco, alto y encorvado, Bertini es heredero de la fábrica de sembradoras de su padre, vivía ajeno a la realidad de la violencia y relata con emoción gastada cómo el asesinato en un asalto de su hijo Mariano, que tenía 22 años, los despertó de su ignorancia sobre lo que pasaba en los barrios más pesados de su ciudad.
"Yo era parte de ese grupo anestesiado, que elige no ver", dice. El dolor lo hizo conectarse con otras víctimas y ser parte de la organización de Rosario Sangra, que convocó unas multitudinarias marchas contra la inseguridad. Sin embargo, él dice que muchos rosarinos siguen ajenos a esa realidad. "En mi propia familia me cuesta hablar de lo que pasó", confiesa. Esta reticencia resulta evidente en muchos empresarios y políticos locales que reaccionan a la defensiva cuando se los consulta por la violencia narco.
Mónica Fein, la intendenta socialista que gobierna desde 2011, llegó de joven para estudiar bioquímica, nunca más se fue y aún recuerda cuando entre el río y la ciudad había un paredón. "Ahora hay una plaza y gente tomando mate. Pero eso no sale en los medios", dice con una sonrisa que disimula su queja.
"Rosario es todo eso y un millón de historias más", afirma al ser consultada por la extraña convivencia de prosperidad sojera y violencia narco. El lugar geográfico que ocupa en el mapa, argumenta, le aporta el potencial económico, pero también las tensiones generadas por el crimen. Igual, admite cierta imprevisión de la política. "La espiral de violencia narco -dice- nos tomó por sorpresa".
Para combatirla, el gobierno despliega las fuerzas policiales y programas como Nueva Oportunidad, con el que le disputan la clientela joven a las bandas narcos. Mientras recorre uno de los refugios, Fein charla animada con chicos que hacen programas de radios, huertas comunitarias y grullas por la paz. El centro de convivencia está en el barrio Las Flores, que alguna vez fue el epicentro del poder narco de Los Monos.
Con los principales integrantes de la familia Cantero, líderes de Los Monos, presos el barrio dejó de ser un gueto impenetrable, pero las tensiones persisten. El 11 de septiembre pasado un grupo de padres y sus hijos tuvieron que huir despavoridos cuando comenzó una balacera a metros de la cancha de fútbol del club Deportivo Amistad Las Flores, que fundó el ex jugador César "Chelito" Delgado.
El ascenso de Los Monos, una banda gestada en la extrema pobreza, sin educación y con métodos poco sofisticados, marcó la ineficiencia y lentitud del Estado para combatir un grupo narcocriminal que se fortaleció en los calabozos, con la ayuda de complicidades, sobre todo en la policía. Ese poder quedó a la luz en este último tiempo con los ataques seriales contra los magistrados y edificios judiciales. El traslado de Máximo Ariel Cantero, alias "Guille", líder de Los Monos, a una cárcel federal en Resistencia desató la reacción, opinan los investigadores judiciales. Esa decisión de la Justicia Federal, que tuvo la influencia de la ministra de Seguridad Patricia Bullrich, golpeó a la organización, sobre todo a su caja de recaudación. Esta seguía funcionando desde la cárcel santafesina.
El recrudecimiento de los asesinatos hace presumir en la Justicia que hay pelea por el territorio vacante. "¿Con una demanda de drogas que permanece en crecimiento, por qué desaparecería la oferta?", se pregunta un fiscal.
Para Lifschitz no operan actualmente en Rosario bandas de peso que hayan ocupado el lugar de Los Monos en el territorio. "Hemos hecho un buen trabajo coordinado con las fuerzas federales y está empezando a dar frutos", advierte.
Uno de los principales problemas, según Roy López Molina, concejal y futuro candidato a intendente de Cambiemos, es que "el gobierno de Santa Fe no toma una dimensión real de lo que pasa con la violencia en Rosario. Es necesario encontrar el diagnóstico más preciso. Hoy la criminalidad ha cambiado en Rosario hacia formas más violentas, pero notamos que no hay un cambio en la mirada desde el gobierno. Uno de los principales problemas es la policía de Santa Fe, donde hay sectores que han sido vulnerados por la corrupción y el narcotráfico".
Bronceado y orgulloso habitante de unas oficinas repletas de luz, computadoras de pantalla enorme operadas por jóvenes, Luis Nazer es un publicista que tiene la compleja tarea de construir la marca de Rosario. "Tuvimos un gran despegue en 2004 cuando el precio de la soja se disparó y nos convertimos en la primera imagen del país que se recuperaba, pero de golpe pasamos de estrella a ciudad narco", se queja.
Es el presidente de la Fundación Rosario, una alianza entre el poder político y las organizaciones empresarias y sociales para impulsar la imagen de la ciudad, y sabe que, como comunicador, tiene un producto fácil de vender: "Las virtudes de la ciudad están a la vista, no hay que inventar nada". Sin embargo, la violencia narco acecha. "Hasta ahora el puerto y la Bolsa de Comercio están blindados, pero si seguimos así un día los camioneros que traen los granos no van a querer descargar acá", explica.
Lila Siegrist es una representante, y defensora, de una de las virtudes a las que se refiere Nazer: la potencia creativa. Productora cultural, galerista y artista visual, Siegrist se inscribe en la saga de artistas que dio Rosario, un listado que incluye desde Antonio Berni a Roberto Fontanarrosa y Fito Páez y que hoy tiene su expresión en músicos como Jorge Fandermole o Coki Debernardi.
"Esta es una ciudad plebeya, de inmigrantes, democrática y con el espíritu pujante de los piamonteses. Es una ciudad de poetas, artistas y narradores", dice entusiasmada desde una sala repleta de libros de lo que alguna vez fue la casa de sus abuelos y hoy recicló como vivienda y estudio.
Planes
Desde otra realidad, Rubén Capuano comparte su entusiasmo, pero está más expuesto a la violencia. Es un industrial pyme, dueño de Caplast, que fabrica partes de plástico inyectado para el sector autopartista y de la línea blanca y por la recesión su fábrica está parada. Su plan es mudarse de barrio Cura a un área industrial en Ovidio Lagos al 7200, en el sur, donde plantó 3600 árboles, de distintas variedades como cipreses, ceibos, casuarinas y nogales. Allí va a construir un galpón de 1700 metros cuadrados.
Cuando empezó su plan de establecerse allí, en 2006, detrás del alambrado de su terreno había un asentamiento de doce casas precarias. Ahora, en ese lugar hay 700 ranchos y casuchas de lata y madera. "Pago los impuestos para que no haya esa pobreza", se queja. El terreno donde creció la villa fue adquirido en el marco de la quiebra de la empresa Pindapoy por el correntino Raúl Castro, empresario farmacéutico que estuvo involucrado en varios episodios judiciales como la mafia de los medicamentos y la del tráfico de efedrina.
El principal detenido por esa causa es el rosarino Mario Segovia, conocido como el "rey de la efedrina", quien está preso en la cárcel de Ezeiza. Sus hijos van al San Bartolomé, del coqueto barrio de Fisherton. Segovia está siendo investigado por los 19 llamados telefónicos que realizó horas antes de que Andrés Lamboy, testigo en esa causa, fuera blanco de un ataque sicario el 25 de septiembre pasado. El empresario, que era director de la empresa Sadocks, de donde salía la efedrina rumbo a México, se salvó de milagro tras esconderse detrás de una camioneta Dodge RAM.
Mientras tanto, hartos de la violencia, los vecinos de la parroquia baleada decidieron darles pelea a los narcos. Cinco días después del ataque, la iglesia desborda de gente que participa de una misa, encabezada por el arzobispo de Rosario Eduardo Eliseo Martín y un grupo de sacerdotes que trabajan en los barrios, para respaldar al cura Juan Pablo. En el pequeño altar de mampostería pintado en tonos pastel persisten las cicatrices de los balazos y tres patrulleros de gendarmería y la policía custodian la entrada la iglesia. "Yo como cura ya entregué mi vida así que miedo no tengo, pero la gente del barrio sí está asustada", dice Núñez.
Los números que muestran el empuje del puerto
29 terminales portuarias
Están ubicadas en 70 km de la costa del río Paraná y son uno de los principales polos agroindustriales del mundo
1/3 del total de exportaciones
Es lo que sale por las terminales de Rosario, el puerto natural para las riquezas de la pampa húmeda
US$17.000 millones
Es la liquidación de las exportaciones generadas este año en una campaña complicada por la sequía
19 años de intendencias socialistas
El ciclo de las intendencias socialistas de Rosario empezó en 1989 y continúa con Mónica Fein
Las cifras que dejó la violencia del narcotráfico
15 balazos 9mm
Son los que recibió la parroquia Reina María luego de que su cura denunciase a los narcos
174 asentamientos informales
Rosario tiene el tercer núcleo de villas más grande del país, detrás del conurbano y la ciudad de Buenos Aires
150 asesinatos
Luego de una baja en 2017, este año recrudeció la cantidad de muertos en la ciudad por la violencia de las bandas
14 ataques a balazos
Se produjeron desde fines de mayo a domicilios de jueces y edificios judiciales