La historia del águila nazi del buque alemán Graf Spee que Uruguay deberá vender para pagarles a dos hermanos
Era parte de la proa de la nave que batalló y que fue hundida; Alfredo y Felipe Etchegaray firmaron un contrato con el estado de ese país para extraerla
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Mide más de 2,35 metros de altura, pesa 300 kilos, tiene cuerpo de bronce, corona de hojas de roble y se posa sobre una esvástica. Además estuvo hundida en la costa de Uruguay durante 67 años. El águila que fue parte de la proa del buque de guerra Almirante Graf Spee de la Segunda Guerra Mundial es hoy noticia debido a un litigio jurídico entre el estado uruguayo y quienes la devolvieron a la superficie.
¿Qué es lo que sucede? Los hermanos Felipe y Alfredo Etchegaray aseguran que luego de llevar a cabo el operativo, hace quince años, para sacarla del agua y recuperarla, Uruguay no cumplió con su parte y no pagó el dinero acordado para este trabajo.
Hacía mucho tiempo que los dos querían llegar al buque y descubrir sus “tesoros”. El Almirante Graf Spee, la nave que la lucía el águila, fue el orgullo de la marina de la Alemania nazi durante los primeros meses de la Segunda Guerra Mundial. Su tecnología era de punta para la época, poseía uno de los más exactos telémetros, de 27 toneladas y que se utilizaba para medir distancias en el mar, y aseguraba precisión a la hora de utilizar las piezas de artillería.
Dicen que sembró el pánico en el Atlántico Sur. Hasta el 13 diciembre de 1939, cuando fue sorprendido en el Río de la Plata por buques británicos y debió refugiarse en Montevideo.
En el enfrentamiento habían muerto más de cien hombres entre ambos bandos (68 en los Aliados y 36 en los alemanes), según un informe del diario El País, de Montevideo.
Ya en la costa uruguaya, perseguido por dos navíos ingleses, continuó intercambiando algunos disparos con los británicos.
Su capitán, Hans Langsdorff, pidió asistencia técnica para poder refaccionar el acorazado, pero el gobierno uruguayo se la negó. Entonces, ordenó bajar los ataúdes de los caídos en la batalla y decidió hundir el buque para que la tecnología alemana no cayera en manos del entonces enemigo. Al día siguiente, en un hotel de Buenos Aires, se suicidó.
Unos 200 tripulantes volvieron a Alemania y unos 1000 decidieron quedarse a vivir en Uruguay y en la Argentina.
Así, la existencia del buque en las costas de Uruguay siempre fue de público conocimiento. Muchos pensaron en cómo rescatarlo, debido a su importancia histórica, pero desistían ante los altos costos de esa misión, difícil ya que se debía ir a gran profundidad para sacar elementos muy pesados, así como realizar diferentes trámites para que el Estado uruguayo permita esa exploración.
“Este incidente tiene relevancia histórica por ser la primera batalla de mar en la Segunda Guerra Mundial, ser la última donde participaron los acorazados, y además el único conflicto bélico que hubo en esta parte del mundo durante la guerra”, dijo este año Alfredo Etchegaray al medio Montevideo Portal.
Los comienzos del proyecto para rescatar el águila
Los hermanos firmaron un contrato de rescate en 2004 con el Estado de Uruguay y junto con el buzo Héctor Bado lograron retirar el telémetro del navío. Dos años más tarde, en 2006, descubrieron el águila de la proa y, tras una difícil tarea, lograron extraerla del mar.
Desde ese entonces hasta hoy se dieron una seguidilla de presentaciones ante la Justicia uruguaya para que el Estado cumpliera la parte de su contrato y les pagara a los hermanos lo que había acordado.
En el interín, Bado murió en 2017, el telémetro fue exhibido en las instalaciones del puerto de Montevideo y debido a que la exhibición del águila podría leerse como una posible exaltación del nazismo, la figura fue depositada en la Fortaleza del Cerro, una dependencia militar del Estado uruguayo, donde sigue “bajo custodia”.
En junio de 2019, la Justicia resolvió en primera instancia que se venda el águila, es decir, “disponer y realizar la enajenación onerosa y la distribución del producido de la venta del telémetro y el águila rescatados” en un 50 % para el Estado y 50 % para los hermanos y el buzo Héctor Bado, ya fallecido para ese entonces. Pero en junio del año pasado, en plena emergencia sanitaria por la pandemia de coronavirus, el Estado optó por apelar el fallo y dejó a un lado la posibilidad de conciliar con los demandantes.
En medio de la decisión judicial, el gobierno alemán buscó evitar una venta del águila en el mercado para que no cayera en manos de personas que veneran el nazismo. Para el gobierno en Berlín, lo ideal sería que el águila termine en un museo. Por su parte, el Centro Simon Wiesenthal, institución dedicada a documentar el Holocausto judío, emitió en julio del año pasado un comunicado en el que su director para América Latina, Ariel Gelblung, indicaba ante “la inminente subasta” del águila que “debe advertirse a los potenciales compradores que de no darse a los objetos el destino (pedagógico) de advertencia, la subasta deberá considerarse nula”.
La decisión de la Justicia
El gobierno de Uruguay pidió en ese momento dos prórrogas debido a la declaración de emergencia sanitaria. Ayer, un fallo de segunda instancia dictado por el Tribunal de Apelaciones en lo civil de 4 turno, expediente 2-54239/2017, confirmó la sentencia del año 2019, según publicó hoy el medio uruguayo.
Así, se condenó al Estado uruguayo a enajenar onerosamente, es decir, rematar tanto el águila como el telémetro y compartir la ganancia con los hermano Etchegaray.
“Muchos años llevamos litigando con el Estado, luego de obtener los permisos correspondientes para la búsqueda y rescate de los elementos del buque alemán, que participó en la batalla del Río de la Plata contra tres barcos ingleses”, dijo Alfredo Etchegaray.
Por su parte Carlos Rodríguez Arralde, abogado de los hermanos, aseguró: “Obtuvimos, tal como esperábamos, la confirmación de la sentencia de primera instancia, a través de la cual se había amparado la pretensión de los hermanos Etchegaray de que se condenara al Estado uruguayo a cumplir con el Contrato de Rescate”.
Si bien el Estado tiene la facultad de interponer contra la sentencia un recurso de casación ante la Suprema Corte de Justicia, la interposición de dicho recurso no impide que la sentencia se cumpla.
“Si ello no ocurriere voluntariamente, para evitar eventuales demoras del Estado en el cumplimiento de la misma, podríamos eventualmente solicitar al tribunal la imposición de conminaciones económicas (astreintes) al Estado, hasta tanto cumpla con lo ordenado en la sentencia”, explicó Arralde.
Mientras el águila continúa en un depósito y se espera la respuesta del gobierno de Uruguay, hay quienes aseguran que seguirá dando que hablar ante el temor de diferentes organizaciones que insisten en que esa pieza no puede llegar a manos de organizaciones neonazis.
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