Los porteños del siglo XIX, a través de sus residuos
Un arqueólogo investiga qué desechaban las diversas clases sociales para revelar sus hábitos de consumo.
Se pueden saber muchas cosas de una persona espiando su basura. En Holywood está de moda deducir, a partir de las latas de atún y de los fragmentos de ceniceros, la vida privada de los famosos.
Palita en mano desde hace años, Daniel Schávelzon y su equipo vienen haciendo algo parecido en la Capital Federal. Este científico, pionero de la arqueología histórica en la Argentina, ha excavado diferentes pozos de basura de los primeros años del siglo XIX. Trata de estudiar las actitudes de descarte (aquello que la gente tira) y cómo era el consumo de los diferentes niveles sociales de aquella época.
Lo apoyan en su trabajo el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y el Centro de Arqueología Urbana del Instituto de la Universidad de Buenos Aires.
La investigación compara cuatro pozos: el del convento de Santo Domingo, en Balcarce 433; el de una fonda donde comían los obreros que construyeron los almacenes Huergo, también en la calle Balcarce, y el de dos casas de clase alta. Uno es el pozo de la casa Ezcurra (Alsina 455), que pertenece a las primeras épocas de la construcción, cuando vivía allí Vicente Micevetti. El otro (San Lorenzo 392) es el de la casa Peña, habitada en aquel entonces por una familia de nuevos ricos.
Basureros de lujo
Hasta 1880, Buenos Aires no tenía un sistema organizado de recolección de la basura. Cada familia hacía lo que podía con sus residuos. Las clases más humildes hacían pequeños hoyos en la tierra, pero la mayor parte de los desperdicios terminaban en el fondo de la vivienda, con los cerdos y las gallinas.
"Pero como toda casa de clase alta que se preciara de tal, las de Peña y Ezcurra tuvieron un pozo de basura diseñado especialmente", explicó Shávelzon a La Nación .
En general, quienes excavan se encuentran principalmente con vidrio y cerámicas. El color y la forma de las botellas, por ejemplo, permiten deducir para qué se utilizaban esos recipientes.
Un detalle que sorprendió a los investigadores fue la gran cantidad de envases de ginebra -una bebida de clase baja- que hallaron en el pozo de los dominicos; justamente, la orden más poderosa de la ciudad.
Otro dato curioso está relacionado con la cantidad de vidrio transparente recuperado en la casa Ezcurra (productos de tocador, farmacia, jarras y vasos). Todos los objetos son indicadores de una posición social acomodada. Sus habitantes poseían una cantidad insólita de copas y vasos finísimos, algunos traídos inclusive de Bohemia.
Sin embargo, algunos indicios demuestran que estos rasgos generosos en el consumo de la clase alta tradicional no se repetían a la hora de tirar la basura: en el pozo de la casa Ezcurra no se halló ningún vidrio de color, material que se utilizaba para envasar los productos medicinales y que también son indicadores de una posición social.
"Es difícil suponer que no compraran remedios. Lo más probable es que reutilizaran estos frascos -explicó el arqueólogo-. Los Peña, una familia en pleno ascenso social, fueron mucho más despreocupados: en su pozo encontramos un cuatro por ciento de vidrios de color, que estadísticamente es relevante."
Esta característica conservadora en las actitudes de descarte de la casa Ezcurra también se nota con respecto a la vajilla. La única loza de esta vivienda fue comprada toda de una vez y se la utilizó durante muchísimo tiempo, desde 1770 hasta 1830.
"Las familias de la elite argentina eran altamente moderadas a la hora de deshacerse de los objetos, pero estaban muy a la moda con respecto al consumo -continuó Schávelzon-. Se gastaba mucho, es cierto, pero puertas adentro las cosas se usaban hasta que no resistían más."
De lozas y mayólicas
Para este estudio fue necesario clasificar los grupos cerámicos según su calidad. La cerámica roja, la más rústica y barata, es la que predominó en el pozo de la fonda. La cerámica de mejor calidad, la porcelana, se traía de Oriente y era muy cara. Y, por supuesto, la vivienda que la poseyó en mayor proporción fue la casa Ezcurra.
Los grupos intermedios entre la cerámica roja y la porcelana son la loza y la mayólica. La mayólica -la más antigua- provenía de España y fue desplazada a principios del siglo XIX por la loza inglesa, hija de la revolución industrial.
"Por ejemplo, la familia Misevetti, de la casa Ezcurra, es la única que prefirió seguir comprando juegos de mayólica cuando estaba de moda la loza inglesa -explicó el arqueólogo-. Esto se debe a una actitud conservadora de la familia que, por tener un prestigio ya ganado, no necesitaba hacer alarde. No sucedía lo mismo con la familia Peña. El 88 por ciento de sus cerámicas fueron lozas inglesas."
El 90 por ciento del material hallado era importado. En esto no hay diferencia entre las cuatro excavaciones. "No sucede lo mismo con los pozos del interior del país. El 90 por ciento de lo encontrado era de manufactura regional", explicó el arqueólogo.
Según él, algunos procesos históricos, como el esfuerzo de los federales por defender la producción local y su lucha contra los unitarios, parecen no haber existido cuando uno analiza el consumo y descarte de la sociedad porteña.
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