Cuestionan el método antiacoso elegido por las adolescentes
La adolescente redacta el testimonio de lo que sufrió. Termina y aprieta "enviar". A partir de ese momento, la denuncia por abuso o acoso se replica sin control gracias a sus amigos que aprietan "compartir" y "retwittear". Instagram, Facebook, Twitter o la red social elegida hacen el resto del trabajo para viralizar el escrache. El acusado, por general un varón, pasa a estar en el centro de una tormenta y, al ser acusaciones que muchas veces se dan entre jóvenes menores de 15 años, termina transformándose en una situación que lo desborda. Para algunos especialistas y padres, el escrache, el método elegido ante la ausencia de otros mecanismos para luchar contra el acoso machista, corre el riesgo de convertirse en otra forma de violencia.
Según cuentan las madres de algunos chicos escrachados, en colegios emblemáticos de Buenos Aires también se han formado patrullas de chicas que se hacen llamar "Las sororas", "Patrulla femiamigas" y "Las fem-rad", que se encargan de aislar al acusado e, incluso, de restringirle el acceso a ciertos espacios de la escuela.
El año pasado el método estuvo en la mira cuando Agustín Muñoz, un joven de 18 que vivía en Bariloche, se suicidó tras ser acusado con una denuncia falsa en las redes. Los estudiantes también sostienen que se llega al escrache cuando fallaron todos los sistemas de contención por parte de la escuela.
"Hoy las jóvenes luchan por una sociedad más igualitaria en materia de derechos, y esto es muy necesario, aunque en ese afán algunas veces se puedan cometer errores. Es importante pensar las circunstancias y la situación antes de denunciar, porque es un tema muy delicado. También puede pasar que una chica haya accedido en un momento, pero luego se dé cuenta que, en realidad, estaba respondiendo al deseo del otro y hoy decodifique esa situación de otra manera, Los psicoanalistas siempre hablamos de lo subjetivo y en estos casos también hay que evaluar cada situación en particular. Hay que ser cuidadosos, sobre todo por la estigmatización que luego pesa sobre el denunciado", dijo Emmy Dana, psicoanalista, miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA).
Las denuncias públicas tuvieron como escenario principal a colegios con una fuerte impronta política, como el Nacional Buenos Aires, la Escuela Superior de Comercio Carlos Pellegrini, el Lenguas Vivas, entre otros. En 2017, a raíz de la toma de colegios a modo de protesta contra el proyecto Secundaria del futuro propuesto por el gobierno porteño, se sumó el reclamo para elaborar protocolos enfocados en tratar situaciones de violencia de género, y la aplicación de la ley sancionada en 2006 sobre la Educación Sexual Integral (ESI), que se dictaba en pocas escuelas. Una falencia que actualmente se mantiene.
"El método no se genera por ser el que más le gusta a todo el mundo, al contrario, cuando las instituciones no responden, ahí se llega al escrache", explicó Lucas Grimson, de 18 años, ex estudiante del Instituto Libre de Segunda Enseñanza (ILSE). Él, junto con otros compañeros, había formado un grupo que se proponía repensar la masculinidad.
"Yo no estoy ni a favor, ni en contra. Hay que evaluar la situación, tal vez ya hubo una charla con el acusado y este no le dio importancia, entonces ahí se puede llegar a acudir a otras medidas. Nosotros tenemos una comisión, formada por alumnos, que se encarga de tratar estas situaciones de forma discreta y se busca que el acusado no se cruce con la denunciante para que no se generen momentos incómodos. Incluso en las fiestas que organizamos hay grupos de chicas con un brazalete flúo a las que podemos acudir si hay una situación que nos incomoda", argumentó Carolina Leicach, de 18 años, alumna de la Escuela Superior de Comercio Carlos Pellegrini.
Ana Barral es la rectora de dicha institución desde febrero de este año. En relación a la problemática de los escraches, señala que es uno de los principales temas a tratar: "Sabemos que es una decisión de los alumnos hacerlo, o no, pero nosotros como gestión tenemos espacios para evitar que se llegue a eso, espacios para la reflexión, para el diálogo, con el objetivo de lograr una escucha empática".
Además del caso de Agustín Muñoz, el joven que se quitó la vida en Bariloche, un fallo que marcó un precedente fue el que tuvo lugar el 14 de septiembre de este año, en Mendoza. La Cámara de Apelaciones Civil de esa provincia le ordenó a una chica de 20 años pagar 100.000 pesos por las costas del proceso judicial iniciado por haber creado un hilo para que mujeres denuncien por abuso sexual a alumnos de distintos colegios en Twitter. Los padres de cinco de los chicos escrachados con nombre, apellido y foto decidieron iniciar una demanda. Ninguno tenía una denuncia formal en la Justicia."Abro hilo con machos abusadores de Mendoza", decía el Tweet. La sentencia fue apelada y aún no hay un veredicto final.
La madre de un joven escrachado, que concurría a uno de los colegios mencionados, describió para LA NACION la difícil situación que está atravesando su hijo de 15 años, que al momento de la denuncia tenía 14. "Mi hijo se peleó con su ex novia, con la que estuvo más de seis meses, y la chica publicó un escrache en las redes diciendo que la había violado. En un segundo se volvió viral. A raíz de eso, otra chica dijo que mi hijo la había obligado a tener sexo oral. Cuando le fui a hablar a la chica me dijo que ella en ese momento quiso hacerlo, pero que ahora lo resignificó, como hizo Thelma Fardin, la actriz que denunció a Juan Darthés", dijo la madre que prefirió resguardar su identidad.
"En la resignificación de un hecho, entre la acción y la respuesta, es bueno que haya una demora en la reflexión, es decir, un punto donde se pueda dar espacio a la racionalidad y para tener interlocutores que a uno lo ayuden a entender. Esto permite elegir si denunciar o no, pero también debe abrir la posibilidad de pensar cuál sería la forma adecuada de hacerlo", explicó José Eduardo Abadi, médico psicoanalista y didacta de la APA.
Esa madre relata que se puso en marcha el protocolo de género en la escuela, por lo que el potencial victimario no se puede cruzar con la supuesta víctima, y que esto lo tuvo a su hijo fuera del colegio durante un mes y medio. "A los 14 años lo acusaron de violador, había chicos que le decían ´te vamos a matar´, estuvo en cama un mes, bajó 10 kilos, yo tuve que trabajar en casa para no dejarlo solo porque teníamos miedo de que pase lo peor. Es imposible que todo esto no le afecte su sexualidad a futuro. Además, estas patrullas de chicas le escriben, lo insultan y le dicen a sus amigos que no se junten con él", agregó.
"Estas chicas arman una lista negra, y otra de advertidos. En la primera están los acusados, en la otra los que tienen un comportamiento machista. A mi hijo, que es amigo de un pibe que escracharon, lo agarraron y le preguntaron de qué lado iba a estar. Hay muchos varones que están totalmente inhibidos. Son pibes de 14 años, no Juan Darthés. También están los que se hacen llamar 'Los Aliados', que son chicos que se encargan de amenazar a los acusados", explicó a LA NACION otra madre que también prefirió resguardar su nombre.
"En cuanto a estos grupos de chicas, la lucha que encarnan es legítima, pero deben ser cuidadosas en no caer en situaciones de abuso de poder", señaló Dana.
Paula Tizzano Fernández, psicoanalista e investigadora, indica que los escraches no pueden verse fuera del contexto de una larguísima época de "silenciamiento, encubrimiento, naturalización y aceptación cultural de diversas relaciones abusivas, sin que las mujeres afectadas pudiesen encontrar protección, justicia o reparación".
Ella señala que son una reacción, en el marco de la generación del "No es no" y del "Ni una menos", cuyas integrantes son jóvenes empoderadas, informadas, nutridas en lectura y de militancia. "Son chicas cuya motivación es cambiar la historia y transformar las relaciones de género cuestionando el patriarcado. Además, no creo que las denuncias falsas sean muchas en relación a los testimonios verdaderos", agregó.
Luego de la denuncia de Thelma Fardin, se dio una situación particular en la que mucha gente, sobre todo mujeres, se empezaron a preguntar si habían tenido un episodio de abuso. "Muchas chicas, por primera vez, se dieron cuenta que, algo que nunca lo habían podido pensar como un abuso, fue en realidad un abuso. Algunas estadísticas señalan que una de cada cinco mujeres pasó por una situación de abuso. El tema es que la persona lo registre como tal", dijo Susana Toporosi, ex coordinadora de Salud Mental de Adolescencia del Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez.
Aunque Toporosi también señala que hay una diferencia entre lo que es considerado abuso sexual en términos de un adulto, y lo que es para un adolescente. "Cuando estaban naturalizadas las relaciones de poder entre varones y mujeres, la insistencia era interpretada de una manera, y hoy, se considera que esa conducta era un sometimiento. Los adolescentes nombran a ese tipo de conductas ocurridas en el pasado, en otro momento de la cultura, como un abuso sexual. No se puede hablar de abuso sexual en esos casos, porque esa es una categoría que hay que dejarla exclusivamente para lo que tiene que ver con la intromisión de la sexualidad adulta en el psiquismo y en el cuerpo de niños, niñas y adolescentes. En todo caso, entre adolescentes se puede hablar de conductas no consensuadas", agregó.
Algunas estadísticas señalan que una de cada cinco mujeres pasó por una situación de abuso.
Por su parte Sabrina Cartabia Groba, abogada feminista, entre sus representadas está Fardin, cree que los adultos deben hacerse cargo de lo que sucede con los escraches. "Hay una necesidad de hacer algo, la vieja receta de no hacer nada, no va más. Las adolescentes decidieron no lidiar ellas solas con las cosas que les pasen. Frente a eso aparece esta opción, de usar la palabra pública como forma de canalizar un conflicto que existe. Puede haber chicos que tienen conductas abusivas pero nosotros como adultos fallamos en encontrar soluciones", concluyó.
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