Silvina Marsimian: "Ahí quedaba el diario entre nosotros; como alguien que habitaba en la familia, en la cocina"
Quizá debería empezar diciendo que siempre quise ser periodista. En cambio, voy a contarles que mi papá leía el diario LA NACION, muy temprano por la mañana, en la cocina de la casa de Devoto.
Mis hermanos y yo, y mi mamá, dormíamos hasta la hora de levantarse para ir al colegio; pero él, un poco antes, bajaba en silencio las escaleras de madera que conducían de los dormitorios en la planta alta hasta el living, y de ahí a la cocina, recogía el diario por debajo de la puerta de entrada, ponía la pava para unos mates y preparaba las tostadas con manteca y dulce.
Mi papá era sí: le gustaba el silencio de las cosas que todavía no estaban despiertas y que no lo molestaban.
Yo, que usualmente temo llegar tarde a lo que sea, hacía a veces como él: me levantaba antes de que sonara el despertador, me lavaba la cara y los dientes, me ponía el uniforme, me peinaba y bajaba sin los mocasines puestos, evitando que crujieran los escalones. Entonces, miraba a través de la puerta de la cocina y lo veía con la cabeza metida en el periódico, con las hojas desplegadas, tan grandes, tan difíciles de sostener.
Veo ahora que leer y LA NACION se unieron en mi infancia, y que es esto lo que pudo haberme hecho creer que escribir en un diario era una de las formas en que mi papá me leería.
Él no supo nunca que yo lo espiaba y que después, cuando volvía del colegio y encontraba el periódico desparramado sobre la mesita del televisor, lo ordenaba, lo doblaba con prolijidad mientras miraba las distintas columnas haciéndome la grande, la lectora de diarios. Y ahí quedaba LA NACION entre nosotros. Como alguien que habitaba en la familia, en la cocina, con los alimentos y las conversaciones.
Me acuerdo también de que mi papá me pidió que le leyera pausadamente (así dijo: "pausadamente") el editorial de LA NACION cuando, al fin, decidió cerrar los ojos y morir, con serenidad, en su cama, una mañana de marzo.
Hizo lo posible para que yo me distrajera, con el diario en las manos, entre los dos.
* Magíster en Análisis del Discurso, exvicerrectora del Colegio Nacional de Buenos Aires (UBA)
Silvina Marsimian
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