Un premio para celebrar y para agradecer
John Gurdon publica en 1962 su artículo original en el que describe cómo células del intestino de un renacuajo pueden, al ser inyectadas en el óvulo de otro anfibio, dejar de ser células de intestino y originar un nuevo animal. En 2007, casi medio siglo después, Shinya Yamanaka demuestra cómo una célula de la piel de un ser humano puede transformarse en una célula madre de las más potentes con sólo introducir cuatro genes de entre los miles que forman el genoma humano.
Las implicancias de este trabajo ya permiten anticipar tratamientos de terapia celular en humanos para enfermedades que hoy no tienen solución como el Parkinson, la lesión de médula espinal o la esclerosis múltiple, entre muchas otras. Y lo más importante, cuando el paciente reciba las células, no tendría que ser medicado con drogas para evitar el rechazo.
Las noticias en los Estados Unidos trataban de explicar ayer cómo dos experimentos separados por cuatro décadas podían estar relacionados entre sí. "La ciencia se mueve en forma impredecible", dijo un periodista científico. Es verdad, pero en este caso no es la explicación.
Tanto Gurdon como Yamanaka son dos científicos admirados por todos sus colegas, entre los que me incluyo. Su dedicación a la ciencia es inquebrantable y, al mismo tiempo, son dos seres humanos con los pies sobre la tierra. Ellos fueron los primeros en explicar cómo este campo evolucionó en forma predecible.
En 1997, Ian Wilmut, Keith Campbell y colegas en Escocia demostraron que una célula de mamífero adulto, inyectada dentro de un óvulo, puede generar un mamífero clonado: Dolly. Hoy, más de veinte especies de mamíferos diferentes se han clonado con esta técnica. En 1998, en Madison Wisconsin, Jeremy Thomson demostró que se pueden aislar y cultivar células pluripotenciales humanas aisladas de un embrión. Es difícil imaginar que los experimentos de Yamanaka en 2006 se hubiesen realizado sin saber que una célula adulta de mamífero se podía transformar en un embrión (Wilmut-Campbell), sin saber que las células pluripotenciales humanas se podrían cultivar y expandir bajo condiciones de cultivo descriptas en 1998 (Thomson).
En este tipo de premio, no hay perdedores. Pero sí hay facilitadores que por las reglas del premio en sí (solamente lo pueden ganar tres científicos como máximo por año) quedan en el "banco". Wilmut, Campbell y Thomson esta vez no pudieron disfrutar del partido. ¿El Comité Nobel tomó una decisión salomónica o una decisión que evita la controversia? En realidad, ya no importa. Para los que tenemos la suerte de estar trabajando en esta área de la ciencia, es un momento para celebrar, para motivarse a trabajar más duro, pero, sobre todo, para agradecer. Un premio como éste hace que suba la marea y la marea alta eleva todos los barcos. En Cambridge, en Kioto y en la Argentina.
José Cibelli
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