SAN FRANCISCO – En una tarde hace poco, el supermercado más nuevo de la ciudad intentaba averiguar si yo compraría, robaría o dejaría una bolsa de pochoclos con queso cheddar blanco… y yo lo hacía también.
De su lado había 27 cámaras en el techo y un montón de datos de comportamiento.
De mi lado, una indecisión incapacitante.
La semana pasada, se abrió en San Francisco la primera tienda sin cajeros totalmente automatizada, Standard Market. Los compradores que han descargado la aplicación de la tienda pueden entrar en el espacio de 177 metros cuadrados, tomar artículos y simplemente irse. No hay puerta de revisión ni banda para los artículos de salida. Las cámaras en el techo identifican al comprador y los artículos y determinan si los mencionados artículos salen en manos del comprador mencionado. O por lo menos esa es la idea.
La empresa emergente detrás de la automatización es Standard Congnition, que ha recaudado 11,2 millones de dólares en capital de riesgo y ha formado sociedades con cuatro cadenas minoristas de todo el mundo. Este primer mercado es un prototipo para exhibir la tecnología y mejorar los errores. Su ambiciosa meta es añadir esta tecnología a cien tiendas al día (¡todos los días!) para 2020.
Cinco de los siete fundadores provienen de la Comisión de Bolsa y Valores, donde crearon programas de inteligencia artificial para detectar fraudes y violaciones comerciales, antes de fundar Standard Cognition en 2017. Ahora estos expertos en fraude trabajan para discernir algo igual de complicado: si me estoy robando una bolsa de papas fritas.
Standard Market es la incorporación más reciente a la batalla emergente de la automatización en tiendas minoristas, donde las empresas lanzan cámaras, sensores y aprendizaje automatizado a los almacenes y drugstores para remplazar las filas de pago. En enero, Amazon abrió al público su primera tienda Go sin cajeros en Seattle; desde entonces ha abierto más. En China abundan los experimentos de tiendas sin cajeros, que usan etiquetas de identificación de radiofrecuencia y un proceso de compra independiente que implica escanear un código de Quick Response (QR) o tu rostro.
El enfoque de Standard Cognition es diferente. Depende en exclusiva de las cámaras en el techo y el software de inteligencia artificial para determinar qué estás comprando. Las cámaras registran los movimientos, la velocidad, el largo de las zancadas y la mirada del comprador. La tienda sabe cuándo veo un cartel y durante cuánto tiempo. Sabe si reduje la velocidad, tomé un chocolate y luego lo regresé. Sabe si mi cuerpo está frente a los mangos secos pero mi rostro está fijo en los paquetes de pochoclos.
También sabe (o intenta saber) si estoy planeando robar.
La meta es predecir y prevenir el hurto pues, a diferencia de las tiendas Go de Amazon, que tienen una puerta con torniquetes como de metro en la entrada y la salida, en Standard Market la puerta está abierta y el paso es libre.
"Aprendemos las conductas de cómo se ve alguien cuando se va", dijo Michael Suswal, cofundador y director de operaciones de Standard Cognition. La trayectoria, la mirada y la velocidad son especialmente útiles para detectar un robo, dijo, y añadió: "Si van a robar, su paso es más largo y miran hacia la puerta".
Una vez que el sistema decide si ha detectado una posible conducta de robo, un empleado de la tienda recibe un mensaje de texto y se dirige al cliente para tener "una conversación educada", dijo Suswal.
Predecir el robo requiere muchos datos sobre los compradores, y muchos de ellos aún no existen, o "por lo menos nadie quiere dárnoslos", comentó.
Así que unos cuantos días antes de que Standard Market abriera sus puertas, Standard Cognition contrató a cien actores para que compraran ahí durante cuatro horas. En Japón, el equipo ha trabajado con una cadena de tiendas de conveniencia, cuyo nombre no ha divulgado, en un esfuerzo de recolección de datos muy útil.
Standard Cognition dijo que, a diferencia del reconocimiento facial, no recaba información biométrica, una posibilidad que ha inquietado a los expertos en privacidad que han observado la evolución de esta tecnología.
El crecimiento de la tecnología de servicio que no requiere de cajeros podría afectar a la fuerza laboral en Estados Unidos; hay casi cinco millones de trabajadores de tiendas minoristas en ese país. Sin embargo, cuando Suswal ha realizado presentaciones para vender la tecnología de Standard Cognition, ha descubierto que la mayoría de los dueños de tiendas no están buscando remplazar a los trabajadores, según dijo. En cambio, quieren que los empleados caminen más por la tienda, con la esperanza de atraer a los compradores de vuelta al comercio al menudeo no digital.
"Todos hablan de nuevos servicios, de hacer que comprar sea más divertido, que valga la pena comprar en directo", dijo Suswal.
Hablan sobre datos. Mientras que el propietario de una tienda puede revisar los recibos para ver quién compró una botella de ketchup genérica, la tecnología de servicio sin cajeros puede ayudar a distinguir si el comprador tomó primero una botella de Heinz y durante cuánto tiempo la vio. Básicamente ahora un dueño puede ver qué es lo que el cliente no compró.
En las próximas semanas el horario de la tienda no será extenso; abrirá solo medio día los miércoles y viernes mientras la tecnología se afina. Por ahora, la oferta de alimentos es extremadamente limitada. La tienda tiene solo 2,3 metros cuadrados dedicados a alimentos porque, según los fundadores, aún no cuentan con los permisos requeridos para tener más. Así que hay una variedad extraña de artículos —Fritos, Apple Jacks y ‘Frappuccinos’ de Starbucks—, muy inclinados a los snacks que pueden consumir los jóvenes y estudiantes.
Para comprar, abrí mi teléfono, que emitió una luz azul para avisar a la tienda que había llegado. Deambulé, puse algunos artículos en mi bolso y me fui.
Afuera me encontré con Suswal. Pasó un minuto y apareció una notificación en mi teléfono con el recibo: un paquete de pochoclos con queso cheddar blanco y un rollo de papel de baño, que hacían un total de un dólar con diecinueve centavos.
De hecho, yo salí con dos bolsas de pochoclos. Había jugueteado con la segunda, en el dilema de comprarla o no, consideré mis planes para la cena y la devolví, pero finalmente me la llevé, tomándola rápida e impulsivamente. El sistema no lo vio.
"Eso no debería pasar", dijo Suswal. Pero sucedió. Se encogió de hombros y dijo que yo había salido ganando.
Así que me fui con la bolsa de pochoclos de 99 centavos extra, y en realidad no me sentí mal. Pronto Standard Cognition y otros probablemente mejorarán, detectarán a la perfección a dónde fue a parar esa botana, y las fauces de los datos interminables de inteligencia artificial incorporarán y predecirán mis movimientos.
Por ahora no es lo suficientemente bueno, y yo quedé cubierta de migajas.
Paul Mozur colaboró con el reportaje desde Shanghai.
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