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El punto de partida es León y las botas de goma u ojotas, imprescindibles, pues es ésta una salida de "pies en el agua". Se avanza por un desvío que sigue el curso de un arroyito manso, hasta que repentinamente se transforma en una vertiente entre dos inmensas paredes de granito negro: el Angosto, que sí que es angosto. Paredones de musgo y epífitas, bañados por levísimas cascadas, son tan altos y estrechos que a veces no dejan ver el cielo. Es como andar por un laberinto de helechos inalcanzables, lianas como estructuras lábiles y tupidas techumbres arboladas. Si el clima ayuda, se puede seguir hasta Tiraxi, un pequeño poblado prehispánico a 1.600 m de altura, en la zona de transición al pastizal. En invierno se puede alcanzar la Laguna del Tesorero, otro sitio de avistaje de aves donde abunda la pavita alisera de cara roja, y al pueblo de Ocloyas. Mejor época, de abril a noviembre.
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