El mercado tiene carácter de plaza: hay desfile incesante de personajes amistosos y trovadores que improvisan músicas diversas; comensales acodados en las barras de los restaurantes sumergidos en charlas animadísimas; un fondo constante de tintineos de botellas, risas y aromas profundos; y decenas de hombres y mujeres de pie ?sobre un piso empedrado? que beben "medio y medio", trago emblemático de este templo del sabor que pone alegre al más triste.
Todo esto sucede en un galpón de 1868, con estructura de hierro traída de Liverpool y claraboyas que dejan entrar la luz. Al alzar la vista, aparece un reloj de 1897 que aún funciona, merced al cuidado de un técnico que lo pone a punto dos veces por semana. También funciona, y con plenitud, Roldós, el primer boliche del lugar. "Abrió en 1886 como almacén, cuando el mercado era de abasto", dice Germán, encargado del lugar hace 20 años. Cuenta que a Juan Carlos Roldós, el dueño, le gustaba preparar una bebida mitad vino blanco seco, mitad espumante, y que la ofrecía a los clientes del mercado. El "medio y medio" tuvo un éxito arrollador, se popularizó y hoy los hay de varias marcas. Pero el original es Roldós. Y la tradición dicta que hay que probarlo en la misma barra en que fue creado, antes de zambullirse en el almuerzo. Desde 1930 Roldós funciona como bar. También son célebres sus sándwiches de miga, de 20 variedades y con premios internacionales. Hace unos años comenzó a ofrecer carnes a la parrilla, como la mayoría de los locales vecinos.
Al mercado se viene a comer buena carne uruguaya y también pescados y mariscos. Uno de los restaurantes más concurridos es El Palenque, que además de parrilla ofrece pintxos, fabada, feijoada, tortilla a la española y pulpo "a feira". En la barra, una pareja de suizos no le saca los ojos de encima al espectacular jamón ibérico que se filetea con maestría. Los mozos, enérgicos y simpáticos, recomiendan platos, espectáculos, salidas, lo que sea. Y por aquí y por allá, los personajes del Mercado hacen su trabajo. Ataviados cada uno con su estilo y provistos de guitarras, los trovadores amenizan la tarde con sus canciones de diversos estilos: milonga, candombe, boleros, romántico. El gaucho Yamandú Carrizo, Gerardo Carabajal y el Zurdo son algunos de los músicos que junto a un puñado de artistas plásticos ?que exhiben óleos, acuarelas y grabados? forman el elenco estable "cultural" del mercado. Dejar prolongar el mediodía en el Mercado es una forma genuina de asomarse a la esencia charrúa.El compositor Jaime Ross lo describe poéticamente en una estrofa de la canción P?al Mercado:
"El changador con su vino choca el whisky del dotor/
las copas abriendo camino entre alpacas y overol./
Los carritos bagalleros pasan cajas de coqueiro y porteño roquefort/
canta su fija el lotero, su canción del último entero/
la grande que nunca vendió/
y el lustrador con su estribillo, muchos sueños, poco brillo/
su cepillo, su vida o facón".
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Por Nora Vera. Nota publicada en enero de 2014. Extracto de la nota publicada en revista Lugares 207.
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