Siglos de amor gitano
Los cantaores y sus mujeres imponen su propia gracia en el mundo
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Cuenta una leyenda que, en el siglo V de nuestra era, el rey de Persia Barham Ghor estaba tan preocupado por el bienestar de sus súbditos que quería que todos pudieran festejar con música, y no sólo para los más ricos.
Así, emprendió una faraónica tarea y mandó traer desde el norte de la India unos doce mil músicos para que tocaran en las fiestas de los pobres. A cambio les dio granos, tierras, bueyes y burros, para que pudieran instalarse, cultivar sus parcelas y vivir de sus frutos.
Al cabo de un año, los músicos se presentaron ante el rey. Pedían comida. Habían tocado su música, pero las cosas no marchaban del todo bien: se habían comido los granos y la carne de los bueyes, aunque nunca se habían dedicado a desarrollar cultivos. Enojado, el rey les contestó: "Les quedan sus instrumentos y sus burros. Pongan cuerdas de seda a los instrumentos, monten sus burros y..., ¡váyanse!" Así se cuenta que nació esta gente con rasgos propios y sin fronteras, que se expandió por toda Europa y el Nuevo Mundo: los gitanos.
En el siglo XIV llegaron a los Balcanes, y desde allí dejaron colonias nómadas en todo el continente, sobre todo en la Península Ibérica, Francia, Alemania, Europa central y Rusia.
Aquí y allá
En todos estos lugares sufrieron una extraña relación de desconflanza y desprecio por parte de las poblaciones locales, pero al mismo tiempo siempre fueron aceptados por su música. Tocaban en las fiestas populares de los rumanos, en los festines privados de la nobleza zarista, y hasta Bela Bartok declaró que el cante (lo que se llama música gitana) es "música sabia húngara tocada por gitanos".
También el flamenco le debe mucho a la música y la virtuosidad de quienes la tocaban.
Sin importar la tierra de sus andanzas, los gitanos conservaron un sello inconfundible que supera cualquier género: su cante es violento y tierno a la vez; muy triste y muy alegre, pasa de un estado de ánimo a otro en pocas notas. Pero, sobre todas las cosas, está tocada con una virtuosidad tal que a veces puede pasar por un ejercicio de estilo, aunque no pierde nunca la pasión.
Un poco como las czardas que se tocaban en Hungría cuando se reclutaban soldados en los pueblos, el efecto de la música y el alcohol distribuido por los húsares eran la fórmula perfecta como para hacer firmar cualquier libreta de enrolamiento.
Los gitanos fueron, sin duda, los primeros en tocar esta world music de la que tanto se habla actualmente, y siglos antes de que el término apareciera en las disquerías del mundo entero. Amalgamaron sus propios ritmos y letras con las de los países que atravesaban y cantaron en otros tantos idiomas.
A imagen y semejanza
Durante el siglo XX su música se adaptó con gran naturalidad al jazz, a tal punto que uno de los mejores guitarristas de jazz del siglo era un gitano: Django Reinhardt, fundador, entre otros, del Hot Club de Francia.
Un breve paseo por el mundo de la música gitana de hoy empieza por Andalucía, con grabaciones de Camarón de la Isla.
Se dice que, sin el aporte de los gitanos, el flamenco sólo sería un folklore más, sin universalidad. Los gitanos le dieron su duende.
Mientras tanto, en Francia se puede escuchar las numerosas compilaciones de una moda que empezó con los cabarets gitanos de París a fines del siglo XIX. Y por supuesto, grabaciones de Django Reinhardt y sus herederos, entre quienes se destaca Titi Winterstein, el gitano alemán Schnuckenack Reinhardt, o el guitarrista francés Matelot Ferret. En los Balcanes, los gitanos representan comunidades muy importantes, tanto que a veces sus cantes eclipsan las tradiciones locales, como en Macedonia o en Rumania.
El Koani Orkestar, de Macedonia, es una fanfarria que dio la vuelta al mundo, y el principal exponente musical de este país. En Rumania y Hungría los tarafuri, conjuntos de músicos profesionales muchas veces al servicio de la aristocracia, son representados hoy por formaciones rumanas como el Taraf de Ha•douks, de Clejani, en Valaquía.
Son músicos de todas las edades, cuyo denominador común es el virtuosismo. Se recuerda todavía un concierto en el que acompañaron a un artista pop en los años 90 en el Olympia de París: ¡a la madrugada del día siguiente seguían tocando para los transeúntes delante de la puerta de la sala! También se destacan los Músicos del Nilo, de Egipto; Andro Drom, de Hungría, formaciones como Bratsch o Loyko, Yiorgos Mangas en Grecia y el Istanbul Oriental Ensemble, de Turquía. Todos ellos referentes actuales de un género musical que cubre un continente entero, y varios siglos de historia: la música de la gente del viaje.
Para escuchar
- Roadof Gypsies , Network Medien, 1996. Una doble compilación con lo mejor de la música gitana actual desde España hasta el Rajastán, con un libreto para conocer más acerca de esta especialidad.
- Agypsy brass band, del Kocani Orkestar. Long Distance.
- Tsiganskaid and other rare recordings 1960-1978, Matelot Ferret, Hot Club Records.
- Sans domicile fixe, Bratsch, Griffe.
- Déta Dévla, Romano Drom, X-Produkció, 1999.
- Dumbala Dumba y Bandits d`honneur , del Taraf de Ha•douks, Crammed Discs.
- También hay que ver la película Tiempo de Gitanos, de Emir Kusturica, y escuchar la banda de sonido de Goran Bregovic.


