Mariela Steiervalt tiene 44 años, es de Buenos Aires y lleva once vacaciones marcadas por el calendario de las maratones alrededor del mundo.
La última vez, en marzo de este año, Mariela voló a Tokio para correr los 42 kilómetros de uno de los Grand Slam de este tipo de competiciones. Nueva York, Chicago, Boston, Londres y Berlín completan la lista de los Six Majors, destinos que suelen ser el desvelo de muchos corredores como ella.
"En mi valija, el lugar más importante se lo lleva la ropa que uso para correr y después la que uso para hacer turismo, porque siempre me quedo algunos días más para pasear", dice Steiervalt, que divide sus días entre entrenamientos y trabajo como voluntaria de una fundación.
Su pasión por el running y los viajes comenzó hace 10 años cuando una amiga la invitó a correr un fondo, corridas largas y suaves, preparatorias para las maratones. Al principio, no se animaba a enfrentarse a los 42 kilómetros que implican un compromiso de ese nivel pero, después de varios meses de entrenamiento y la insistencia de su amiga, lo hizo.
"Uno cree que algo es imposible pero trabajando duro y con esfuerzo, podés lograrlo. A partir de ahí mi lema es: Nada es imposible. Correr me cambió la vida", expresa.
Nueva York, Londres, París, Tokio y Buenos Aires se sucedieron y repitieron varias veces en su listado. Todas y cada una con una misma receta: cuatro meses de preparación, un vuelo, tres días para aclimatarse en el destino y una gran dosis de endorfinas.
"La diferencia con otros viajes es que uno está bastante ansioso porque va a cumplir su prueba. Los días previos, descanso, camino mucho e intento acomodarme a la ciudad y al horario. Después de correr, me dedico de lleno a viajar".
Por miles
Al igual que Mariela, cada vez son más las personas que se suman a esta tendencia mundial de viajar y correr alrededor del planeta. En 2017, 300.000 personas se anotaron en alguna o en varias de las Six Majors que se celebraron a lo largo del año. Las carreras de Tokio, Boston y Londres ya se corrieron. La maratón de Berlín será el 29 de septiembre; la de Chicago, el 13 de octubre y la de Nueva York largará el 3 de noviembre. En su última edición, la maratón de Nueva York -la más popular y ansiada por la mayoría de los corredores- tuvo más de 50.000 inscriptos.
Para el periodista Daniel Arcucci, de 55 años, todo empezó con un profundo deseo de volver a hacer algo por primera vez en la vida: regalarse su primer maratón para su cumpleaños número 50. En 2013, viajó a Berlín y cumplió: a 23 días de soplar las velitas cruzó la línea de llegada instalada en el medio del Tiergarten y supo que algo había cambiado para siempre.
"No pensé que iba a hacer otra maratón pero apenas llegué, tuve una sensación de plenitud indescriptible. Ahí dije: Voy a seguir corriendo y me propuse completar las Six Majors".
Esa promesa lo llevó a pisar once líneas de llegada, a correr dos maratones en menos de 29 días y a tener un deseo insaciable por viajar y acumular kilómetros debajo de las suelas de sus zapatillas.
Si bien la preparación y el destino pueden variar un poco, para Daniel hay algo que no se negocia y que mantiene como una especie de cábala: vaya a donde vaya, sus zapatillas van con él. Siempre en su bolso de mano, siempre bien cerca suyo para asegurarse que lleguen a destino en tiempo y forma.
"Son lo más sagrado que uno puede tener", afirma y de paso tira uno de los mandamientos de los runners: "No se estrenan zapatillas durante una maratón".
Una vez sentado en el avión, Daniel se entrega al momento y comienza a disfrutar de todo el camino recorrido. Para él, al igual que para muchos corredores, el viaje comenzó mucho antes, con horas y horas de entrenamiento.
"La preparación es muy exigente y requiere de mucha disciplina. El viaje hacia una maratón es justamente el entrenamiento previo. El Indio Cortínez -un maratonista que supo ser récord argentino- dice: Cuando uno va a la maratón, lo único que hace es retirar la medalla. Porque se la fue ganando con toda la preparación previa", recuerda.
Arcucci tuvo la oportunidad de recorrer muchas ciudades del mundo y de repetir la maratón de Nueva York en varias oportunidades por lo que se conoce "casi" de memoria el recorrido.
"Uno puede visitar muchas veces Nueva York y conocerla muy bien. Pero, cuando corre su maratón, vive la ciudad desde otro lugar", cuenta.
Su recorrido es una las cuestiones por las que esta carrera es tan famosa y convocante. El circuito une los cinco distritos de la Gran Manzana: comienza en Staten Island, cruza el puente Verrazano, recorre Brooklyn y avanza por el colgante Pulaski. Después pasa por el puente Queensboro y recorre el barrio de Queens. Para terminar, se mete en el Bronx, sigue por el Willis para entrar en Manhattan y concluir en el medio del Central Park.
"No hay mejor manera de conocer Nueva York que correrla. Para mí, es el renacimiento de la maratón y creo que esto vale para muchas ciudades que piensan sus recorridos en función de pasar por lugares emblemáticos", cuenta Arcucci, que tiene un sitio web especializado en esta disciplina.
En Nueva York, la semana en la que se celebra la maratón -que suele ser en noviembre- está marcada con rojo en el calendario. Como una verdadera tradición, toda la celebración se traslada a las calles de Manhattan, donde se respira un aire especial en los días previos y posteriores a la carrera.
El día después, todos los corredores deambulan por la ciudad con su medalla colgada del cuello. En una mañana habitual, y sin semejante trofeo en el pecho, ningún neoyorquino prestaría atención a qué lleva puesto el vecino. Sin embargo, las horas después de la carrera, nadie parece ser tan importante como aquellos que lograron cruzar la meta.
"Vas caminando y pasa un loco de Wall Street con su maletín y su corbata y dice: Congrats (Felicitaciones) simplemente porque tenés la medalla colgada. Todos los que terminamos la maratón somos considerados como héroes por la ciudad de Nueva York. Lo que viene el día después es la satisfacción y el orgullo enorme de pasear la ciudad habiéndola corrido horas antes", dice Daniel.
A pesar de tener miles de anécdotas de viajes y maratones, Arcucci tiene un recuerdo que lo lleva hasta en su perfil de Whatsapp: una foto en la que sale sonriendo y con una medalla en la mano, la que certifica que completó las Six Majors.
París era una pista
Para Damián Cáceres, de 43 años, el running también fue el medio que le permitió cumplir su sueño de recorrer varias ciudades del mundo. Si bien compitió en Chicago, París, San Francisco y Queenstown guarda un lugar especial para la maratón de La Pampa y la de Rosario.
En su haber cuenta con 14 maratones corridas. Su mayor momento de satisfacción fue cuando pisó las coquetas calles parisinas con su par de zapatillas de correr, que también llevó en el equipaje de mano.
"París es una ciudad que siempre quise conocer y pude hacerlo por haber ido a correr su maratón. Disfruté más del hecho de estar ahí que la carrera", expresó Damián que es de Avellaneda.
Eso mismo le sucedió cuando corrió en Chicago 2016,donde viajó con varios amigos y tuvo la oportunidad de quedarse una semana más recorriendo. Se hospedaron en un hostel y visitaron los puntos más importantes de la ciudad, no sin antes comer una hamburguesa doble con papas fritas, el premio pos carrera.
"El hecho de haberla corrido nos permitió después definir determinados lugares o barrios que queríamos ver. El panorama es totalmente distinto al que tenés arriba de un colectivo o caminando. Lo apreciás de otra manera".
Más que un viaje, una experiencia
Según una nota publicada en este medio la semana pasada, el running mueve unos 10 mil millones de dólares directos y se ha vuelto un negocio deseado por muchas marcas a nivel mundial.
Junto con esto, y de la mano de una tendencia que se afianza, también han surgido agencias de viajes especializadas en este tipo de turismo.
Amaison es una empresa que tiene más de 30 años y el running en su ADN: fue fundada por Domingo Amaison, atleta y creador de la media maratón de Buenos Aires.
Lo que surgió como una aventura, se transformó en un compromiso año a año con más de 600 corredores que eligen a la empresa para viajar a más de 10 destinos diferentes: las Six Majors más Río de Janeiro, Dubai, París y Singapur.
"Nos enfocamos en que el corredor disfrute una experiencia que no va a poder vivir en otra ocasión. Hacemos foco en lo irrepetible, en vivir una carrera y una experiencia con gente de tu país, que tiene tu misma pasión y que fue a ese lugar con un mismo objetivo", detalla Daniel Soprano, gerente de Viajes de Amaison.
Además de la inscripción a las carreras, los vuelos y los hoteles, Amaison lleva a entrenadores a los viajes, provee de kits especiales para los corredores y organiza eventos antes de partir hacia destino para que los viajeros se conozcan entre sí.
Entre las opciones, como toda agencia de viajes, también ofrece excursiones, entradas a museos y guía de restaurantes en el destino pero eso queda a criterio del viajero.
"Pretendemos ser más que una agencia de viajes. Las carreras no se viven un solo día, sino toda la semana previa. Cada una de ellas tiene sus actividades para hacer y nosotros vivimos todo eso con los corredores y sus acompañantes. Nuestro valor agregado es ese: el de vivir una experiencia todos juntos".
La compañía es lo que importa
Una de las características de este tipo de eventos es que la ciudades se preparan para recibir hordas de gente que no sólo incluyen a los miles de corredores, sino también a sus acompañantes.
Generalmente, y en la medida de lo posible, los corredores reservan por dos o más: un pasaje para ellos y otro para quienes tendrán el papel fundamental de esperarlos al otro lado de la línea de llegada.
Jorge Blanco es de Villa Allende (Córdoba), tiene 32 años y empezó con sus carreras "sin prisa pero sin pausa" y con una gran compañera: Estefanía Burgos.
Ellos se conocen hace muchos años pero nunca imaginaron que aparecía un tercero en esa relación: el running. Todo comenzó con varios fondos y meses de preparación y tuvo su punto más alto también en Nueva York.
Era 2016 y él se preparaba para correr su segunda Six Majors: la primera, había sido Chicago en 2015.
Los días previos no fueron buenos: estaba cansado, muy flaco, aunque en muy buen estado según los resultados de sus análisis. Fue en el kilómetro 16 del maratón cuando se dio cuenta que algo no andaba bien.
"Hacé de cuenta que se me cortó el interruptor. Se me agotaron todas las reservas y, desde ahí, fue un parto terminarla. Tuve que luchar con muchos fantasmas para llegar a la meta, sobretodo contra el dolor y la angustia", dijo Blanco que reflejó su experiencia en el libro "Un viaje de ida". Más tarde se enteró que tenía un problema en las tiroides.
Por suerte, y como aquel primer maratón, Estefanía lo estaba esperando sin importar cuánto tiempo demorara.
"Sentí una fuerte inyección de amor y orgullo. Cada vez que llega, siento que yo llego con él. En esto hacemos una especie de equipo que nos acompañamos en este sacrificio. Él me inspira a hacer algo semejante algún día, y que él esté ahí esperándome", dijo Estefanía, que corrió el Abbot Dash To The Finish Line en Nueva York (5K) y que cubrió varias maratones como fotógrafa.
Dentro de los recuerdos que inmortalizó con su arte, hay varias fotos en donde se ve a flor de piel la emoción que siente un deportista al alcanzar su meta y más aún estando lejos de casa.