Nuestro paseo en dos ruedas sobre un lago congelado de Siberia
El siguiente relato fue enviado a lanacion.com por Miguel Vallejos. Si querés compartir tu propia experiencia de viaje inolvidable, podés mandarnos textos de hasta 3000 caracteres y fotos LNturismo@lanacion.com.ar
El lago Baikal se encuentra en el corazón de Siberia, tiene la forma de un plátano, una extensión de 636 kilómetros y 1642 metros de profundidad que lo convierten en el lago más profundo del mundo. Además, tiene una superficie de 31.500 km2 y contiene, aproximadamente, el 20% de agua dulce no congelada del planeta.
En los gélidos meses de invierno, cuando se congela, el hielo que lo cubre puede llegar a tener más de un metro de espesor y su extensa superficie invita a realizar diferentes actividades sobre él, tales como patinaje, esquí, icebiking (ciclismo sobre hielo) y pesca bajo hielo.
Llegar al Baikal junto a Cintia, mi eterna compañera, fue una travesía tan extenuante como inolvidable, en parte debido a los diferentes medios de transporte que utilizamos para arribar, en los cuales convivimos con la cultura y el alma rusa en sus diferentes expresiones y matices.
Al inicio de la aventura cohabitamos con rusos inquietos y hospitalarios en el mítico tren transiberiano, el cual nos transportó, después de cuatro días abrumadores, hasta la ciudad de Irkutsk. Desde allí, en una abarrotada camioneta soviética, nos llevaron hasta una de las orillas del inmenso Baikal, y utilizando un aerodeslizador cruzamos el lago congelado hasta Olkhon, una isla mágica, apacible y con vestigios de chamanismo.
En la isla hay varios pueblitos desperdigados y anacrónicos; nosotros vivimos durante varios días en el sosegado Khuzhir, donde el envolvente silencio y la profunda espiritualidad del lugar se convierten en suaves caricias para el alma.
En nuestro alojamiento alquilamos dos bicicletas todo terreno, con las cuales íbamos a vivir una aventura embriagadora y desasosegada.
Pedaleando en blanco infinito
Originariamente, nuestro objetivo era descubrir, en bicicleta, los diferentes emplazamientos chamánicos dispersos a lo largo de la isla. Mientras bordeábamos el manto blanco y pétreo que cubría el lago observamos como una camioneta rusa impávida e indiferente se adentraba, sin hundirse, en las fauces del Baikal para realizar pesca bajo hielo.
Decidimos aventurarnos de forma impetuosa, a pesar de la incipiente activación del instinto de supervivencia, a pedalear sobre el lago más profundo del mundo y sin planificarlo estábamos practicando un deporte extremo y desconocido, el icebiking.
De forma pausada y casi temerosa fuimos atreviéndonos a navegar con nuestras bicicletas sobre la inmensa e infinita túnica blanca que cubre las aguas traslúcidas del Baikal. Cerca de la orilla se podía vislumbrar lo diáfano del hielo, pero a medida que nos adentrábamos en el lago la consistencia y tonalidad se iban transformando. Esto hizo que nuestras inquietudes y miedos fueran amainando y nuestros intrépidos cuerpos, cual entes autónomos irreflexivos, decidieron dirigir las bicicletas hacia las profundidades del lago.
Pedaleamos durante horas sin rumbo fijo sobre el hielo inmaculado mientras percibíamos de forma difusa las orillas del lago, por momentos tan distantes como inalcanzables y envueltos por montañas que parecían emerger del manto blanco impoluto.
Desplazarse sobre el hielo implicó sobrellevar diferentes sensaciones. En un principio, embriagante, al observar las gamas de los colores del hielo límpido y transparente, pasando por matices de azules, admirables tonalidades de turquesas y de verde intenso hasta llegar al deslumbrante blanco. Luego, escalofriante, cuando nuestro sentido auditivo percibía el ruido tenuemente ensordecedor del hielo resquebrajarse e iba generando en nuestros cuerpos oleadas de trémulos escalofríos. Por último apasionante, al navegar con nuestras ínfimas bicicletas sobre una masa de agua solidificada tan infinita como imperturbable y resplandeciente.
El lago Baikal en invierno tiene la apariencia de un temerario y gigantesco animal adormilado que a veces suspira y provoca un ruido temerario pero que en su apacible silencio impresiona suave y delicado.
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