
Guillermina Valdés: “Me achiqué mucho para no exponer a otros”
En este nuevo episodio de Entre Nos, Guillermina Valdés exhibe su faceta más intimista y revela episodios de su vida poco conocidos hasta el momento

Desde su Necochea natal hasta hoy, Guillermina Valdés recorrió un largo y versátil camino. Antes de que el mundo de la moda la descubriera, bañaba perros en la veterinaria de su papá. Ya instalada en Buenos Aires, se formó para inscribir su nombre en el ámbito de la actuación. Y hasta se animó, en estos últimos años, a emprender una exitosa carrera como empresaria lanzando marcas vinculadas con el cuidado personal.
-Sos una mujer que vive reinventándose, buscando nuevos rumbos. Naciste en Necochea, estudiaste Ciencias Veterinarias, pero la vida te fue llevando hacia otros lugares.
-Está bueno pensar en función de la búsqueda y en los lugares que uno habita, en cómo uno se va de esos lugres y por qué se va y a dónde se va. Son cosas que en la madurez una empieza a repensar y adquiere más elementos para tomar otras decisiones. Yo de Necochea me voy porque era un momento que sentía que tenía que migrar. Abandoné la carrera de Veterinaria y mi papá estaba muy enojado conmigo. La densidad en mi casa y en el espacio en donde trabajaba junto a mi papá era muy fuerte.
-¿Cómo se componía tu familia?
-Tengo una hermana y tuve un hermano también, que falleció, más chico que yo. Esto es algo que estoy empezando a hablar ahora, porque en realidad, una vez, hablando con mi abuela, a mis 27 años, me cuenta que yo era tan celosa que no podían alzar a mi hermano. Así me entero de que tuve un hermanito. Yo no sabía nada. Y ahí entendí muchas cuestiones que estaban guardadas. Mi hermano, bebito, falleció de muerte blanca al lado mío. Yo era muy chica también. Mis viejos hicieron lo que pudieron y tomaron la decisión de no hablar más del tema. Que ese hecho no haya tenido una identidad o un relato es una marca que te queda. Yo trabajé mucho sobre esa cuestión. Ahora quiero ponerle voz a Facundo, empezarlo a nombrar.
-Esas situaciones que se callan, después piden a gritos salir a la luz.
-Sí, son cosas que constituyen tu personalidad. La culpa de quedarte y de que otro haya partido. Yo estoy muy analizada y el análisis me hizo comprender que muchas cosas en mi vida, cosas que quiero hacer, el pedir permiso, tiene que ver con aquel suceso de mi infancia, en donde hay culpas, cosas que un niño no entiende. Y siempre que puedo abrazo a mi mamá y le digo que hizo lo que pudo. Qué peor para un ser humano que la muerte de un hijo.
-¿Qué cosas de Necochea aún viven en vos?
-Sigo teniendo una conexión, todo lo que allí viví, que tiene que ver con una ciudad chica, con mar, con parque, con mucha naturaleza, que es un lujo y que cuando uno no lo tiene lo valora más. Como en la pandemia: se entiende el valor de un abrazo cuando no puede darlo. Es lo mismo.
-¿Cómo arrancó el contacto con la moda, con lo fashion, dejar un lugar de anonimato y salir al ruedo en el mundo de la imagen?
-Son cosas que un poco te llevan puesta, no tenés conciencia de las cuestiones que estás eligiendo. Vos sabés lo que fueron los ’90, la exigencia que teníamos con los cuerpos, con la piel. Yo quería estar super dorada y me metía en la cama solar todo el invierno, como si una no pudiera aceptar su propia belleza, que hay que defenderla, defender tu piel, tu pelo, tus piernas. La mujer estaba muy condicionada a un estereotipo. Este momento, con las redes y los filtros, también es complejo.
-Es un trabajo muy exigente y con cosas que una no puede cambiar, porque una es cómo es, pero está la mirada del afuera, que puede aceptarte o rechazarte.
-Hoy, con el diario del lunes, quizás pienso que no hubiera hecho muchas cosas. No la pasé bien trabajando como modelo, no me encantaba, pero igual estoy muy agradecida porque me abrió puertas, viví de eso, viajé, conocí mucha gente, entendí lo que no quería y maduré rápidamente.
-Y, luego, emprender ese viaje hacia un mundo más artístico.
-En realidad, eso estuvo siempre, porque tiene que ver con la curiosidad. La curiosidad, en cualquier ser humano, es clave, y siempre la tuve. Leer, formarme, aprender. Si no estoy trabajando como actriz sigo en constante formación con diferentes maestros. Yo creo que el hecho de estar tan expuesta, algo que a mí me costó, mostrarme al afuera, al mundo, me dejó achicada a la mínima expresión, con relación a todo eso que yo te digo que soy. Por momentos sentí que no quería exponerme y que si yo me abría tenía que iluminar un montón de temas que no quería, no tenía ganas.
-¿Era un miedo a la exposición, a revelar aspectos de tu vida personal, como el estar en pareja con Sebastián Ortega o con Marcelo Tinelli, dos hombres muy fuertes? ¿Es algo que te frenó, que impidió que te abrieras más?
-Claro, me frenó, y a la vez siempre fui muy cuidadosa de mi historia personal, de los entornos.
-Pero a su vez uno se vuelve obsesivo con esas cosas, ¿no?
-Obvio, por eso digo que ya no importa. Yo soy una persona con buenas intenciones, y punto. Esta es mi historia, viví esto, me hago cargo, y fui muy feliz y pasé por un montón de situaciones que la gente ni sabe, y no lo digo desde el lugar de la victimización. Y ahora, con mis 48 años, digo ¿por qué me achiqué tanto para no exponer a otros? Y ahí me fui quedando en un lugar muy pasivo para toda la intensidad que yo manejo.
-En todo esto hay una cuestión de la mujer y un mandato impuesto con relación a la pareja, de quedarse atrás del otro.
-Así es. Y en eso juega también un poco mi inseguridad. A mí me gusta mucho hacerme cargo, me da poder real. Yo me sentía así porque había un grado de inseguridad muy grande. Lo reconozco, me tengo que con conectar con eso.
-¿Cuándo creés que hiciste ese giro, sentir que todo eso se acabó y querer actuar?
-Yo no diría que se acabó, así tan terminante. Yo quedo embarazada de mi tercera hija, Elena, estudiando Psicología en la UB [Universidad de Belgrano] y dejo la carrera en segundo año. Elena, ahora, está estudiando Psicología en la UB, ella eligió sola la cerrera y la universidad, es algo muy loco que ella esté como continuando una parte de mi historia de la que no sabía mucho. Bueno, pero en aquel momento, me di cuenta de que quería algo para mí, que era actuar, pero con tres hijos no tenía mucho tiempo, y empecé a estudiar con Julio Chávez y a encontrarme en ese espacio en donde había una parte de mí que podía expresarse y podía ser, un ser más genuino, que fue siempre mi búsqueda.
-¿Supiste aprovechar la imagen que venía de antes o es algo que se vuelve en contra?
-Con el camino recorrido y con el aprendizaje no hay contras, incluso con aquellas situaciones que te han hecho sufrir más.
-¿Qué cosas te hacen sufrir?
-Es un tema muy sensible. Yo siento que el sufrimiento es uno. Hay algo que me inquieta un poco en esta sociedad en donde los vínculos, las relaciones, no se habitan, no se dan. Hay algo relacionado a lo efímero que me da un poco de tristeza. Las ilusiones nos hacen sufrir. Nos ilusionamos con personas a las que vemos a través de un velo. Y no estoy hablando de los padres de mis hijos, con los que convivimos años, pero después hubo un momento en donde no funcionamos más y hay que saber aceptar eso. Es doloroso, es frustrante, porque yo soy una persona que apuesta a las relaciones. Es un fracaso cuando una pareja no funciona. De todas estas cosas habla la obra en la que estoy trabajando y que se estrena en enero.
-Te referís a El divorcio del año, dirigida por José María Muscari.
-Sí. Mi personaje es alguien que no entiende la separación como un proceso que duele, que se asume. Ella durante 30 años vive una situación muy compleja con el personaje de Fabián Vena, que hace de mi compañero. Se trata de una relación muy tóxica, con una hija que manifiesta un poco esa disfuncionalidad. Hay algo muy complejo que plantea la obra que son estos vínculos que se sostienen a pesar de tantas cosas, el mostrar una cáscara, pero que en realidad el contenido está muy rancio, y una hija que sufre, que padece. Me parece espectacular esta obra, porque ilumina lo que en realidad no está iluminado, que es cómo nos mostramos en las redes, que hay detrás de eso y lo que somos realmente. Y esto lo vinculo ya con la sociedad, en donde vivimos como en una especie de reality.
-Es cierto que cuando uno se muestra en las redes no exhibe una verdad total, pero vos sos alguien muy genuino, no estás desfasada de la realidad.
-Es así, pero, en verdad, en mi Instagram vos no ves a Guillermina, ves a una mina que en una foto se está arreglando, toda divina, pero quizás ese día la pasó muy mal, y que le está poniendo todo para que ese vestido se vea hermoso y el diseñador esté contento.
-Pensaba en la maternidad. Vos tenés cuatro hijos, es algo muy fuerte. Sos una madre con todas las letras.
-Me hice una madre.
-¿Cómo fue ese camino?
-Así como hablamos anteriormente de mi historia de niña, yo con ellos voy con la verdad absoluta, siempre. Saben que son lo mejor que me pasó en la vida. Eso me formó como mujer, como persona, ni hablar cómo pude dominar mi ego. Yo fui aprendiendo mucho con mis hijos.
-¿Con ellos aceptás todo o hay contradicciones?
-Todo el tiempo estoy haciendo un trabajo. Los acepto como son, con todo lo que me traen, pero muchas veces, por ejemplo, cuando veo que están eligiendo algo no tan bueno…, pero también entendí que yo muchas veces elegí cosas que no estuvieron tan buenas y mi vieja las quiso cambiar, pero yo tenía que pasar por esa experiencia. Yo, en sus elecciones, los acompaño mucho y aprendí mucho también, de su apertura mental, son tan artistas, los admiro mucho.
-Este ciclo tiene como eje un concepto al que se refería Walter Benjamin, que tiene que ver con el aura, con eso que es irrepetible. ¿Dónde sentís que está tu aura?
-En la emocionalidad. Tengo las emociones muy a flor de piel. Y creo que en este medio no garpa. Hay lugares en donde no vale la pena estar a corazón abierto. Aprendí a detectar que cierta gente que se me acerca tiene otros códigos y otra manera de manejar su energía, y saber eso me da más seguridad, porque antes vivía un poco a merced de otros. Igual es importante mantener la ternura del alma aun ante el dolor o la decepción, como esa cosa de niño o de niña, esa pureza.









