Chinchillas, y westerns de los 60: el debate por la velocidad de los cambios que vivimos
¿Qué tienen que ver las chinchillas con conceptos de economistas y filósofos de los siglos XlX y XX y con películas del salvaje oeste de hace 60 años? Que todos aportan lecciones, metáforas e ideas en general a una de las discusiones del momento entre economistas y tecnólogos: cuál es la verdadera velocidad del proceso del cambio que estamos atravesando, anclado principalmente en los últimos avances de inteligencia artificial (IA). En otras palabras: si en 2024 se verá una aceleración todavía mayor que la de 2023 o si sobrevendrá, como en ciclos anteriores, una meseta de decepción luego de una burbuja.
Van algunos números recientes para empezar a darle contexto a la conversación. A fines de noviembre, OpenIA, la firma más representativa del boom de IA generativa, que un año antes había lanzado al mercado ChatGPT, informó que estaba dando soporte a dos millones de desarrolladores, incluyendo equipos del 92% de las empresas de Fortune 500. En la encuesta global de CEO que hace cada año PWC, que se difundió el 15 de enero, un 70% de los entrevistados consideró que la IAG traerá cambios significativos, y la mitad consideró que sus empresas no serán viables de aquí a diez años por las trasformaciones que están ocurriendo y que se avecinan.
Aunque el 92% de las empresas grandes tiene equipos exploratorios de esta tecnología, solo un 6% de esas firmas ya muestran líneas de productos y servicios concretos en desarrollo apalancados en IAG, de acuerdo con otra investigación reciente del Babson College, de la que participaron 334 gerentes de tecnología (CIO) de grandes compañías. Pero en el mundo de la exponencialidad, el 6% es una suerte de número mágico: tradicionalmente estas funciones (que determinan la velocidad de avance) describen una “S” cuya primera curva o “rampa” comienza en ese 6% (es el famoso “punto de quiebre” o “tipping point” que popularizó el escritor Malcolm Gladwell en un libro homónimo del año 2000, aquí traducido como La clave del éxito).
Corto, mediano y largo plazo
Hay una frase muy repetida en el campo de la complejidad y la disrupción tecnológica: tendemos a sobre-estimar el cambio en el corto plazo y a subestimarlo en el mediano y largo. La mencionan seguido Bill Gates y otros empresarios. Si se piensa que el boom de la IAG tiene apenas más de un año, estaríamos aún en la parte del corto plazo, y por lo tanto, tal vez exagerando lo que puede pasar en 2024. Pero hay economistas que afirman que la explosión de la IAG es parte de un ciclo largo de transformación digital y que, por lo tanto, estamos en la segunda fase, en la etapa de despliegue comercial de todas estas tecnologías (en consecuencia, que la estamos subestimando).
¿Cuándo empezó, entonces, este “superciclo” de transformación? El columnista de The New York Times Thomas Friedman levanta la bandera de 2007 como “año fetiche”. Varios nombres icónicos de la revolución digital que sobrevino (iPhone, Android, Kindle, Facebook, Twitter, Airbnb, el Watson de IBM) tuvieron o bien su lanzamiento o su momento de inicio de explosión en ese año. La historia de este momento bisagra incluye el derrumbe del costo del secuenciamiento del genoma (dando origen a la edad dorada de la biología computacional) y avances en la construcción de microchips, que permitieron sostener la ley de Moore.
Otros analistas lo sitúan una década atrás, cuando por primera vez en la historia las empresas de tecnología superaron en valor a las compañías clásicas de energía, del sector bancario, etcétera. A principios de 2023 el analista de acciones del Bank of America Micahel Harnett acuñó el término de “los siete magníficos” para referirse a Apple, Microsoft, Amazon, Tesla, Nvidia, Google y Meta, las compañías que duplicaron su valor en 2023 en conjunto y que, sumadas, ya son un tercio de toda la capitalización bursátil de Estados Unidos. Tomó la referencia de un clásico del género western de 1960, dirigido por John Sturges, con Yul Brynner, Steve McQueen, Charles Bronson, James Coburn, Horst Buchholz, Robert Vaughn, Eli Wallach y Brad Dexter en los papeles principales. Los siete magníficos tuvo su remake en 2014.
Uno de los puntos medulares del debate es si esta fenomenal creación de riqueza se trasladará pronto a mejoras en ingresos y en calidad de vida. Un concepto que se repite entre los economistas que siguen el tema es el de “la Pausa de Engels”, acuñado por el historiador económico Robert Allen para referirse a la primera parte de la Revolución Industrial (1790-1840), en la cual se dio un aumento astronómico del valor de las compañías, pero los salarios subieron mucho menos; de hecho, se verificó un empeoramiento en las condiciones de vida. El fenómeno fue descripto por primera vez por Friedrich Engels en su libro La condición de la clase trabajadora en Inglaterra, publicado en 1845.
Si quisiéramos hacer “zoom in” en todo este debate para ver qué dicen los expertos en inteligencia artificial sobre la velocidad de avances en 2024, nos encontraríamos con conceptos como la “ley de escala de chinchilla”, que relaciona los parámetros de un LLM (los modelos detrás de ChatGPT y otras aplicaciones de IAG) y la cantidad de datos necesaria para entrenarlo. Es un punto central, porque hay consenso entre los tecnólogos en que el factor definitorio en la historia de los avances en IA fue la fuerza bruta computacional, que no puede seguir creciendo hasta el infinito. Por ejemplo, el actual auge de la IAG fue factible gracias a las mejoras en las placas demandadas por los consumidores de videogames. Lo de “chinchilla” es por el nombre de un programa.
Huracanes de cambio
Y ahora, al revés: hacemos zoom out y alejamos mucho la cámara. El despliegue de la IAG es solo uno de los huracanes de cambio que se están formando para 2024. Hay que agregar la crisis climática, las modificaciones demográficas, el polvorín geopolítico y el “super ciclo electoral”, por el cual por primera vez en la historia habrá elecciones en un mismo año en 64 países, que albergan a más de la mitad de la población mundial.
Por eso, aquí entra en juego un último concepto un poco más conocido en la economía del cambio: el de la “incertidumbre kightiana”, que utiliza mucho el economista Bradford DeLong. Se basa en una distinción que hizo el economista de Chicago Frank Knight en 1921 entre riesgo e incertidumbre. En el primer caso, lidiamos con elementos conocidos, que tienen una probabilidad esperada que se puede actualizar a medida que aparece nueva información.
En la incertidumbre kightiana, en cambio, lidiamos con lo que “no sabemos que no sabemos”. Y eso requiere herramientas y enfoques completamente distintos a los utilizados hasta ahora para poder navegar y seguir a flote.
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