La que fue la residencia de una de las familias clave en la historia política y religiosa de la capital italiana es ahora un hotel boutique; el edificio, dentro de villa Borghese, es ícono del barroco; la decoración demandó una inversión de 20 millones de euros
A partir del siglo XIII, el apellido Borghese se convirtió en clave para la historia política y religiosa de Roma. En la capital de Italia se lo encuentra en numerosos lugares: los famosos museos, la “villa” y numerosos espacios. Hoy, además, se puede dormir en la que fuera la residencia de la familia. Allí funciona un hotel de lujo, gestionado por un grupo liderado por el argentino Eduardo Safdie. Una de las habitaciones del hotel está ubicada en la que fuera la capilla. Entrar significa transportarse en la historia.
Safdie, quien dejó la Argentina hace 42 años, comanda el grupo Shedir Collection, especializado en este tipo de hoteles. Y hace un año abrió, en la sede del Palacio Borghese, Palacio Vilòn.
Son tres habitaciones, un comedor (en el salón de los espejos, llamado “el pequeño Versalles”) para 40 personas, cocina con chef de categoría, gimnasio, y espacios de recreación que incluyen una minidiscoteca al estilo de los ‘70, un salón con una pantalla gigante y la posibilidad de mirar un jardín con fuentes y esculturas.
Dormir allí cuesta entre 12.000 euros y 24.000 euros. En general se la contrata de manera completa y todo el servicio es, por supuesto, personalizado. Muy cerca de la zona de Plaza España, la fachada principal da sobre el río Tíber. El palacio fue construido a finales del siglo XVI, por iniciativa de Camillo Borghese (futuro papa Pablo V); más tarde, el príncipe Juan Bautista, en 1658, le encargó trabajos de renovación al arquitecto Carlo Rainaldi y al escenógrafo boloñés Giovanni Francesco Grimaldi.
Es uno de los máximos ejemplos del barroco romano. En los ‘70 fue nuevamente remodelado, siempre manteniendo su estilo. En la actualidad, entre frescos, esculturas, mármoles y muebles originales -todo es auditado por Patrimonio de Roma- hay intervenciones del arquitecto Giampiero Panepinto, quien trabaja para el grupo. También realizó la decoración del Palazzo Roma, un hotel abierto hace un mes en un edificio de la aristocracia romana con un “toque pop”.
El hotel boutique Vilòn está en lo que eran casas anexas al Palacio Borghese, que los príncipes solían alquilar. En 1841, por mandato de la princesa Adelaide Borghese de la Roche Foucauld, la estructura se convirtió en la primera escuela para niñas pobres, que fue confiada a las monjas francesas Hijas de la Cruz. “En Roma no hay edificios nuevos, la mayoría son del 1700 o el 1800 -comenta Safdie a LA NACION-. La Superintendencia es la responsable de controlar cada intervención que se hace sobre los edificios. En el Borghese estuvimos casi un año para poder comenzar los trabajos”.
El grupo cuenta con seis hoteles en la ciudad, está abriendo uno más en seis meses y un octavo cerca de fin de año. Además, tiene otro en Milán y dos en Capri. Solo para la decoración, el Borghese requirió unos 20 millones de euros de inversión. Algunas de las propiedades donde funcionan son propias y otras alquiladas.
El próximo establecimiento a abrir es un edificio de departamentos privados de unos 140 metros cuadrados, con servicio de hotel. Ya cuentan con esa propuesta en uno de los hoteles, Umilta 36. “El concepto de lujo fue cambiando, hoy se requiere más privacidad, pero también van escalando los objetivos de la demanda del súper lujo, antes era viajar en primera, ahora es hacerlo en avión privado”, grafica el empresario.
Cristiano Zucchiatti, director del hotel Maalot -el “rockstar” del grupo- y coordinador del resto de los hoteles, precisa que cada establecimiento tiene “su particularidad, son independientes; son conceptos diversos”.
En esa línea, repasa que el Vilòn es “máximo lujo”, pero como está más apartado de las zonas más frecuentadas (está a metros del Mausoleo de Adriano), es elegido por figuras muy conocidas que quieren privacidad. Parte de la misma estructura, el Palacio Borghese es “una perla, un viaje por el arte, por la historia”.
Palacio Roma -en Vía del Corso- es una construcción del 1800, con cada piso destinado a un tema, como Papas, filósofos, astrónomos y una sala de la música. Es “más austero, con presencia de arte pop”, caracterizado como un “acto de amor” hacia Roma. Al Maalot, a 80 metros de la Fontana de Trevi, Zucchiatti lo define como “dinámico, fashion, con el máximo confort y servicio, ganador de varios premios por estos factores”. El Umilta 36, también la zona de Trevi, cuenta con el restaurante El Porteño (cocina argentina, de dueños argentinos) y un café literario: Dandy.
“El lujo es subjetivo. Hoy pasa por gastar dinero para gozar de buenos momentos, de experiencias -añade Zucchiatti-. No se trata de ofrecer hoteles que permitan ‘estar como en casa’, la demanda es más que eso. Es contar con detalles que no hay en casa, que permitan relajarse, estar cerca del arte, de la historia”.
Safdie llegó por una historia de amor a Roma, se dedicó durante años al real state y ya lleva unos 18 en el sector de la hotelería. Desde el comienzo, apostó con su grupo a las “cinco estrellas lujo, a los clientes entendedores de los detalles, de los servicios de excelencia, que quieren sentirse acompañados y bien tratados en el alojamiento”.
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