Emma Stone se convirtió en 2017 en la figura menos esperada para protagonizar un musical, que finalmente le dio el máximo premio de Hollywood y abrió como nunca su camino de estrella a partir de ese momento; este año se le presenta un panorama parecido en la carrera por el título de la Academia de Hollywood
Después de dirigirla en la película que le dio su primer Oscar, Damien Chazelle dijo que si hay algo que distingue a Emma Stone es que al verla en una pantalla de cine “realmente puedes sentir los latidos de su corazón”.
Son muchos los que vuelven una y otra vez a La La Land, una historia de amor, que conquistó los corazones del público como el primer gran musical concebido por Hollywood en el siglo XXI, atraídos en primer lugar por el magnetismo irresistible de su protagonista femenina. Por supuesto, nada hubiese adquirido en esa obra un sentido completo sin el aporte de Ryan Gosling, cuya química actoral con Stone resulta única, sobre todo en las extraordinarias secuencias danzantes que ambos comparten. “Las dos son estrellas de cine eternas, a la antigua usanza, en los términos de su presencia en la pantalla y en la forma en que la cámara los ama. Y todo eso hace que se vean todavía más humanos”, reconoció Chazelle.
Pero hay que detenerse en Stone, que en estos días parece estar viviendo un camino muy parecido al que recorrió entre 2016 y 2017, con un cierre soñado: fue la ganadora del Oscar a la mejor actriz protagónica por La La Land. Ahora, su aplaudida interpretación en Pobres criaturas puede llevarla a un desenlace similar.
A menos que ocurra una catástrofe, su nombre aparecerá este próximo martes 23 entre las nominadas al Oscar. Y muchos expertos ya la vislumbran como favorita para repetir lo que ocurrió el 26 de febrero de 2017, cuando dejó el escenario del Dolby Theatre de Los Ángeles como ganadora del premio más importante que la industria de Hollywood le otorga cada año a una actriz. Sobre todo porque este año su principal rival, Lily Gladstone (Los asesinos de la luna) no fue incluida entre las candidatas al Bafta, el Oscar británico.
Un sueño en la gran ciudad
Todo este recorrido comenzó con La La Land y el personaje a priori menos pensado para una actriz de las características de Emma Stone, dueña de una voz áspera y de escaso caudal que en teoría nunca podría asociarse con el personaje central de una película musical. Pero ese condicionamiento natural no aparece como un obstáculo cuando tomamos conciencia de que lo que importa, en su caso, pasa por otro lado.
En el caso de Mia Dolan, el personaje de Stone, el talento vocal no adquiere tanto valor como el hecho de haber atravesado con intensidad la experiencia del fracaso en la Ciudad de los Sueños. Mia es una de las tantas chicas llegadas a Los Ángeles con el único anhelo de hacer carrera y triunfar en el cine. Pero debe conformarse con un modesto empleo como empleada de una cafetería mientras trata, sin suerte alguna, de mostrar su talento en todas las sesiones de casting que están a su alcance.
En ese punto, la vida real de Stone y el personaje que interpreta en La La Land se parecen muchísimo. Tal vez por eso su actuación resulta tan exacta y tan convincente. Stone llegó a Los Ángeles por primera vez desde su natal Arizona cuando tenía 15 años. En ese momento se sumó a una agencia de representación de actrices juveniles, que le conseguía con bastante frecuencia audiciones para programas del Disney Channel.
Allí empezó a experimentar la soledad de quienes ven cada vez más lejos la realidad del sueño que las atrajo hasta la capital del entretenimiento. “Iba a muchísimas audiciones hasta que en un momento se hizo un silencio de radio. Nada. No tuve ninguna audición durante meses. Eso fue más doloroso que participar muchas veces de audiciones y salir siempre rechazado. Si vas a audiciones, es porque la suerte aparece”, reconoció en una oportunidad.
Con el tiempo, los llamados regresaron y la vida de Stone se pareció bastante a la de Mia en la primera parte de La La Land, cuando en medio de una audición y de la representación de una escena muy intensa, al borde del llanto, todo se interrumpe ante el sonido de un teléfono que debe ser atendido por la directora de casting.
“Manejaba en ese momento un Volkswagen escarabajo. Solía maquillarme dentro del auto y nunca encontraba algo para limpiarme, así que dejaba el techo del auto lleno de colores. Alrededor mío, en ese mismo asiento, siempre había un montón de pedazos de pollo y papas fritas de Burger King”, recordó en 2017 en Toronto durante una charla con medios internacionales, de la que participó el autor de estas líneas.
La La Land tuvo en ese momento su estreno mundial dentro del festival de cine que cada año, a mediados de septiembre, se realiza en esa ciudad canadiense y funciona como primera gran vidriera de la temporada alta de premios de Hollywood. Muchos de los nombres fuertes de la industria que vieron allí la película por primera vez se sorprendieron sobre todo al ver a Stone cantando y bailando.
La gran mayoría de ellos estaba lejos del día a día de la actriz, que pocos meses antes había pasado por Broadway como protagonista de una puesta de Cabaret, con ocho funciones semanales. Allí tuvo su primer contacto con Chazelle, que le entregó el guion de La La Land y le contó que ideas tenía en su cabeza.
“La idea de un musical contemporáneo con una conexión tan visible con las grandes películas de la Metro de los años 50 me pareció tremendamente ambiciosa, única y muy divertida”, confesó Stone en aquel momento. Pero a propósito de la línea que une La La Land con la historia del musical cinematográfico dijo algo más: Stone se sumó a las proyecciones de los grandes clásicos musicales de Jacques Demy, Los paraguas de Cherburgo y Las señoritas de Rochefort, que organizó Chazelle para el equipo de casting.
Los colores del vestuario y algunos de los cuadros, especialmente los que Stone comparte con otros personajes femeninos en el tramo inicial, antes de iniciar su relación con Sebastian Wilder (el personaje de Gosling), resultan decisivos para darle perfil e identidad definitiva a la película.
Stone, al mismo tiempo, contó que su paso por Cabaret le sirvió para sentirse más cómoda que nunca en el aprendizaje de las coreografías. “Podría bailar todo el día, pero cantar es, digamos, un poco más complicado. Y con esta voz…”, reconoció con aires de irónica autoindulgencia. Pero la actriz consigue a fuerza de talento el milagro de transformar esa expresión vocal dura, arisca y hasta esquiva en una expresión seductora y llena de dulzura.
Basta con verla junto a Gosling en la mejor escena del film. Todo ocurre después de una fiesta, en pleno atardecer, en la bella escenografía del Griffith Park, con buena parte de la geografía urbana de Los Ángeles a sus pies. Filmada en tiempo real, con una luz muy parecida a la que naturalmente se registra a esa hora y en una sola toma, Mia y Sebastian empiezan a sentirse cada vez más cerca el uno del otro.
No deja de ser un detalle interesante el hecho de que en un momento Stone deja de hablar y se dispone a cantar, con un breve y sutil carraspeo. Desde ese momento, su pequeña voz se pondrá al servicio de una de las inspiradas canciones escritas por Benj Pasek, Justin Paul (letra) y Justin Hurwitz (música), en este caso “A Lovely Night”.
Con el tiempo se supo que durante la larga preparación (más de tres meses) a la que se sometieron Stone y Gosling, con extensas jornadas de entrenamiento en el canto y en el baile, la decisión de Chazelle y su equipo de producción fue adaptar cada uno de los números a las posibilidades vocales de sus intérpretes. Algunas de las melodías experimentaron cambios sutiles para permitirle a Stone llegar con su voz a cada una de las notas.
Dijo Stone que también para ella esta es la escena predilecta de La La Land. “No lo olvidaré jamás. Cinco tomas. Nos llevó dos días hacerla y mucho tiempo previo de ensayos. Y cuando la terminamos nos sentimos muy felices porque sabíamos que era una de las piezas esenciales de la película. Si hay algo que me gusta en la película es el sentido de cada canción”, destacó.
Una estrella en la Ciudad de los Sueños
Esa perfecta “A Lovely Night” es la respuesta de Stone y Gosling a la encrucijada que ambos empiezan a vivir cuando se ven atrapados, apenas comienza el film, en medio de un gigantesco embotellamiento que paraliza el tránsito por completo en la principal autopista de Los Ángeles. De aquel encierro pasamos a la libertad absoluta de movimientos expresada desde el baile compartido bajo las estrellas junto a un banco del Griffith Park. Emma Stone hace brillar a Mia en el centro de la multitud de luces que le dan vida cada noche a la Ciudad de los Sueños.
El Oscar, finalmente, llegó aquella noche de febrero de 2017 a las manos de Stone. La La Land había llegado a la ceremonia con el récord de 14 nominaciones y la estatuilla a su mejor actriz anticipaba un cierre con festejo. Aunque la cosecha de triunfos no había sido tan elevada como se esperaba (finalmente la película se llevó seis premios), todos descontaban en ese momento que sería consagrada por la Academia de Hollywood como el mejor film de año.
Hasta que llegó ese momento catastrófico que hizo historia cuando Warren Beatty y Faye Dunaway primero anunciaron que La La Land había ganado como mejor película e inmediatamente después apareció la rectificación: la vencedora había sido Moonlight, luz de luna. “En ese momento estaba mirando mi estatuilla como si fuera un hijo recién nacido. Y pasó algo muy confuso. Nunca entendí del todo lo que pasó”, diría luego Stone.
El tiempo acercó un nuevo veredicto. Siete años después de aquel papelón histórico, el público parece haberse olvidado por completo de Moonlight mientras sigue hablando de La La Land y disfrutando de sus grandes momentos musicales. Buena parte de todo ese mérito pertenece a Emma Stone. Si el próximo 10 de marzo le tocara ganar de nuevo el Oscar, esta vez por su excepcional trabajo en Pobres criaturas, no nos costará al verla sentir los latidos de su corazón. Como le ocurrió a Mia Dolan en la película de su vida.
La La Land, una historia de amor está disponible en Star+ y Amazon Prime Video
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