El conductor se declara fanático de las camionetas y asegura que le sirven para moverse con comodidad por todos lados
Carlospacense hasta la médula, el conductor y periodista Leonardo César ‘Leo’ Montero ha forjado una firma en cuanto a cómo se relata un partido de básquet, un round de lucha libre, las pruebas de los Juegos Olímpicos o cómo se lleva adelante un magazine diario. Extremadamente versátil, este profesional que en la actualidad está al frente de Estamos a tiempo que se emite por América TV, recuerda sus inicios al volante y describe cómo es como conductor en la vía pública.
“En 1982, a los 12 años, me enseñó a manejar mi papá en Carlos Paz, Córdoba, donde nací. Fue en un Peugeot 504 negro, siempre con la presencia de él. Íbamos por la montaña donde no había nadie y luego me dejaba un poquito más en la ciudad. También recuerdo que tuvimos un Honda Accord coupé chiquito, azul metalizado, muy lindo”, dijo Montero.
En cuanto a su primer auto, sonríe y cuenta: “Después de usar mucha moto, porque en la ciudad de Carlos Paz está lleno de motos y tuve de todas, mi primer auto fue un Dodge 1500 color huevo Oporto comprado con mi esfuerzo y no con el de mi papá (risas). Ahí ya tenía unos 18 o 19 años”.
Afirma que no le gustan los autos pequeños, pero que sí lo atrapan “las camionetas, ya que puedo tirar el bolso, tengo espacio de sobra y manejo elevado. Disfruto de eso, no importa si es 4x2 o 4x4. Y si se daña algo, olvídate, soy un desastre; no meto mano ni loco y llamo al que tenga que llamar o a la grúa más cercana de mi seguro porque yo no puedo arreglar nada. Por ahí, puedo cambiar una rueda, pero si se me queda el auto voy a levantar el capot sin saber qué hacer ni a dónde ir porque salvo que haya un cable suelto gritándome ‘yo estoy roto’, no tengo idea, así que llamo y que me vengan a auxiliar”.
Por la relación que lo une con Renault desde hace más de siete años, dice que ha “tenido casi todas las camionetas y SUV de la marca. Manejé el Captur, el Koleos y hoy tengo la Alaskan. Me gusta esta pickup por su altura. Es una chata que tiene firmeza para todos los terrenos y en la ciudad en lugares con lomo de burro o pavimento de adoquín no se siente. La disfruto, me da seguridad. Además, conservo un Porsche Cayenne 2008 que me la fui quedando como con cariño, un camionetón, negro, espectacular, que me sorprende por la liviandad de su dirección”.
Con todo a mano
Entre los lugares que ha podido conocer viajando en auto, afirma que en Carlos Paz hay muchos sitios increíbles, al igual que en Villa General Belgrano con la zona montañosa; recuerda el paisaje del camino del lago Traful donde se detuvo por el impacto de sus colores, y el recorrido de Villa La Angostura-San Martín de Los Andes-Junín de Los Andes. También, “en los tantísimos viajes NBA por los Estados Unidos hicimos un trayecto muy lindo por el valle de California de Sacramento a San Francisco pasando por Los Ángeles, donde en el último tramo son muy bonitos los paisajes y los viñedos, y hay un poco de todo”.
Dice que en el vehículo siempre lleva consigo “una pelota de básquet, una paleta de pádel con pelotitas y cantimploras para agua que recargo permanentemente, porque tomo mucha agua luego del gimnasio o de mi laburo y quiero estar siempre hidratando. Y tengo mi neceser con mis cositas: perfumes obligatoriamente, cera para el cabello y cepillo de dientes. Todo lo demás, o sea música y GPS, lo llevo en celular”.
Montero se reconoce muy desprendido con el auto: “Lo tengo, lo disfruto, lo presto (usalo, chocalo, devolvémelo), no soy complicado. Tengo una linda relación con mi auto, pero no es una extensión de nada mío. No soy fanático de lavarlo todo el tiempo o que me lo toquen, soy totalmente desprendido. No es una relación enfermiza”.
Como conductor se considera bueno: “Me gusta manejar y entiendo que lo hago bien, muy concentrado y sentado en la posición correcta, agarro bien el volante y siempre con cinturón de seguridad. Cuando puedo manejo fuerte pero consciente. Me gusta sentir un poco la velocidad que ofrece el auto. He sido invitado al Autódromo y pude sentirme un piloto, pero no soy un fanático del automovilismo”.
Respecto del tránsito cotidiano de Buenos Aires, afirma que “hay un miedo en los conductores que genera estar detenido en un semáforo a la hora menos indicada en un lugar incorrecto. Y tengo una dualidad: por un lado siento que no respetamos tanto; y por el otro, por ejemplo, soy un gran consumidor de la bici y uso mucho las bicisendas, por eso pensaba que al manejarme en bicicleta el automovilista era brusco e irrespetuoso con el ciclista y, la verdad, es que es todo lo contrario, se respeta bastante. Me sorprendió para bien”.
Y concluye: “Los argentinos nos creemos muy solidarios en las catástrofes y en las inundaciones, pero no tanto en la rotonda. Somos bastante picantes para manejar, corregiría eso”.