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Hace cuatro años, un 21 de diciembre, Gisela Pantoja recibió el alta después de hacer un tratamiento de rehabilitación por su adicción a las drogas. Tres días más tarde, pasó Nochebuena en familia. Era mucho lo que había para celebrar. Recuerda que todos estaban felices por ella. Tanto, que accedieron a que no hubiera alcohol en la mesa: su proceso de recuperación, que recién empezaba, marcaba que las cosas debían ser de esa manera.
A la medianoche, brindaron con agua y gaseosa. Pero diez minutos después del brindis, todo el mundo se quiso ir, apurado, a festejar con suegros, cuñados o amigos y brindar de nuevo. Esta vez con alcohol. “Sentí una culpa enorme. Una cosa es ver que tu familia tiene ese gesto por amor y lo sostiene. Otra, que te hagan sentir que hay algo que falta en esa mesa porque estás vos”, recuerda Gisela.
Desde ese día nunca más volvió a pasar las fiestas con ellos. Ahora es operadora socioterapéutica en adicciones y trabaja en un centro de rehabilitación ubicado en Castelar que se llama “Despertar a la vida”. Este 24 eligió pasarlo ahí, acompañando a otros pacientes que, como ella y en estas fechas, necesitan alejarse de situaciones incómodas e incluso peligrosas para ellos, como una mesa con bebidas alcohólicas en donde nunca falta una invitación recurrente: “dale, una copita no te va a hacer nada”.
El año pasado, Gisela grabó un video para las redes sociales que se hizo viral y volvió a compartirse en estas fiestas. Habla de la importancia que tiene para una persona que lucha para dejar atrás las adicciones poder compartir el momento con los seres queridos y lejos de las tentaciones. Y le habla, justamente, a esos seres queridos. “Brindá con jugo, con gaseosa o con agua, simple y clara. Será el mejor regalo que le puedas dar”, les pide.
Mantenerse lejos de cualquier sustancia tóxica o potencialmente tóxica es una condición necesaria para cualquier persona que esté en tratamiento por adicciones. Esto es así independientemente de la sustancia o del tipo del tratamiento que se realice o se haya realizado. Este requerimiento se vuelve especialmente difícil en épocas como esta, y puntualmente en este fin de año, en el que el triunfo de la Selección en el Mundial de Qatar no hizo otra cosa que reproducir aún más los brindis ya de por sí frecuentes por estos días.
De acuerdo a los últimos datos de la Sedronar, de cada 100 personas que dicen haber consumido alcohol, tabaco o droga durante el último año, una pide ayuda porque entiende que tiene un consumo excesivo y necesita tratamiento.
Julio Ainstein, médico psiquiatra especialista en tratamiento de consumos problemáticos, explica que en las semanas previas a las fiestas es fundamental remarcarles a los familiares de las personas que están en un proceso de rehabilitación por qué no es conveniente que haya alcohol en la mesa. Lo resume con la siguiente analogía: “Si alguien es alérgico a la penicilina, no se trata de un poquito o mucho. El solo contacto genera descompensación. Con las adicciones pasa lo mismo. Cualquier sustancia tóxica o potencialmente tóxica opera de la misma manera”.
Sin embargo, reconoce que no siempre es fácil que el entorno lo entienda. “Para las personas que nos toca atender, ese “una copita no te va a hacer nada” es una falacia. Muchos no pueden parar después de esa primera copa. A veces, los familiares se ponen ansiosos con el tiempo que demanda un tratamiento, pero las soluciones mágicas no existen”, considera.
Desde el punto de vista de una persona que estuvo en consumo, son tantos los estímulos y tentaciones contra los que deben luchar las personas en recuperación que muchos pacientes lo sienten como una guerra perdida. “Llegan las fiestas y te dicen: ‘Seguro me la voy a poner en la pera’”, explica Matías Rosa, consejero en adicciones y operador socioterapeuta.
Por eso, cuenta que su teléfono está siempre abierto en estas fechas como para brindar la palabra de aliento necesaria e, incluso, ir hasta la casa de alguien y rescatarlo antes de la recaída. Sus 12 años atravesados por un consumo problemático hasta que pudo decir “basta” le sirvieron para entender que, a veces, no alcanza con la fuerza de voluntad si el entorno no ayuda.
“Nosotros trabajamos mucho para que esa persona sea capaz de pedir ayuda cuando vea que determinado estímulo está activando sus ganas de consumir. Que llame a alguien para que lo vaya a buscar. Si puede, que evite esa clase de juntadas. A veces, lo mejor, es juntarte con otras personas que están en recuperación, en la misma que uno”, explica Rosa, que dirige el centro terapéutico Despertando Sueños, ubicado en Campana, que brinda orientación y derivación en forma gratuita.
Las comunidades terapéuticas son el tercer lugar más frecuentado elegido por el 19% de las personas que piden ayuda, según el estudio de la Sedronar antes citado. Está después de las iglesias y grupos religiosos (28,4%) y de los grupos de Alcohólicos Anónimos (23%).

Todas las personas consultadas para esta nota coinciden en que, a veces, es difícil entender por qué es frase “una copita no te va a hacer nada” no funciona con alguien que está saliendo de una situación de consumo. “La recuperación no tiene techo y la lucha es diaria. No es que te rehabilitaste y ya está. Yo, que llevo 15 años limpio, que estudié y me comprometo en el tratamiento de muchas personas, sigo evitando esa clase de situaciones. Y si voy a una reunión y llega mi tío con su botella de vino porque supone que una copita no me va a hacer nada, me levanto, digo “feliz año” y me voy”, asegura.
Pantoja, en cambio, propone a las familias de las personas en proceso de rehabilitación que, en lugar de brindar con alcohol, hagan la prueba de brindar con esperanzas y sueños. “Que un ser querido esté en proceso de abrazar la vida es lo mejor que le puede pasar a esa familia o ese grupo. La persona está luchando para salir del infierno, pero sola es muy difícil. El desafío es de todos”, concluye.
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