
Autoridad y legitimidad para brindar la respuesta adecuada
Los trabajadores sociales y su forma de actuar frente a las necesidades de los más débiles
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Es relevante comprender el sentido de una profesión como la de los trabajadores sociales, cuyas prácticas ligadas al cuidado y ayuda social constituyen tareas y obligaciones morales que existen desde la antigüedad, con el surgimiento de los pueblos y sus culturas. Ya sea de la mano de la religión, la filosofía, la ética, las leyes o la ciencia, contribuyó en el proceso de humanización de las personas y sociedades, y ocupó un lugar reconocido por la organización social o, a menudo, confundido y asimilado por las propias estructuras administrativas de los Estados.
Una profesión que, por otra parte, se nutrió y acompañó los movimientos reformistas que, desde comienzos del siglo XX, imprimieron avances sustantivos en la temática de los derechos humanos y la legislación social.
Según su especificidad, el conocimiento de la naturaleza de los problemas sociales y las características de la intervención lleva a los trabajadores sociales a tener que desarrollar actividades diferentes, pero interrelacionadas: planificar, establecer, mantener y evaluar la provisión de prestaciones de atención social, facilitar la comunicación directa con los beneficiarios para ayudarles a resolver un situación problemática, los cuales pueden constituir una demanda en términos individuales o la necesidad referirse a una familia o un grupo de la comunidad.
Redes de contención
Si bien estas actividades constituyen dos aspectos de lo que denominamos trabajo social, no son exclusivas de los trabajadores sociales. Puede ser que muchas personas se ocupen de ellas, bien porque formen parte de su tarea, en calidad de voluntarios, como partícipes de redes sociales o asociaciones comunitarias.
Esto nos lleva a destacar que, si bien los trabajadores sociales son las personas formadas y habilitadas (tituladas en el nivel universitario y con una profesión regulada por su ley de ejercicio profesional y código de ética) para dar una respuesta integral a los problemas sociales, no acaparan la exclusividad de la preocupación ni de las soluciones. No obstante, la gente espera de la eficiencia del profesional algunas cualidades que hacen que la intervención se asuma sobre la base de la autoridad y la legitimidad social que nos da el reconocimiento del otro, condición que perdura en la medida en que los trabajadores sociales nos hallemos dispuestos a poner en práctica el respeto a la persona y trabajar desde la complejidad de su vida, sus relaciones sociales y con el ambiente.
Si bien muchas son las críticas ante los ideales de los trabajadores sociales, sus principios y su puesta en práctica constituyen una importante protección para los usuarios frente a una acción insensible o arbitraria, y frente a intentos de solución de cortas miras.
Podríamos acordar que el rol del trabajador social se construye, en primer lugar, en torno de la relación (de ayuda, de solidaridad) con la gente. Es en el ejercicio de esta relación que los trabajadores sociales dan sentido a su trabajo. Y esta relación es central para definir la identidad de los profesionales, lo que es motivo de orgullo y satisfacción. Esta relación puede ser calificada de diversas maneras: ayuda, solidaridad, escucha, reencuentro, compañía o intermediación, en lugar de la asistencia cuyo corolario es el reforzamiento de la dependencia.
Es tal la diversidad de situaciones que enfrentan los profesionales en las que se hallan involucrados niños que no puede identificarse un único proceso de trabajo de la disciplina. Los diferentes servicios exigen de cada trabajador conocimientos e instrumentos particulares a esa situación, poniendo en juego la competencia y autonomía profesional.
Los trabajadores sociales sitúan sus capacidades en el dominio público, con el riesgo y los beneficios que eso implica; en distintas instituciones y bajo diversas condiciones de sus ambientes de trabajo; frente a públicos que tienen en común el estar afectados por el funcionamiento de una sociedad que, por su parte, puede mostrar diversos grados de tolerancia al riesgo, como patrones culturales que ayudarán a explicar por qué a veces se coloca en favor de la piedad, pero otras veces, de la horca.






