Igualar el acceso y la inversión, dos grandes desafíos de la educación argentina
El universo de la educación argentina es insondable. Es imposible conocer las experiencias de cada estudiante o docente del país. Lo que sí se puede es observar una serie de dimensiones a partir de la información existente. Esto fue lo que nos propusimos al elaborar el informe El estado de la educación en la argentina, en el que recorremos más de 20 años de estadística educativa para analizar la actualidad en términos de acceso a la escuela, trayectorias de los estudiantes, cargos docentes, inversión y resultados de aprendizaje.
Este análisis es de vital importancia porque, como repetimos en el Observatorio, lo que no se mide, no se mejora. Medir es condición necesaria aunque no suficiente para mejorar. Los puntos de referencia que sugiere la evidencia son fundamentales para evaluar logros y cuentas pendientes; y, partiendo de un diagnóstico preciso, proyectar los próximos desafíos.
La primera dimensión analizada es el acceso. En los últimos 20 años se observa un crecimiento sostenido de la matrícula. Entre 1996 y 2018 prácticamente 2.000.000 de estudiantes se incorporaron al sistema educativo. Un dato significativo es que la matrícula de las escuelas de gestión estatal creció relativamente menos que la de gestión privada. La matrícula en el sector estatal subió un 15%, mientras que en el privado el crecimiento fue de prácticamente el 50%. Como resultado, mientras que en 1996 el 75% de los estudiantes asistía a escuelas de gestión estatal, en la actualidad lo hace el 70%. Aunque la evolución de este indicador ha sido positiva, todavía persisten desafíos: uno de cada cuatro estudiantes aún no accede al jardín de infantes y uno de cada 10 sigue excluido de la secundaria.
La segunda dimensión es la de las trayectorias escolares. Aquí la buena noticia es que ha habido una leve mejora. Esto puede observarse al comparar, tanto en primaria como en secundaria, los grupos de estudiantes que comenzaron en 2007 y llegaron al último año en 2012, con los que hicieron lo propio entre 2013 y 2018. De todas formas, en la secundaria siguen existiendo grandes desafíos. De quienes comienzan la secundaria, solo seis llegan al último año en el tiempo esperado. Esto significa que aproximadamente cada 10 minutos un estudiante se queda en el camino.
En tercer lugar, analizamos la evolución de los cargos docentes. En este punto, es llamativo que en el nivel primario, en el período que va de 1998 hasta 2018, la cantidad de cargos docentes aumentó 20% mientras que la de estudiantes disminuyó 1%. También es interesante destacar las diferencias entre la gestión estatal y la privada. Si analizamos la cantidad de alumnos por cargo docente, se observa que hay 12 alumnos por cargo en el sector estatal, mientras que en la gestión privada son 15 los alumnos por cargo. ¿Qué significa esto? ¿Incide el hecho de que la mayoría de las escuelas rurales son estatales? ¿Acaso la escuela pública invierte mayores recursos en quienes más lo necesitan? ¿O es que las escuelas privadas tienden a ser más eficientes que las estatales? Se requiere de más información para poder responder estas preguntas.
Respecto a la cuarta dimensión analizamos, entre otras cuestiones, la inversión por alumno en el sector estatal. Tomando el último dato disponible y actualizando a valores de 2019, se observa que a nivel nacional la inversión es de 6.696 pesos por alumno. ¿Es suficiente? ¿Es eficiente en relación con los resultados que se obtienen? Lo que es indiscutible es que la inversión es dispar. Mientras que en Santiago del Estero se invierte por estudiante el equivalente a seis canastas básicas, en Tierra del Fuego la cifra representa casi 18 canastas básicas.
La última dimensión analizada en el informe es la de resultados de aprendizaje. Tomando en cuenta los resultados en Matemática en secundaria, se comprueba que de cada 100 estudiantes solo 30 alcanzan resultados satisfactorios, y entre ellos, solo cuatro alcanzan el nivel avanzado. Por otra parte, si analizamos los resultados en el nivel socioeconómico bajo, la situación es aún más alarmante: de cada 100 solo 10 alcanzan resultados satisfactorios y solo uno logra un desempeño avanzado.
En resumen, hubo grandes progresos en términos de acceso, pero falta mejorar en el nivel inicial y la secundaria. La trayectoria de los estudiantes en la secundaria es uno de nuestros puntos débiles: demasiados jóvenes se quedan en el camino. Respecto a los docentes, es llamativo que haya aumentado la cantidad de cargos docentes en un porcentaje relativamente superior al de los estudiantes. Se necesita más información para responder a los interrogantes que abre este dato. En torno a los recursos financieros, se comprueba que hay grandes disparidades en términos de inversión por alumno entre las provincias. Finalmente, se observa que los niveles de aprendizaje son bajos.
Estos datos dan cuenta de la dimensión pasada y presente de la educación argentina y nos permiten evaluar la evolución y actualidad de algunos indicadores clave. En el contexto actual de elecciones presidenciales es clave preguntarnos: ¿cuáles son las prioridades para llevar la educación argentina a una próxima dimensión? Necesitamos respuestas concretas de nuestros dirigentes.
*El autor es Director Ejecutivo del Observatorio Argentinos por la Educación.
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