Potenciar el desarrollo de la mujer rural: otro de los desafíos del G20
Olga Aparicio vive en Vaca Perdida, un paraje formoseño aislado y de muy difícil acceso. Con algo de nostalgia, recuerda su niñez en el Gran Chaco y las tardes calurosas en las que aprendía a hacer artesanías con su abuela, Marta Moreno, e imagina el orgullo que hubiese sentido ella al verla hablar frente a líderes de todo el mundo, difundiendo su cultura y proponiendo mejoras para su comunidad. "Mi abuela era una gran artesana y era la que hablaba frente a todas las autoridades con mucha seguridad. Donde yo vivo, no todas saben hablar español. Yo sí, porque fui a la escuela de mi pueblo", explica Olga, que tiene 41 años y es madre de siete hijos.
Elegida por la Red Nacional de Organizaciones de Mujeres Rurales de todo el país y por más de 2000 artesanas de origen qom, qomle´ec, wichi y pilagá que forman la Cooperativa de Mujeres Artesanas (Comar), a principios de octubre Olga se convirtió en primera indígena elegida para representar a la mujer rural en el Women 20 (W20). Allí, en el evento que reunió a más de 800 referentes que trabajan por la igualdad de género, formó parte de la mesa de trabajo que redactó un documento con una serie de recomendaciones para lograr mayor equidad en la inclusión de las mujeres a la economía mundial, y que será tratado durante estos días, en el marco del G20.
En los últimos diez años, las integrantes de las comunidades originarias y criollas del norte de nuestro país, se organizaron para mejorar su calidad de vida, fortalecer su economía, formarse y visibilizar el valor de su trabajo. No lo hicieron solas. Tuvieron dos pilares de apoyo muy importantes: la ayuda financiera de organismos nacionales e internacionales y el acompañamiento de las organizaciones intermedias, que las capacitan para que puedan acceder a estos fondos y autogestionar sus proyectos.
"El empoderamiento de las mujeres es algo que el mundo necesita hace mucho tiempo. Cada vez se ven más organizaciones de base formadas por ellas y ese rol es fundamental en el desarrollo comunitario", sostiene Patricio Sutton, director de la Red Comunidades Rurales, y agrega: "Más allá de las artesanías, también están liderando procesos de acceso al agua, turismo, producción y plantaciones para cuidar y aumentar su materia prima".
Las Mujeres Artesanas de Fortín Lavalle es uno de los grupos que Olga representó en el W20. Forman parte de la comunidad Qom, al este de la provincia del Chaco, en El Impenetrable. El paraje tiene una población que no llega a 700 habitantes, las calles son de tierra, la zona es muy seca y la vegetación escasa. Las mujeres de esta comunidad están acostumbradas a trabajar en sus casas y una de sus tradiciones es usar la hoja de una palma, llamada carandilla, para hacer sus artesanías.
Hasta hace un tiempo, temían que esa tradición se perdiera, pero en 2013 decidieron asociarse para ver cómo lograr que su trabajo adquiriera valor y hacerlo conocer. Con el apoyo del Programa de Desarrollo de Áreas Rurales (PRODEAR) y del Programa de Desarrollo Rural Incluyente (PRODERI) tramitaron su personería jurídica, bautizaron la asociación en su lengua originaria Qomlashepi Onataxanaxaipi (Mujeres indígenas trabajadoras) y empezaron a vender sus productos más allá de las fronteras de su comunidad. Ejemplo de esto, es el trabajo articulado que hicieron con ARQOM, una empresa argentina de diseño y arquitectura: diseñaron una lámpara con madera de descarte de la región y tejido de carambilla, que en 2017 fue premiada en el WantedDesign de New York, uno de los más importantes encuentros internacionales de diseñadores del mundo.
"Antes, nuestros maridos nos desconfiaban, pero ahora entienden que esto también significa llevar dinero a la casa, algo a lo que no estaban acostumbrados pero que ahora lo valoran. Todo esto nos fortalece mucho, por eso, queremos que cada vez más gente conozca lo que hacemos", dice Karina, una de las fundadoras de la asociación, que al principio agrupaba a 13 integrantes y hoy a 32.
Todas las mañanas, se reúnen para tejer sus productos, mientras sus hijos juegan y corren en los alrededores. Construyeron una sede que es la base de encuentro y exhibición, y a ese pequeño cuadrado de ladrillos, en medio de un monte bajo y duro, se acercan algunos turistas. Pero donde más venden es en ferias de artesanos en el resto del país, conectándose con ellos gracias a las organizaciones intermedias que les hacen llegar sus pedidos y las ayudan con la logística.
El trabajo artesanal de estas mujeres Qom viene de un conocimiento ancestral y les demanda un esfuerzo físico muy grande. Caminan kilómetros dentro del monte para conseguir la hoja de palma más adecuada para el tejido. Con el acompañamiento de la Agencia de Cooperación para el Desarrollo (ACERCA) y el apoyo económico del Programa de Pequeñas Donaciones (PPD) del Fondo para el Medio Ambiente Mundial, compraron una motocarga y ya no deben cargar la cosecha sobre sus hombros.
"El propósito del PPD es lograr beneficios ambientales globales a través de iniciativas locales como las organizaciones de base comunitaria. En la articulación público-privado están las organizaciones intermedias, como la Red de Comunidades Rurales, que llegan a la gente en forma más transparente y les genera más confianza, porque los conocen", explica Francisco López Sastre, coordinador nacional del PPD en Argentina.
Los fondos donados por ese programa junto a la Secretaría de Ambiente y Desarrollo Sustentable de la Nación, otros organismos internacionales y nacionales, son un incentivo muy importante para estas organizaciones de mujeres, ya que les permiten progresar, mejorar la infraestructura, formarse y vender en forma más eficiente.
Abrirse al mundo
A unos 100 km de Fortín Lavalle, en Misión Nueva Pompeya, otro grupo de mujeres artesanas de la comunidad wichi también logró salir del modelo tradicional para hacer conocer sus productos al mundo. Se trata de la Asociación Chitsaj, que toma su nombre de la planta con la que tejen sus artesanías. El chitsaj es el mejor chaguar (como se conoce a la plantas de fibra textil) y cada vez más difícil de conseguir dentro del monte. Además, la cosecha es muy difícil porque las hojas tie-nen muchas espinas y se lastiman al transportarlas.El proyecto con el que se presentaron ante el PPD se llama "Chitsaj: empoderando a las Mujeres del Impenetrable Chaqueño" y fue aprobado por sus innovadoras prácticas sustentables para proteger la biodiversidad. "Con los fondos que recibimos estamos plantando chaguar en nuestras casas, así no tenemos que ir a buscarlo al monte, ya que teníamos que caminar entre 20 y 30 km para cosecharlo", sostiene Elda Rodríguez, coordinadora de la asociación.
"Viajamos con nuestras artesanías por diferentes escuelas y ferias del país, damos talleres mostrando lo que hacemos y cómo lo hacemos y así compartimos este saber ancestral que no queremos que se pierda", agrega Elda.
Esos logros no hubieran podido ser posibles sin el acompañamiento de organizaciones como ACDI, la Fundación Gran Chaco y un aspecto fundamental: la tecnología. Todas esas mujeres pudieron hacer visible sus necesidades, intercambiar información y vender sus productos dentro y fuera del país, gracias a la tecnología. Como en estos parajes nunca hubo ni teléfono ni Internet, en 2013, el movimiento El Futuro está en el Monte, acordó con la empresa Samsung faci-litar el acceso a Internet de todas estas comunidades que vivieron desde siempre aisladas de los centros de actividad, lo que postergó su desarrollo económico.
"Hoy hay 19 centros instalados en Chaco, Formosa y Salta. Las mujeres se comunican por Whatsapp y reciben sus pedidos por Facebook. Además, sus sedes se convierten en centros de alfabetización digital, a donde van a aprender los chicos y otros miembros de la comunidad. Ellas se convierten en las docentes y se empoderan", explica Silvina Sampastú, coordinadora general del Proyecto Gran Chaco Nanum Village.
En el W20 y frente a las economías más importantes del mundo, Olga Aparicio hizo saber que las mujeres rurales se ven muy afectadas por la desigualdad en el acceso a recursos naturales y económicos como el agua, el control de la tierra, el acceso al crédito, la capacitación y la tecnología. Todo esto se traduce en desventajas económicas, culturales y sociales que atrasan su desarrollo. Lo que solicitan en el documento que se tratará en los próximos días, es que el Estado copie el modelo exitoso de esta articulación público-privada que llevan a cabo algunos organismos y organizaciones de la sociedad civil en regiones como la del Gran Chaco, para se convierta en una política pública que tenga alcance a todas las regiones del país.
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