Demián Rugna, un nuevo maestro del terror verosímil
El cineasta y escritor revela su método para construir el miedo desde lo más conocido y cotidiano, y presenta su nuevo libro “Aterrados“
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El miedo está a la vuelta de la esquina, más cerca de lo que pensamos. Eso que puede despertar nuestros peores terrores se oculta en el pulso de cada día. Y Demián Rugna sabe revelar esos dobleces para asomarse a la oscuridad más terrible.
Demián escribe terror en clave local. Ahora, en formato novela, pero desarrolló su carrera como cineasta. Dueño de una aguda imaginación, dejó su Haedo natal para vivir alejado del bullicio citadino en un pueblito cercano a Brandsen. Aunque como todo creativo, asegura que puede escribir y crear donde sea. Se lleva bien con la tecnología, pero mejor se lleva con las ideas “y ellas son la clave en cualquier formato“, asegura.
Su trayectoria comenzó mucho antes de que irrumpieran las plataformas digitales, el idioma nativo de toda una generación, pero entre sus fieles seguidores muchos son de esa franja etaria. Aunque jura que jamás hizo nada para “ganarse“ a los más jóvenes, la presencia de la Generación Z (nacidos entre 1997 y 2012) entre sus fans es innegable. “Pienso que puede ser por la crudeza de mi obra, no le ahorro nada al público: si el hijo del protagonista tiene que morir devorado por un perro, así será. Y no sobreexplico, jamás subestimo a la audiencia“.

Juego de niños
Desde niño, Demián Rugna encontró en las historietas la posibilidad de explorar su creatividad, y dedicaba las horas a retratar las tramas de sus películas favoritas. Ya entonces lo macabro y aterrador lo obsesionaba. Y en esas viñetas trazadas a lápiz, cobraban vida monstruos, fantasmas y violencia. No había cumplido los 10 años. Ni sospechaba que ese camino lo convertiría en una voz inconfundible del horror contemporáneo.
Actualmente director y guionista especializado en cine fantástico y de terror, Rugna consolidó su carrera con una filmografía aclamada que incluye títulos como Malditos sean! y el largometraje Aterrados. Su reconocimiento internacional se disparó al dirigir Cuando acecha la maldad, película que en 2022 fue premiada como Mejor Película en el Festival de Sitges y elegida como Mejor Película de Terror del año por Rotten Tomatoes. Este éxito le trajo gratas novedades, como ser convocado para realizar proyectos en Brasil, España y los Estados Unidos.

Terror en alza
Sí, sin dudas el género creció exponencialmente. Quizás impulsado por la avalancha de contenido en diferentes medios, plataformas y el gaming. Hay una oferta inmensa para cada “nicho“ de interés, y el terror no es la excepción. La cifra a nivel global de los ingresos, teniendo en cuenta los porcentajes de la taquilla, duplicó su participación en el mercado del cine, pasando de un 4.87% en 2013 a un 10,8% en 2023.
En la Argentina, el cine de terror experimentó un notable crecimiento: mientras que entre 1930 y el 2000 se produjeron aproximadamente treinta películas del género, solo del 2000 al 2010 la cifra ascendió a cerca de 150 producciones, lo que se considera un verdadero boom para el terror nacional.
En cuanto a la literatura, hay evidencia de un notable auge cualitativo y de crecimiento en el interés y la cantidad de lectores. El éxito de autores, como la argentina Mariana Enríquez, cuya obra ganó reconocimiento internacional y premios, es un indicador contundente de que el género crece en lectores y recibe una atención crítica sin precedentes en la región.
Con este impulso, su primera novela publicada, Aterrados (Grupo Planeta, 2025) basada en su aclamada película homónima, lleva más allá el universo de terror con escenas no vistas en el film y material literario inédito de El libro de Jano. De este modo, Rugna cruza los límites entre cine y literatura. Dicen los que saben que supera el desafío con un resultado asombroso, fiel a la película, pero completando su significado al ir más allá para profundizar en los motivos y el pasado de sus personajes.
La historia de la novela promete muchos escalofríos. Se centra en una serie de eventos inexplicables y aterradores que toman control de las casas en Ciudad Jardín. Gente desaparece sin dejar rastro, niños y animales regresan de la muerte, y grietas misteriosas ocultan oscuridades infinitas, acompañadas de ruidos metálicos, susurros amenazantes y golpes mortales.
Frente a este rompecabezas sangriento, un forense y un policía con pasados que los atormentan, intentarán –con la ayuda de una experta en lo paranormal– lo que parece imposible: limpiar las huellas del terror que han salpicado la vida de los habitantes de este lugar. La novela, basada en la multipremiada película de la que surge, refleja un hito para este artesano del miedo, que comparte algunos detalles de la elaboración de su libro.
–¿Qué te impulsó a convertir Aterrados en una obra literaria?
–Fue un desafío personal. Si bien vengo escribiendo cuentos, nunca me había animado con una novela ni había tenido el tiempo, ya que mi profesión se centra en el guion. Mi universo es el audiovisual. Me lancé a escribir durante la pandemia, con la intención inicial de publicarla por fragmentos en mi página web. Quería testearme y explorar otras facetas desde lo literario, pues el pasaje del guion a la literatura es un salto grande.
“Finalmente, esa novela –que no era Aterrados, sino En el viento rancio, mi primera novela escrita– la guardé, porque no encontraba la salida en mi ámbito profesional. Todos mis contactos y mi trabajo están relacionados con lo cinematográfico. Si le decía a un productor que tenía una novela inédita, me pedían un guion. Por casualidad, di con Editorial Planeta y les ofrecí esta novela. Les encantó. Me propusieron publicarla, pero me consultaron si me animaría a versionar una de mis películas, Cuando acecha la maldad o Aterrados. Dije que sí, y así surgió la posibilidad de volver a este universo y expandirlo.
“Me permitió una mirada de director de cine, deteniéndome en detalles que en una película no pueden explorarse. No fue como escribir una novela desde cero, creando un universo como lo haría un escritor tradicional. Adaptar una película que ya había dirigido y que incluso había reversionado varias veces (por los procesos de remake) fue una experiencia diferente, pero me apasionó. Aterrados me llevó a recorrer muchas partes del mundo, y la audiencia global me permitió entender sus reacciones y lo que quizás esperaban. Todo aquello fue volcado en la novela, jugando con esa información recogida en cada proyección".
–Con Aterrados ganaste muchos premios.
–Sí, aunque he ganado más con Cuando acecha la maldad –que incluye el de Mejor Película en la Competencia Oficial del Festival de Sitges 2023–, Aterrados también ha sido muy reconocida mundialmente. Cuando acecha la maldad, mi última película, disponible en Netflix, ganó Sitges (el festival más importante de cine fantástico) y Fangoria la considera una de las 100 mejores películas de terror de la historia.
–Mencionabas que, al escribir, ahondabas en detalles a partir de la imagen que ya tenías de una escena. ¿Cómo se fusionan lo visual y lo literario en ese proceso?
–Totalmente. Tuve la posibilidad de reivindicar en el libro muchas decisiones de la película y darles más profundidad, aunque nunca sobreexplico. Es una postura autoral casi ideológica, en contraste con las películas comerciales que te explican lo inexplicable. El espectador se siente seguro con esas explicaciones, y yo busco todo lo contrario: que pierda la seguridad, que no sepa dónde agarrarse en una película de terror. La película no da respiro. En la novela tengo más tiempo de ir trabajando la tensión, pero creo que logro esa sensación de inseguridad también. Y sobre todo, no escribo para los espectadores, audiencia o lectores. Yo cuento las historias que a mí me gustarían.
“El libro tampoco inventa un mito estúpido para justificar lo inexplicable. Se dejan cosas sueltas hasta muy avanzada la historia. Así que el texto es bastante fiel a la película en ese sentido, pero es como una madera hinchada en el agua: ves cosas de los personajes que no están en el film, entendés un poco más de dónde viene cada uno, e incluso sabés qué pasó después, algo que en el film no está.
“Como director en la película, elegí no ahondar en cosas que sí aparecen en la novela porque no quise poner escenas que no generaran miedo. La premisa de Aterrados es mantener al espectador muerto de miedo desde el minuto uno hasta el final. En el caso de la obra literaria fui a explorar desde una atmósfera depresiva a los personajes, profundizando en su pasado y futuro. Me costó dejar de pensar en el espectador de la película al escribirla, es un diálogo directo con él. Sin embargo, mucha gente que no vio la película leyó el libro y le encantó. Me gusta que haya personas que aborden el libro desde cero".
–Ahí hay dos aspectos interesantes: por un lado, los distintos formatos que gana el género y, por otro, que es un género que no deja de crecer.
–Sí, el género crece a la par de lo que ha crecido en el mundo en los últimos 20 o 30 años. Creo que también tiene mucho que ver con las redes sociales, los grupos y los “guetos”. Los géneros se han solidificado porque hoy podemos encontrar lo que realmente nos gusta. Hace 30 años veíamos lo que la televisión nos ofrecía. Hoy, el gusto se ha estratificado tanto –las ideologías, las posturas, incluso la identidad sexual– que todo es diferente. El género de terror ha generado una masividad de fieles a nivel mundial. La diferencia del terror con otros géneros es que la nacionalidad de la obra no importa. Si sos fan del género, sos fan. Si hay una película de Malasia o Tailandia que dicen que es buena, la vamos a ver. Igual con un libro.

–¿Eso es lo que te interesa de escribir o filmar terror?
–No, es una simple descripción de la fidelidad de los fans del género. Que crecen y crecen también es verdad. A mí siempre me interesó el género, los monstruos, la violencia. Cuando era chico, a los 9 o 10 años, ya dibujaba historietas basadas en películas que veía. Todavía conservo muchas. Literariamente, el género me llegó a través de los cuentos de Edgar Allan Poe y de Horacio Quiroga. Esas eran mis primeras lecturas de terror, que leía con la misma pasión que alguna del Pato Donald.
“No viví una época en el conurbano bonaerense donde el cómic de superhéroes fuera accesible. Si existía, era caro. Tenía una historieta de Spider-Man y las revistas Fierro de mi viejo. Pero las películas eran lo que más me atraía. Empecé con pelis de acción, que luego convertía en historieta. Enseguida me pasé al terror y a bajarlas al dibujo. Así comencé a crear mis propias historias, basándome en lo que veía, haciendo mis propios remakes modificados. Luego creé personajes propios. Eso fue durante toda mi infancia y el inicio de mi adolescencia. Después estudié dibujo de historieta con Horacio Lalia durante varios años, con la intención de hacer storyboards para algún director. Esa era mi meta. Finalmente, la profesión me llevó a ser mi propio storyboarder, aunque mis storyboards son un desastre. Contraté a alguien más porque hacerlo bien lleva tiempo, y no lo tengo".
–Volviendo a los lectores, a las nuevas generaciones y lo difícil que es ligar con ellas, ¿cómo lográs su atención? Además, siendo que el tuyo es un terror muy local, ¿cómo hacés para que llegue a un público global?
–Pensar en cómo llegar a las nuevas generaciones usando una fórmula es complejo. Yo no tengo hijos, pero sí sobrinos. No me siento un “viejo choto”, pero dudo si realmente comprendo a las nuevas generaciones hoy en día, o si me pasa lo mismo que a mis abuelos conmigo cuando yo era chico. Por eso, cuando me planteo escribir una historia no pienso demasiado en cómo llegar a esas nuevas generaciones, ni en hacer las cosas muy breves y sencillas para que entiendan. No me pongo a pensar que les estoy escribiendo a ellos.
“Sí entiendo que hay algo en mi obra que funciona con ellos, y creo que es porque es descarnada, directa y no se guarda nada. Eso le da al género un halo de frescura y una identidad propia que no busco, sino que no puedo evitar. Esa identidad es ser argentino y escribir personajes que viven en nuestros barrios, con situaciones condicionadas por nuestros problemas socioculturales. No escapo de ellos, pero tampoco los busco intencionalmente. Soy un producto de la idiosincrasia argentina”.

–¿Hay alguna reflexión sobre la condición humana o la problemática social actual en tus historias?
–Sí, en mis historias siempre, de alguna manera. En el caso de Aterrados, el hecho de hacer cine de género en un país donde no tenemos una vasta historia ni gran audiencia, ya implica una postura política, una postura frente a tu sociedad. ¿Por qué hacer esto que no se suele hacer y que cuesta tanto conseguir el público? En cine es muy caro hacerlo bien. Hay una propuesta contracultural. Y esa propuesta te pone en una situación de crítica social. En realidad, elegí este camino porque no es recorrido, y el hecho de hacerlo ya es ir a pelear contra los molinos de viento. Me pasó siempre. En algunas obras se nota más que en otras, tal vez en Cuando acecha la maldad, mi última película, que tiene un perfil muchísimo más político y crítico hacia la sociedad a nivel mundial. En Aterrados quizás no se refleje tanto, pero ambientar una historia en un barrio del conurbano y que los personajes sean como son, marca una idea de cómo me siento parte de la sociedad y creo mis cosas a partir de ahí. No es solo un localismo.
–¿Qué dirías que busca contar Aterrados en particular y tus historias en general?
–Me cuesta muchísimo definir mis propias historias o definirme a mí mismo, porque también me encasillaría. Pero sí siento que intentan ser lo más verosímiles posible dentro de un mundo de fantasía. Están aferradas a la realidad y desde ahí permiten una fácil identificación. Una suerte de “realismo oscuro”, si se quiere.
–¿Cuál es el método que usás para sumergirte en esas atmósferas oscuras que necesitás para crear?
–Cuando me sumerjo en esas profundidades, quizás estoy rodeado del perro que me ladra o mi mujer que me habla. No hay conexión con ningún tipo de demonios. Quizás me ves así, estoy escribiendo algo completamente macabro pero no hay una conexión mística (risas). Eso sí, concibo todas mis obras con una profunda conexión con el humor negro. Eso siempre lo digo porque es donde me caracterizo, donde me muevo con mis seres queridos y amigos que me conocen. El terror tiene mucho de humor negro, eso me tracciona a jugar y regodearme con alguna “trampa” que estoy tendiéndole al espectador. En definitiva, es un chiste macabro.
–¿Cuál de todos estos ingredientes de tu singular creación creés que te otorga el éxito global que tenés? ¿0 que seas un “fenómeno del terror argentino”, un “artesano del terror argentino”, como te señalan?
–Si tuviera que elegir un elemento, diría que en mis historias no sabés qué puede llegar a pasar, como dije antes. A diferencia de la fórmula de Hollywood, que te explica todo. En mis películas, y ahora que tengo un libro, en mis historias, todo puede suceder y el espectador nunca está del todo protegido.
–¿Eso es lo que hace que públicos tan diversos elijan tu creación?
–Es la honestidad con el género. Puede sonar abstracto, pero se basa en eso: la honestidad con el género implica que todo puede pasar, que cosas que en películas más comerciales están aseguradas, como que el protagonista está a salvo, acá no van. Eso es el terror. No te voy a salvar, no vas a estar protegido nunca. Pienso que ven a un director que no tiene problema en demostrar y hacer, que no guarda nada, y que es honesto con el género que todos amamos. El público se da cuenta de que yo amo lo que hago. Cómo funciona eso para lograr un éxito global, la verdad, me gustaría que alguien me lo pueda definir mejor que yo mismo. No soy muy consciente de ello.
–Sobre la Inteligencia Artificial, ¿pensás que los creadores de historias en algún momento van a ser reemplazados por la IA, como una distopía terrorífica que podría ser?
–Sí, creo que hoy en día la Inteligencia Artificial está ahí para escritores, editores, para todos. Está siendo de gran ayuda en muchas cosas. Es un gran asistente, obviamente controlado artísticamente por el ser humano. Pero en el futuro todo puede pasar. Sé que las generaciones futuras no necesitarán saber cómo se hacen los cálculos para ciertas cosas o no necesitarán aprender acerca de muchas cuestiones porque la IA ya se las resuelve. Hoy con Inteligencia Artificial podés pedir “contame una historia de esto y esto”, y te pone un avatar, un narrador al lado del fogón, te hace el fuego en la pared y te cuenta la historia que le dijiste en cuatro líneas. Que eso se masifique ya depende de las próximas generaciones. Pero veo que hacia ahí va.
–En ese contexto, ¿tiene sentido hacer lo que vos haces, contar historias y dedicarte a eso?
–Mientras exista esta época, claro que sí. Tiene sentido, primero para mí, y creo que todavía hay público que aprecia que haya obras hechas por un ser humano. Es un poco como la música: hay gente que aún prefiere la música en vivo, hecha por humanos y no por máquinas, y valora los recitales mucho más, que son puro encuentro humano. La distopía que me planteás es algo que yo, como autor, me planteo todo el tiempo. Mi compañera es ilustradora y se lo plantea. Es un mundo que no sabemos cómo será en 20 años, para los chicos que hoy tienen 14. La IA nos está reemplazando, esa es la realidad. Viene en carrera.

–¿Cómo impactó el apoyo estatal, como el del Incaa, en tu carrera? ¿Cuál es tu postura sobre la inversión en cultura nacional para promover la creatividad con sello nacional?
–Mis primeras películas fueron con fondos privados o propios, y no las vio nadie. Mi tercera película la hice con apoyo del Estado (Incaa), pero nunca pude estrenarla. La primera se llamó The Last Gateway; la segunda, Malditos Sean, y la tercera, No sabés con quién estás hablando. Esas tres primeras experiencias, hechas con fondos privados, propios y apoyo estatal, fueron un fracaso en términos de resultados de mercado. Aún así, el Instituto me dio la posibilidad de hacer mi cuarta película sin considerar que las tres anteriores no habían dado rédito económico ni las conocía nadie. Apoyaron a un director con tres películas fracasadas en su haber, y así hice Aterrados gracias a un concurso del Incaa para películas de terror que gané.
“Fue esencial ganar ese premio y hacer esa película, porque yo ya estaba dejando la profesión, empezando a dedicarme a otra cosa. Con esto te digo lo importante: los resultados del mercado, sobre todo en la cultura, no se obtienen de un día para otro. Quizás ese resultado no se vea en mi generación, sino en la próxima. Es un camino y una solidificación de la identidad cultural de un pueblo. Mis tres primeras películas, aunque no hubieran tenido éxito en su momento, podrían ser redescubiertas quizás a la luz de lo que logré después, es hacer historia contrafactual igualmente… ¡Por suerte!
“Hoy fijate cómo el apoyo estatal para el cine en la Argentina se ha casi minimizado, mientras me llaman para hacer películas en Brasil, España o los Estados Unidos con el apoyo estatal de ellos. Hay concursos en Brasil que otorgan un millón de dólares por película, para veinte películas. En España, en todos lados el apoyo estatal a la cultura es fundamental. Obviamente, todo tiene que estar bien administrado y el dinero debe gastarse en la película”.
–¿Aceptarías filmar afuera?
–Amo el género, haría todo aquello que lo cuide y lo haga crecer.
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