La novela escrita a cuatro manos por José Luis Juresa y Fernando Rabih, admiradores de los Beatles, hace referencias a las canciones del cuarteto para contar una historia que revaloriza la amistad.
La novela Dakota es un brindis por la amistad que abre nuevas posibilidades y que nos ayuda a recuperar la infancia. “La infancia es la energía con la que la vida se revitaliza, se deshace de todo lo que le sobra, le pesa y arrastra. La infancia es lo que nos da aire y nos hace respirar”, dicen a La Nacion los autores José Luis Juresa y Fernando Rabih, psicólogos, ensayistas y amigos, en uno de los cafés de Villa Crespo donde se juntaron para escribir el texto. Los protagonistas de la novela, Willy, Larry y Dakota, como tres barcos que navegan a la deriva por aguas oscuras sólo alcanzan a divisar en el horizonte el abismo de sus vidas frustradas. Los tres coinciden una mañana en el Central Park de Nueva York, y allí son testigos de la aparición de una entidad mágica: el fantasma de John Lennon. Ese encuentro les abre las puertas a una “segunda oportunidad” para sus vidas, si es que se atreven a inaugurar una historia nueva y a emprender la aventura extraordinaria y difícil de lograr: reinventar el destino.
“Cada uno de los personajes, en su encuentro con el fantasma, burlan el destino que, en cada caso, se aleja del deseo y de lo que cada quien busca vivir. Cuando se deciden por el deseo, empiezan a suceder cosas. Se parece al momento en el que nos vamos a dormir, y nos arrojamos a la posibilidad de soñar. Hay gente que no concilia el sueño por el riesgo que eso implica, el riesgo de soñar”, explican Rabih y Juresa.
Willy, empleado bancario de clase media porteña, es abandonado por su esposa. El trauma del abandono es doloroso: Willy decide viajar a Nueva York, ciudad que siempre soñó conocer, donde vivió y murió su ídolo máximo, John Lennon y en la que actualmente vive su exesposa, runner profesional, a quien cree ver corriendo por todas partes; la persigue, y va al cine y habla solo durante dos horas con su fantasma. Larry Salem es uno de los cineastas más prestigiosos de Hollywood, pero decidió invertir sus ahorros en un largometraje propio que fue un fracaso absoluto. Sin un dólar, tiene que vender su mansión neoyorquina y su única salida es mudarse, junto con su esposa y su hija, en la casa de su suegra. Y Dakota es una joven de 21 años y voz prodigiosa que se quedó sin madre al nacer y sin padre a sus siete años por un supuesto suicidio. Ahora vive con su tío, el reverendo Clarence Jones, y canta en el coro gospel de la iglesia, pero ella sólo quiere escapar para cantar en Broadway. “Los tres, junto con el fantasma, se encuentran con la amistad, y en paralelo, rememoran el cuarteto Beatle, cuatro chicos de barrio que se hacen amigos e inician una aventura que transforma sus vidas y el mundo”, explican Juresa y Rabih.
Para Larry, mi amigo del otro lado del parque, le firma John Lennon en una lámina con un dibujo de su rostro que le regala a Larry. En el edificio Dakota, Lennon y el director de cine eran vecinos que se cruzaban en el Central Park; el músico era fanático de las películas de Larry y estaba presente en todos los estrenos. “La primera imagen que se le cruzó por la cabeza a Larry cuando se enteró del asesinato de John fue el de una butaca vacía. Pensó en ese lugar vacante, inexorablemente vacío para siempre. Desde aquel fatídico día, cada vez que se estrenaba una de sus películas, Larry daba la orden de dejar una butaca libre en todos los cines de Nueva York, con la excusa de que él mismo podía llegar a asistir a último momento”, escriben los autores, que admiran a los Beatles y les dedican el libro. Las referencias a las canciones del cuarteto son también numerosas.
También se lo dedican a la Gran Manzana; todo pasa allí. “Ambos viajamos a Nueva York en 2018, con unos meses de diferencia. Volvimos fascinados y empezamos a escribir el texto ese año. Primero, la idea era escribir un guion para una serie, después uno para una película, más tarde se convirtió en novela y luego apareció la posibilidad de publicarla en Planeta. Nueva York reúne todos los fantasmas del mundo, es una especie de vórtice en el que confluye la humanidad, el planeta entero, sus sueños, sus frustraciones, sus expectativas, sus resentimientos, en fin, todo lo que aparece en la novela”, explican.
“El libro entrecruza varias historias que protagonizan cuatro personajes muy distintos entre sí, muy bien delineados todos, con énfasis en Willy, una suerte de antihéroe contemporáneo que parte hacia Nueva York con la excusa menos ‘moderna’ del mundo: una pena de amor –opina la periodista y escritora Leila Guerriero–. Con ese telón de fondo y la ciudad que actúa como gran protagonista, el libro logra ser, al mismo tiempo, emocionante y muy divertido, tiene escenas desopilantes y pasos de comedia entrañables”.
Otra referencia a Los Beatles es Stuart John Hoffman, el villano de la novela, figura del resentimiento, que nació el mismo día que murió Lennon, el 8 de diciembre de 1980, cuyo padre no presenció su nacimiento porque fue a la sala donde estaba internado su ídolo de la música, cuya madre se suicida cuando tiene seis años, y decide nombrarlo Stuart para homenajear al “quinto Beatle”, Stuart Sutcliffe, mejor amigo de Lennon, gran pintor, sin especiales destrezas musicales, que sufre un derrame cerebral que lo mata. El villano está completamente influenciado por el fantasma de Stuart Sutcliffe y, por eso, odia furiosamente a Los Beatles, escribe una biografía del Beatle perdido que lo sacraliza y culpabiliza a Lennon por su muerte y hasta incendia una librería de la que el dueño era amante de los Beatles. La figura del malo, “El Hombre de chaqueta militar”(como lo llaman en la novela) es la de un joker: alguien cargado de cólera, que no se hace cargo de su vida, resentido por lo que no fue y por lo que nunca existió. “El resentimiento del personaje está inspirado en una interpretación que hicimos de Stuart Sutcliffe, el quinto beatle malogrado, el que dejó su carrera exitosa en las artes plásticas por amor a Lennon, por la amistad, por seguirlo en la aventura, y porque era el único que tenía plata para comprar un bajo; murió justo antes de que arrancara la beatlemanía”, cuentan los autores.
“La mayor virtud de la novela –dice la psicoanalista y ensayista Alexandra Kohan– es la manera de entrelazar las historias y los modos logrados de la construcción de los distintos personajes. Justamente, la maestría reside en la construcción de personajes tan distintos que, a la vez, se encuentran en una trama que los lleva a reunirse. También se construye un clima lisérgico en el que ciertas cosas que van pasando se iluminan especialmente. Y el humor: tiene mucho humor. Hubo partes en las que me reí a carcajadas”.
Para el historiador Felipe Pigna, el libro “recrea muy bien todo el clima de Nueva York, la opulenta, la decadente, y toda esa magia del Central Park y del Dakota. La música Gospel, el barrio Harlem y elementos lindos que la hacen fascinante”.
Otro tema que recorre la novela es la amistad. “Después de todo –continúan los autores–, somos dos grandes amigos que un día decidimos embarcarnos en esta aventura de escribir algo juntos. Hay en Dakota un suceso –supuestamente accidental– que reúne a tres desconocidos en un momento muy sombrío de sus vidas, y a partir de aquel hecho mágico, cada cual se dirige a enfrentar sus verdades, padecimientos y deseos con ayuda de los otros: With a little help from my friends. El marco que le da sentido a la novela es el de la amistad, que es una forma del amor, tal vez, mucho más expansiva que la pareja, que tiende a reducirse a la familia, a los hijos, y al amor entre dos. La amistad es una forma más comunitaria de amor, más abierta y menos formateada. Amistad y humor, para nosotros, van de la mano. Nuestra amistad está atravesada por el humor”.
En Dakota, hay un anciano de larga cabellera gris llamado El hombre que le habla al mundo, que tiene una pancarta con la leyenda John Lennon is with us, y que como todo hombre sabio maestro de lo infinito instruye, guía, acompaña y orienta a los protagonistas y grita en las escalinatas de Times Square: “¡Adultos! Siempre dispuestos a desplomarse sobre la infancia hasta aplastarla. Para ellos es eso, una insignificancia, una pelusa en sus inmensos y pesados traseros rellenos de esa patética adultez”.
—¿Cómo hacer para jugar por el resto de la eternidad en Strawberry Fields cuando somos adultos? ¿Cómo se hace para no aplastar la infancia, como grita el Hombre que le habla al mundo?
—La infancia es lo que persiste en nuestras vidas como una eternidad sobre la que hay que volver a tirar una y otra vez los dados, y decidir qué hacer con nuestro destino. El aspecto que tiene Lennon como fantasma es el mismo del video en el que recorre el Central Park con el tema “Mind Games” de fondo. Los niños que aparecen en el video tienen aproximadamente la misma edad que teníamos nosotros en ese momento que recrea el video. Escribir esta novela fue volver a cruzarse con la infancia, representada en esos niños que juegan y hablan con Lennon, mientras lo siguen. Volver a Strawberry Fields para Lennon es volver al lugar que le daba aire y lo hacía respirar.
—”Escapar y jugar no me parecen dos cosas contradictorias. Yo no quiero dejar de cantar en el coro de la iglesia para ir a estudiar medicina, yo quiero seguir cantando, pero afuera de la iglesia”, dice la joven Dakota. ¿Escapar y jugar también sería mantener viva la infancia?
—La infancia sigue viva, el muerto es uno. Escapar, en este caso, es correrse del lugar del muerto. Dakota no quiere dejar de cantar, en todo caso lo que la mata es cantar como un muerto, es decir, en este caso, en la iglesia de su tío. Es paradójico, pero los personajes se van de los lugares habituales en los que ya no se sienten bien, y se encuentran con “el fantasma”, y a partir de ahí, les cambia la vida; es la amistad que vuelve. En ese encuentro, el hallazgo es la amistad.
—¿Cuál es la función de los fantasmas? ¿Cuál es su misión? ¿Los fantasmas también pueden ayudarnos a darle hospitalidad a la infancia?
—Una vida sin fantasmas es como una vida sin alma. Y, justamente, esta novela habla de la recuperación de un cuerpo en el que el espíritu, el alma, el fantasma que le da vida y propósito, sentido real, retorna a cada uno de los personajes, incluso al propio Lennon, que es un fantasma. Tal vez, cada uno de nosotros tiene un fantasma con el que debe encontrarse para saber algo acerca de lo que desea y lo hace vivir.
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