La batalla de desinformación que ganó el lobo
Si el periodismo tiene menos chances que una popstar de torcer un resultado electoral, sí podría recuperar la credibilidad de la información
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El escenario 2024 no es el mismo que en 2016 pero la situación se repite. Medios y celebridades apoyaban abiertamente a una candidata que no sale favorecida en la elección. A pesar de toda información que alertaba los riesgos de votar a Donald Trump resultó el candidato consagrado.
Podría postularse que esa comunicación no funciona. Pero no es tan sencillo. En la elección de 2020, el candidato denostado no ganó, aunque sacó más votos que en la elección de 2016, que sí había ganado igual de criticado. Es que las elecciones no es un asunto de mensajes, ni de información contra desinformación, ni de la opinión de una persona. Así sea la de la más importante de todo el globo como Taylor Swift.
No podemos saber si todas las swifties, su club de fan global, votaron unánimemente contra Donald Trump. Ni si hicieron lo propio quienes van a los conciertos de Lady Gaga, Christina Aguilera o JLo, por mencionar algunas que abiertamente apoyaron a Kamala Harris. La razón del voto va más allá de la afinidad de las listas de Spotify.
Si estas mega celebridades del pop se confirmaron mejores cantando que recomendando candidatos, se puede entender la inutilidad de los apoyos de personalidades de mundos minúsculos como Elon Musk. Su adquisición de la plataforma Twitter le concede protagonismo en la prensa pero no lleva usuarios a su plataforma, que siguen siendo los pocos que tenía antes de llamarse Equis.
Más improbable es que determine el resultado electoral el endoso a un candidato de un periodista o un medio, como reclamaban diez días antes de las elecciones Bob Woodward y Carl Bernstein al dueño de The Washington Post. Aunque en algún momento de su vida participaran en el episodio Watergate, que resultó en la caída de un presidente, hoy cuesta encontrar un joven que haya visto siquiera la película. Es más, resulta improbable que alguien de menos de cuarenta identifique siquiera a Robert Redford y Dustin Hoffman, sus dobles en la película “Todos los hombres del presidente”.
La comunicación humana es un proceso demasiado complejo como para suponer que un mensaje bienintencionado, o maliciosamente destinado, puede torcer un resultado. El aludido dueño, Jeff Bezos, les contestó en el mismo periódico recordando que la credibilidad del periodismo está tan baja que en la última encuesta de Gallup quedó por debajo del Congreso.
Pero si el periodismo tiene menos chances que una popstar de torcer un resultado electoral, sí puede recuperar la credibilidad de la información. Desde la primera consagración de Trump, políticos y periodistas decidieron participar en lo que llamaron “la batalla contra la desinformación”, que terminó teniendo como víctima principal la información toda.
Desde todo el espectro ideológico, periodistas y políticos repetían (y repiten) que vivimos en escenarios de manipulación y de información falsa. Claro que la información desprestigiada siempre es la del otro, no la propia. Pero, al final del día, la sociedad entiende que la mala información acecha desde cualquier lado y prefiere pasar de la información, mala o buena.
En las elecciones de los EE.UU., las ovejas entendieron que, siendo que no se puede confiar en ningún pastor, lo mejor era dar el gobierno a la fiera
Como resultado mayorías se declaran indiferentes a las noticias y escépticas de las instituciones. Todos los estudios alrededor del mundo coinciden en diagnosticar altos niveles de desconfianza y bajos niveles de consumo de noticias. La confianza en la información no crece en territorios abonados con sospechas.
La batalla contra la desinformación deja un territorio minado de escepticismo social que, sin determinar el resultado electoral, deja a la democracia más desprestigiada que hace ocho años atrás. Como cuenta la fábula de Pedro y el lobo, de tanto escuchar alarmas la sociedad dejó de atenderlas. En las elecciones de los EE.UU., además, las ovejas entendieron que, siendo que no se puede confiar en ningún pastor, lo mejor era dar el gobierno a la fiera.
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