Que vivan toditos los bellos
¿Natural o cultural? ¿Bien escaso, herramienta de poder, motor de transformaciones? Desde la antigüedad, la belleza y sus cánones son una idea fija que insiste en el presente
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En Chicago, la fealdad estaba prohibida por ley. Una ordenanza municipal impedía que se presentaran en público aquellas personas “enfermas, desfiguradas o mutiladas o de alguna manera deformes para ser objeto antiestético o repugnante”. Pero, ¿cómo se determina la fealdad y su antónimo evidente, la belleza? “Es un bien distribuido de manera azarosa, avara, irregular, injusta y desigual”, escribe el autor mexicano Naief Yehya en Sobre la belleza, su ensayo recién publicado acá que analiza si el ser lindo es un fenómeno natural o cultural: desde la Afrodita de Cnido, una estatua del siglo IV antes de Cristo tan irresistible que los jóvenes se ocultaban en la noche para frotarse contra ella, hasta los cíborgs que mezclan biología y tecnología para funcionar como compañeros sexuales, la belleza es una idea fija.
La definición clásica apela a criterios como la simetría, las proporciones, el equilibrio o la armonía y atribuye a la belleza cualidades morales, como la bondad o la verdad (en las fábulas, el malo siempre es feo)
¿Natural o cultural? “Algo con lo que se nace y que a la vez es una construcción social”, define Yehya, un ingeniero, escritor y crítico que estudia temas como la tecnología, la pornografía y la guerra. Hay un mundo entre la estatua y el cíborg pero “la noción de belleza cambia poco, a diferencia de las modas”. La definición clásica apela a criterios como la simetría, las proporciones, el equilibrio o la armonía y atribuye a la belleza cualidades morales, como la bondad o la verdad (en las fábulas, el malo siempre es feo). Y si hasta ahora se pensaba que existe una belleza natural, y por lo tanto buena, y otra artificial, y por eso mala, la época ofrece una novedad. El “modelo Kardashian” (labios de churrasco, cintura de avispa, culo de globo) se impuso en todas partes y la belleza vale en tanto uno pueda pagársela: las cirugías estéticas tienen pacientes-clientes cada vez más jóvenes y lo artificial ya no se condena ni se oculta porque se considera una inversión en uno mismo, lo opuesto al “abandonarse”, algo que hoy no se perdona.
“La masificación de estos procedimientos implica una estandarización de las apariencias, la creación de una especie de hermandad de rasgos manufacturados en pos de un ideal de belleza dominante”, escribe Yehya, él mismo un cronista de la “pornificación de la cultura” en la que se valoran los rasgos híbridos donde se superponen diferentes etnicidades: piel bronceada, caderas anchas, labios carnosos, nariz puntiaguda, cabello claro, etcétera. En Sobre la belleza, un título evidentemente sontagniano, la enumeración demuestra que la tecnología disponible siempre fue una herramienta para forzar lo natural o engañar a la evolución: los pigmentos naturales de los cavernícolas, los afeites medievales, los fármacos como el Ozempic, los retoques del Photoshop, los bisturíes de los cirujanos o las transformaciones de la inteligencia artificial intentan modificar aquello que es de una forma para que parezca otra. Más que las ideas, las tradiciones, los amores y los odios, la belleza humana parece ser el motor de la cultura.
“¡Que se mueran los feos!”, pide una canción del repertorio popular que exige la integridad del exterminio: “Que se mueran toditos, toditos, toditos, toditos los feos, que se mueran”. La belleza es un bien que brinda poder y multiplica las posibilidades de éxito o por lo menos no restringe las oportunidades turísticas: recién en 1974 se derogó la horrible ley de Chicago que prohibía a los feos salir a la calle.
ABC
A.
El canon del griego Policleto, escrito en el siglo V antes de Cristo, postuló que la belleza es una cualidad relacionada con la simetría y la armonía.
B.
A fines del siglo XVI, los médicos renacentistas ensayaron las primeras cirugías estéticas: el rostro entonces se consideraba “un espejo del alma”.
C.
En Sobre la belleza, el escritor mexicano Naief Yehya va desde la Venus hasta el cíborg para analizar las implicancias del ser bello en esta época.





