Augusto Monterroso y los escritores del continente
El gran cuentista guatemalteco habla en esta entrevista de su libro Pájaros de Hispanoamérica , una sucesión de retratos de distintos autores que habían sido publicados en diarios y revistas
Cuando uno entra en la casa de Augusto Monterroso, en el barrio mexicano de Chimalistac, tiene que atravesar un estrecho jardín bautizado La Calle de las Letras. Los muros cubiertos de hiedra conducen hasta la entrada, donde uno es recibido por un busto del autor al frente de una manada de monstruos imaginarios. Monterroso, de figura diminuta -"desde pequeño ya fui pequeño", dice de sí mismo-, empieza a hablar de su último libro, Pájaros de Hispanoamérica , una variopinta sucesión de retratos de escritores, aunque él dice que no es un libro, que como todo lo que escribe es una recopilación de escritos guardados, "limados" con el tiempo hasta que "se convierten en literatura".
- ¿Cómo ha ido eligiendo a los autores, a estos "pájaros" hispanoamericanos?
-No es un libro que yo me haya sentado a escribir. En realidad nunca he escrito un libro. He publicado diez libros, pero nunca he escrito ninguno. ¿Cómo explico esto? He publicado cuentos, ensayos, artículos... Cuando siento que hay material suficiente, entonces lo publico como libro. No me puse a escribir un libro sobre autores. Conviene aclarar esto, porque tengo muchos amigos autores, de mucha valía, que no aparecen. Y alguno me ha comentado que le han dicho que incluyo a fulano y a mengano, y a tal autor, que ha sido amigo durante veinte años, ni siquiera lo menciono. Este libro es en realidad una recopilación que hice de textos sobre escritores que había publicado en periódicos y revistas, durante muchos años. El título se me ocurrió a raíz de uno que se llama "Recuerdo de un pájaro", dedicado a Ernesto Cardenal, cuyo apellido coincide con un nombre de pájaro.
- Llama la atención que emplee el término "hispanoamericanos", que suele ser menos aceptado en América .
-Eso fue un partidismo mío. Desde hace muchísimos años se está discutiendo si utilizar el término "latinoamericano" o "hispanoamericano". Los españoles siempre prefirieron que fuera "hispanoamericano", pero entonces interviene Brasil y se convierte en "iberoamericano". La palabra "latinoamericano" está muy desprestigiada porque es la que adoptaron los Estados Unidos, que no despierta en mí simpatías.
- ¿Sólo escribe sobre autores que ha conocido?
-No. Tengo, por ejemplo, un ensayo sobre Horacio Quiroga, al que no conocí. Y era un buen pájaro hispanoamericano. A Borges también lo incluyo y tampoco lo conocí. Aunque pude haberlo conocido personalmente, nunca lo traté porque soy tímido. Hubo varias oportunidades en que amigos comunes querían que me reuniera con Borges, pero me siento muy tímido con los famosos. Lo mismo me pasó con Neruda cuando llegué exiliado a Chile. Ya lo había conocido aquí en México, pero me daba mucho pudor ir a buscarlo. Fue durante mi segundo exilio, en 1954, cuando se produjo la caída de Jacobo Arbenz en Guatemala y yo estaba en Bolivia como diplomático guatemalteco. Renuncié al cargo y me fui por segunda vez al exilio, sin dinero suficiente para regresar a México. Unos amigos reunieron unos dólares que me permitieron llegar a Chile, el país más cercano, cuyo lema en su himno es "asilo contra la opresión". Lo más natural hubiera sido que buscara a Pablo Neruda, pero me di cuenta de que la mayoría de los exiliados iberoamericanos acudían a él en busca de apoyo. Su puerta no dejaba de sonar: "Pablo, aquí estoy". Yo me inhibí de hacer eso. Pero él leyó un cuento, "Mister Taylor", que yo había publicado en el diario del Partido Comunista y preguntó cómo habían publicado ese texto de Monterroso. Cuando le dijeron que yo vivía en Santiago desde hacía ocho meses, Neruda preguntó: "¿Y cómo es que no me ha venido a ver? Lo hubiera recibido muy bien. Yo lo conozco". Entonces me invitó a celebrar su cumpleaños en su casa en Isla Negra. Fueron dos días de celebraciones. Sus cumpleaños eran épicos. Así entablamos una buena amistad. El era muy alegre.
- Con Rulfo también tuvo buena amistad incluso antes de que él publicara sus libros .
-Claro. A Rulfo lo conocí en México durante mi primer exilio, probablemente en 1945. Fui amigo suyo desde entonces, cuando ni él ni yo habíamos publicado un libro porque sólo éramos aprendices de escritores.
- ¿Por qué cree que no publicó nada más después de El llano en llamas y Pedro Páramo ?
-Será siempre un misterio. Yo mismo, que fui un amigo tan cercano, no tengo una idea clara de por qué dejó de publicar.
-Pájaros de Hispanoamérica no es un anecdotario.
-No es un libro de anécdotas, aunque cuento algunas de amigos cercanos. Es más bien un libro de ensayos literarios. Como todos mis libros, un tanto desigual, desordenado.
- Tiene fama de que deja reposar sus libros durante largo tiempo .
-Exactamente. Me cuesta mucho escribir, pero me cuesta aún más soltar un texto mío, darlo por terminado, publicarlo. Ahora mismo tengo cosas escritas el año pasado y ya empiezan a cumplir ese tiempo que tienen que pasar guardadas, como el buen vino. Sólo que este vino lo abro con frecuencia para corregir. No es que los textos estén ahí como enterrados, sino que siempre los estoy revisando. Dejo pasar un año o seis meses, los vuelvo a mirar y después vuelvo a la lima, como aconsejaban los clásicos. Ese viejo consejo en mi caso se ha vuelto una manía un poco exagerada. Por eso no soy periodista. Estos textos que tengo acabados me fueron pedidos para publicar en periódicos. Incluso para una agencia española de distribución de colaboraciones. Les dije que sí pero no para cuándo. Me conozco. Una vez quise hacer artículos de periódico con temas de actualidad. Empecé a escribir uno pero tardé tanto en acabarlo que la actualidad del artículo se perdió. Cuando lo di por terminado, ya habían pasado ocho meses. Pero así, esos textos se van convirtiendo en otra cosa, en literatura.
lanacionar