Colegios mixtos, un camino sin retorno
Institutos centenarios de varones que incorporaron mujeres valoran la experiencia como muy positiva
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A Marian Gillyatt no hay muchas cosas que la asusten. Después de todo, a los 12 años tuvo que dejar a sus padres y su Saladillo natal rumbo a Buenos Aires, para ser de las primeras mujeres pupilas en un tradicional -y enorme- colegio de varones.
"Eramos algo así como 30 y ellos casi 300. Tenía miedo. Como los bancos no estaban preparados para polleras, teníamos que usar unos pantalones horribles y compartir los deportes. Pero ser pionera en algo tan fuerte creo que te prepara muy bien para enfrentar la vida", reflexiona hoy, 27 años mas tarde... y felizmente casada con uno de sus compañeritos.
Así como el colegio de Marian, el San Jorge, de Quilmes, que fundado en 1898 sólo se hizo mixto casi 80 años después, la enorme mayoría de los colegios dedicados a la educación de un solo sexo del país incorporó al otro.
En los últimos cinco años, cerca de un 60% de los colegios de un solo sexo en nuestro país se convirtió en mixto. Hoy hay 4546 establecimientos mixtos bonaerenses, y sólo quedan 27 para varones y 56 para mujeres. En la ciudad de Buenos Aires, hay nada más que 5 primarios de varones y 7 de mujeres, contra 441 mixtos. Entre los secundarios hay 8 de varones, 20 de mujeres y 349 dedicados a la educación de ambos sexos en la enseñanza privada.
La polémica se reactivó a partir de una propuesta del presidente de Estados Unidos, George W. Bush, en favor de separar la educación de varones y mujeres.
El caso del Monserrat
Después de sonados casos de integración como el tricentenario colegio Monserrat, de Córdoba, casi no quedan en la Argentina colegios públicos que no hayan incorporado a uno y otro sexo. "Luego de cinco años podemos decir que la incorporación de las mujeres no ha producido ningún cambio negativo. Los chicos y las chicas conviven en perfecta armonía y aquí sigue dando gusto trabajar", explicó Ana Zanichelli, profesora de historia.
Entre los colegios privados, la tendencia llegó a los más tradicionales. En el San Jorge, por ejemplo, Lilly Barr, encargada de admisiones, asegura que la primera camada de chicas fue muy valiente. "Pero el resultado fue muy bueno: el nivel académico subió y, si bien la disciplina era estricta y no había violencia, el ambiente se volvió más cordial y balanceado", dijo.
Algo similar argumentó Héctor Vigil, rector del secundario del colegio San José, fundado en 1858 para varones y que en 1998 se volvió completamente mixto. Dijo que las chicas habían traído un "efecto civilizatorio". Y que los pocos que se habían opuesto al cambio -en general, ex alumnos bastante mayores- hoy "traían de la mano a sus nietitas".
Otras instituciones abordaron la incorporación del otro sexo a través de un camino intermedio, en el cual las clases se dan por separado, pero hay actividades conjuntas y una unidad administrativa. Nené Pastor, rectora del colegio Esquiú, fundado en 1957 para los varones y que tiempo después incorporó a las chicas, dice que, así, "se permite el mejor desarrollo de las potencialidades masculinas y femeninas a la vez que se refleja la realidad de la vida de relación".
Los partidarios de esta "tercera vía", argumentan que, según las estadísticas, las mujeres tienen un mejor rendimiento cuando están solas en la clase. Pero para Bárbara Brizuela, subdirectora del colegio Northlands, fundado en 1920 y que recientemente incorporó varones, no siempre es así.
"Hace unos años salió en The New York Times un artículo que decía que el rendimiento de las chicas caía al traer varones. Luego, otro explicaba que el rendimiento había subido para todos. ¿Por qué? Si hay que darles especial atención a las chicas en las ciencias duras, se les da. Como en todo, se trata de estar atentos a las diferencias", concluyó.






