
Conspiradores en el sur
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<b> El complot patagónico <br></br> Por Ernesto Bohoslavsky <br></br></b>
En la tapa, una imagen reveladora: un personaje siniestro, emponchado y con espesa barba separa con un serrucho la porción sur del continente sudamericano. Esa caricatura sintetiza el contenido de El complot patagónico. Nación, conspiracionismo y violencia en el sur de Argentina y Chile (siglos XIX y XX) , una obra donde Ernesto Bohoslavsky analiza la historia de acontecimientos ocurridos en territorios australes a ambos lados de los Andes.
Quizás el menos traumático, pero altamente llamativo, fue la pretensión de Orélie-Antoine de Tounens de convertirse en rey de la Patagonia, con los indios de la región como sus súbditos y buscando erigir un reino que ocupara desde el Pacífico hasta el Atlántico. El intento, que incluyó la redacción de una Constitución, un himno y la emisión de moneda, duró sólo dos años, de 1860 a 1862, cuando Tounens fue detenido por las autoridades chilenas. Se lo declaró insano y se lo deportó a Francia. Como dice Bohoslavsky (doctor en Historia por la Universidad Complutense de Madrid), la aventura del rey de la Patagonia fue un llamado de alerta para los gobiernos argentino y chileno acerca de un territorio que podía atraer ocupantes con más posibilidades reales de afirmarse allí.
En la primera parte de la obra,Bohoslavsky analiza las diversas representaciones sobre la Patagonia, desde los de los primeros viajeros del siglo XVI hasta las de los exploradores de fines del siglo XIX. De ser vista como un territorio salvaje pasó a ser considerada destino de grandeza y riquezas múltiples, por ejemplo, por el perito Francisco P. Moreno o por Estanislao Zeballos. Era una zona que debía ser ocupada por los argentinos ante las pretensiones chilenas, mientras que del otro lado de la frontera se percibía la misma amenaza, en lo que Bohoslavsky denomina "una pasión especular". El recelo de las elites de ambas naciones hacia el vecino subyace en el relato de los sucesivos "complots" patagónicos que recorre la historia desde finales del siglo XIX, pero no es excluyente de otros presuntos complotados. Anarquistas, agentes de otros países, militares vecinos disfrazados formaron parte de una pluralidad de teorías conspirativas que dominaron la escena. En Chile, por ejemplo, las luchas de los trabajadores de las estancias sureñas a principios de la década de 1920 generaron versiones múltiples acerca de una rebelión de "elementos subversivos" que Bohoslavsky reúne bajo la denominación de "conspiración inca-masónica-bolchevique", alimentada por "el oro peruano". De este lado de los Andes, los sangrientos sucesos de la Patagonia trágica produjeron relatos conspirativos que el autor define como la amenaza del "malón comunista". Los trabajadores de las estancias australes fueron considerados "bandoleros" o, en otros casos, se les atribuyeron designios políticos subversivos y la intención de apoderarse del territorio patagónico. Se llegó a decir que era el germen de una revolución bolchevique que pensaba llegar hasta Buenos Aires. En las décadas de 1960 y 1970, cuando las relaciones con Chile habían vuelto a complicarse, hubo varios autores que revisaron la historia de la Patagonia trágica para achacar influencia chilena en los hechos acaecidos.
En El complot patagónico , apoyado en numerosas fuentes documentales, Bohoslavsky indaga en profundidad presuntas conspiraciones de todo signo: desde las impulsadas por el miedo a la "revolución social" hasta las imaginadas por la izquierda política acerca de una invasión de la Alemania nazi en las costas del Atlántico sur. Y finaliza la obra con una comparación entre el conspiracionismo argentino y el chileno. En Chile, la principal preocupación estaba centrada en el norte del país, sede de su riqueza minera. En cambio, para los sectores nacionalistas argentinos, Chile era el eterno peligro que se cernía sobre la Patagonia.
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