Contra el conformismo
EMPIRISMO HERETICO Por Pier Paolo Pasolini-(Brujas)-Trad.: Esteban Nicotra-399 páginas-($ 35)
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Al leer Empirismo herético, libro que reúne ensayos y textos varios escritos por Pier Paolo Pasolini entre 1964 y 1971, se tiene la certeza de que muchos de los problemas que aquejan a la cultura italiana, y por extensión europea y occidental, de hoy están presentes de manera sólida y abierta.
El volumen comprende tres secciones. En la primera, dedicada a la lengua, Pasolini (Bolonia, 1922-Ostia, 1975) traza una tajante línea divisoria entre la cultura italiana que va desde sus orígenes hasta la Segunda Guerra y la que inicia en la década del 50. La primera es una cultura que basó su desarrollo en la idea de la lengua como instrumento de la expresividad, que hizo posible la Divina comedia, la lírica petrarquista, los tratados humanistas, renacentistas y barrocos, el teatro, Manzoni, Leopardi, la literatura verista italiana e, incluso, las vanguardias. La burguesía del Risorgimento italiano propugnó la idea de una lengua nacional que no cortara su vínculo con la tradición, que contaminara la lengua alta, aristocrática y normativa con la lengua popular: el proyecto más logrado de esta visión fue sin dudas Los novios de Alessandro Manzoni.
La segunda es una cultura que a la lengua como expresividad contrapuso el concepto de lengua como instrumento de la comunicabilidad, sacrificando todos los elementos expresivos que el italiano había logrado conservar: desde las huellas dialectales y regionales hasta la sintaxis latinizante y altamente retórica. El aligeramiento, el achatamiento y la homologación del italiano han sido la llave de acceso de la burguesía capitalista italiana de posguerra para transformar la arraigada tradición humanista, a través de los diarios, la radio y la televisión, en cultura del consumo lingüístico. "Los centros creadores, elaboradores y unificadores del lenguaje ya no son las universidades, sino las empresas." La tragedia del italiano como lengua nacional es el primer síntoma de la crisis de las artes que de esa lengua se alimentan: la literatura italiana, prevé el visionario Pasolini, pagará muy caro el precio del aniquilamiento de la tradición humanista.
La segunda sección, dedicada a la literatura, pone el acento en el discurso indirecto libre como procedimiento técnico del autor para expresar su propia conciencia histórica y sociológica. Un personaje -insiste con vehemencia Pasolini- se cuela en el discurso de un autor si éste es capaz no sólo de hacer revivir la dimensión psicológica del primero, sino también su realidad lingüística y social. En el canto V del Infierno, el de la condena de Paolo y Francesca, Dante mismo habría utilizado dicha técnica al contaminar exquisitamente su discurso poético de lenguajes y estilos provenientes de otra tradición literaria, sin que por ello el plurilingüismo de Dante dejara de registrar una apabullante y compacta coherencia estilística.
Otra cuestión literaria de peso es el debate contra la neovanguardia, liderada en los años sesenta por Edoardo Sanguineti y Elio Pagliarani. "La caída de la noción de compromiso, como noción guía, ha arrastrado consigo, en dicha caída, lo problemático tout court, la contestación, el individuo que protesta, lo anormal, lo diverso, etc." Por eso, sin temor a las represalias, Pasolini acusa a estos poetas de ser "unos viejos pequeñoburgueses, reunidos, según la horrenda tradición, en grupo (masonería, mafia, academia, alharaca de café, sesiones de congresos, espíritu de cuerpo)".
La ideología burguesa, que "se está convirtiendo en la condición humana", será impuesta, en definitiva, por las clases medias italianas o pequeña burguesía, irradiadora de los peores males de Italia. A esta clase social Pasolini le dedica sus ataques más feroces, entre el asco y la repulsión fìsica y anímica. Extraordinaria resulta todavía hoy la poesía "¡El PCI a los jóvenes!", en que, tras las famosas protestas estudiantiles de 1968, Pasolini defendió abiertamente a los policías, "porque los policías son hijos de pobres/ vienen de las periferias campesinas o urbanas", tomando por sorpresa nuevamente a todos los demagógicos intelectuales acomodaticios de esa época.
La última sección se ocupa de cine. Por un lado, Pasolini define el "cine de poesía", que consiste en la inmersión del autor en el ánimo de los personajes y, por lo tanto, la adopción de su psicología y de su lengua. Por otro, en los años de la furia estructuralista, Pasolini intenta diagramar una gramática del cine, entendido como semiología de la realidad.
En Empirismo herético Pasolini actúa según una serie de coordenadas afianzadas en sus libros anteriores. Parte del presupuesto de que el marxismo "ha pasado de moda" y, por ello, lo utiliza libre y decididamente. Los motivos propulsores de su obra siguen siendo la pasión y la ideología, sin los cuales no concibe la labor intelectual. Llama a las cosas por su nombre: su vena crítica no conoce límites y, sobre todo, no se detiene ante los intereses cruzados del mundo literario. Concibe todo acto de escritura como un acto de vida, es decir, de amor desenfrenado por la realidad que compromete de lleno el alma y el cuerpo. Por otro lado, este libro es visiblemente, como señala en la introducción Esteban Nicotra, responsable de la introducción, de las notas y de una muy buena traducción, un laboratorio "no asépticamente aislado y distante, sino inserto en la realidad histórica de su tiempo", es decir, trabajo polémico con los materiales que en esos años circulaban en el álgido mundo de la cultura.
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