Cuando lo imposible sucede
El próximo viernes, la Biblioteca Argentina LA NACION ofrecerá La guerra de los gimnasios , de César Aira
Nunca se sabe bien en qué consiste la novedad cuando se habla de "nueva literatura argentina", dado que el rótulo suele aplicarse a algunos escritores que llevan unos cuantos años (y a veces, inclusive, más de una década) publicando sus libros. La primera novela de César Aira, Moreira , apareció en 1975; la segunda, que le procuró un pronto reconocimiento, fue Ema, la cautiva y apareció en 1981. Pero, no obstante el tiempo transcurrido, la literatura de César Aira ha logrado mantener el poder y la eficacia de su aliento innovador. Con sus novelas no deja de tenerse la impresión de que realmente ha pasado algo nuevo en la literatura argentina.
Aira produjo un desvío respecto de las tradiciones literarias hegemónicas en el pasado, un corte diferencial respecto de los escritores contemporáneos en el presente y una redefinición literaria que pesa (a veces, para bien) sobre los escritores que surgieron con posterioridad a él.
La guerra de los gimnasios es una de las novelas que Aira publicó en 1993. La acción (o las acciones, habría que decir, porque las peripecias son muchas) transcurre en pleno barrio de Flores, al igual que en Los fantasmas , en El sueño o en La villa . Dos bandos se enfrentan allí sin otro motivo aparente que el de pertenecer a uno o a otro gimnasio de la zona, mediante atentados increíbles y una guerra psicológica de volantes. Los ataques irrumpen en la sucesión de ejercicios físicos que, significativamente, se denomina "rutina"; a pesar de eso, la vida sigue su curso con una extraña naturalidad.
Aunque combina elementos del realismo urbano con elementos del género fantástico, la novela no es ni una cosa ni la otra. Si bien el mundo referencial sólo está allí para ser dislocado, tal dislocación no responde a la convención del choque entre lo verosímil y lo inverosímil. El choque existe: los sueños se hacen realidad, la televisión configura el mundo, lo imposible sucede. Pero la sorpresa o el asombro nunca están del lado en que se espera que estén: lo más banal y lo más natural pueden pertenecer al mundo onírico, que es onírico pero trivial, y lo más extraordinario puede pertenecer al mundo real, que es real pero insólito.
La escritura de Aira sorprende así por las libertades que se toma. Y el lector no terminará de advertir cómo en una novela en la que todo parecía ser más bien superficial, puede encontrarse tanto espesor: cómo puede llegarse a lo que de veras importa, a través de las formas de lo que en apariencia no importa.