Darío Villanueva: "La corrección política es una manifestación de la censura tan injusta como las otras"
El nuevo director de la Real Academia Española enfrenta el desafío de sacar a la institución de la crisis económica que arrastra y se queja de quienes pretenden que el diccionario sea una declaración de buenas intenciones
MADRID.- Los magnos salones de la Real Academia Española (RAE), con sus bibliotecas repletas de incunables, los sillones con las letras del abecedario y ese silencio que suena a tradición disimulan el vértigo de una verdadera revolución en la casa de las palabras.
A Darío Villanueva, elegido la semana pasada nuevo director de la RAE, le toca encabezar algo parecido a una refundación del órgano que en los últimos 300 años veló por la salud y la unidad de la lengua castellana. "Tenemos que conseguir que la Academia sea sustentable y se adapte a los tiempos que vienen", dice en una entrevista con LA NACION este filólogo nacido en Galicia hace 64 años.
La crisis económica amenaza la estabilidad económica de la RAE, que arrastra un déficit de 2,5 millones de euros. La incesante caída en la venta de libros y la competencia con otras plataformas cibernéticas de enorme popularidad completan un panorama delicado para los artesanos del diccionario.
Pero Villanueva huye del catastrofismo. Busca una empresa que auspicie las búsquedas online de palabras en su sitio (más de 40 millones de consultas al mes) y ya imagina el vuelco total que significará la próxima edición del diccionario.
"Va a ser concebido desde el principio sobre un soporte y con una metodología digital. No será un libro que se digitaliza, sino un diccionario digital del que se harán ediciones impresas", explica.
-Usted dijo que su prioridad es conseguir una Academia sostenible económicamente. ¿Cuán grave es la situación?
-La Academia está experimentando lo mismo que sufren en sus carnes todos los españoles. La crisis es muy dura. La institución sufrió un recorte del 60% en la asignación del Estado. La Academia nunca dependió del Estado, pero si tenía una aportación que rondaba el 50% de su presupuesto y esa partida se redujo en un 60%, significa un mordisco serio.
-También pesará la caída de ventas de los libros.
-Claro. La crisis del mundo editorial que está afectando a todos. Las publicaciones son una fuente autónoma de financiamiento; una forma de rentabilizar la producción de la Academia a través de sus obras: diccionarios, gramáticas, etcétera.
-¿Y cuál es la solución?
-Un plan estratégico que contempla lograr el equilibrio en cuatro años. Pasa por la constitución de una sociedad anónima para la gestión de los intereses económicos de la Academia.
-En el camino de rentabilizar el trabajo de la Academia, ¿ve posible cobrar por las consultas al diccionario online?
-Eso es gratuito y va a seguir siendo gratuito. Lo que sí estamos viendo es que a una empresa multinacional puede resultarle muy rentable patrocinar ese servicio y rentabilizarlo en función de su marca. No sería entrometer banners con publicidad, sino que aparezca en cada búsqueda el logo del patrocinante al lado del escudo de la RAE. Yo espero que podamos hacer coincidir la incorporación a la Red de la 23» edición del diccionario, a principios del nuevo año, con la presentación del patrocinador.
-¿Esa edición número 23 será la última en papel?
-Vamos a seguir haciendo libros. Pero sí estamos convencidos de que esta edición es la última concebida con mentalidad gutenberguiana. Hasta ahora, el diccionario ha sido una obra concebida para difundirse en forma de libro. Desde 2004 se puso en línea, pero era sólo una traducción. Esto va a cambiar. Va a ser concebido desde el principio sobre un soporte y con una metodología digital. No será un libro que se digitaliza, sino un diccionario digital del que se harán ediciones impresas. Prevemos que sean tiradas más reducidas y pensadas de manera selectiva en función de distintos públicos.
-¿Eso implica el viraje hacia contenidos más enciclopédicos, teniendo en cuenta la competencia con plataformas como Wikipedia?
-No. El diccionario no es una enciclopedia. Es evidente que el diccionario en libro tiene una primera limitación que es el espacio tipográfico. En la última edición, logramos incluir 95.000 lemas. No hemos incluido más porque no teníamos espacio. Esa limitación en el soporte digital no existe. Eso ya es un avance extraordinario. Luego hay una posibilidad de fundir dos conceptos: el diccionario histórico, que recoge toda la historia del término, y el de uso, que refleja el concepto actual. Más ventajas: la hipertextualidad. El diccionario digital puede conectarse con otras bases de datos lingüísticas para ampliar la información.
-¿Tendrá fotos, mapas?
-Por supuesto. Y sonidos: incluirá la verbalización de las palabras. El diccionario digital nos va a permitir avanzar más en reflejar todo el español que se habla de un lado y otro del mar.
-¿Cuál es ahora la palabra más buscada en la versión online?
-Este año, hubo un momento en que fue "abdicar", cuando Juan Carlos I anunció el fin de su reinado. Y luego, cuando empezó el Mundial de fútbol, hubo un auge de la palabra "puto". La hinchada mexicana les gritaba "puto" a los rivales, y la FIFA abrió un expediente en el que acusaba a la federación mexicana por un insulto homófobo. Entonces la gente acudió al diccionario a ver la definición. En este último mes, la primera fue "gitano", porque hubo protestas en relación con una acepción de la palabra.
-¿Cómo se posiciona usted ante los reclamos a la Academia de actuar con corrección política?
-Que una palabra esté en el diccionario no significa que la Academia la haya inventado, que la promueva o que imponga su uso. Estas palabras que tienen componentes desagradables para algunos grupos son palabras que existen. No podemos hacer un diccionario utópico, benéfico. Siempre habrá alguien que se quejará. La corrección política es la última manifestación de la censura. Es una censura difusa, pero que es tan coactiva y tan injusta como las otras. En eso, el diccionario no se va a tocar nunca.
-¿Se puede ser "objetivo" en la descripción?
-Intentamos no añadir en la definición misma elementos agraviantes. Volvamos al caso de "gitano". Hay acepciones positivas. Se habla de "belleza gitana". La acepción que causa el problema es la que dice "gitano: trapacero" y en "trapacero" dice "persona poco de fiar". La palabra se usa en ese sentido. No podemos extirpar del diccionario usos que realmente existen, aunque no los promovamos.
-¿Me podría contar alguna palabra que piense proponer para incluir en el diccionario?
-Como director no puedo promover iniciativas a título individual. Pero recuerdo debates recientes. Hemos discutido mucho si incluir la palabra "finde". Yo era partidario de eso: es un apócope, es castellano puro y significa exactamente algo que está en la boca de todos. No triunfó ese criterio, pero ahí está esa palabra para ver qué pasa en el futuro.
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