El artista como crítico
En Castagnino Roldán, Marcelo Pombo exhibe sus obras más recientes y rinde homenaje al pasado del arte argentino, con invitados de lujo
lanacionarLas tradiciones son siempre imaginarias. Aun para los que las reivindican, las conservan, las restauran y, cuando las pierden, las añoran. Para los que hacen de ellas una "identidad". Los nacionalistas, por ejemplo, deberán saber que ese pasado que asumen como certero e indudable es inventado. Al menos hablando de arte, en general, una vez que hemos leído las recomendaciones de Borges en "El escritor argentino y la tradición". Pero, sobre todo, en el sentido que le da al término "precursor" en el escrito sobre Kafka, tanto para concebir el pasado como para modificar el futuro. Porque ni pasado ni futuro existen sin el presente, y es desde allí que se produce la alquimia del encuentro. Somos un puro presente que hace grandes esfuerzos por imaginar un futuro y de una manera semejante se las ingenia por construir el pasado. En esa encrucijada o esa libertad de acción y creación me atrevo a pensar Mi primera muestra en Galería Witcomb , de Marcelo Pombo.
Desde su título, esa leve ironía que atraviesa toda la obra como un aleteo de pájaro o un sonido suave que se escucha pero no molesta, hay una marcación de tiempo. El imposible "primera" de una serie improbable y la referencia al pasado del arte argentino que viene con Galería Witcomb y su hazaña de exposiciones que atraviesa todo el siglo XX. Porque para exhibir sus obras más recientes, su cambio de "paleta", la aparición de objetos "nuevos" y, tal vez, de preocupaciones artísticas un poco distintas, a Pombo no le alcanzó con ser artista. O mejor dicho, la muestra que puede visitarse en la galería Castagnino Roldán es la puesta en práctica del artista como crítico.
Si bien para describirla es prolijo indicar sus dos partes: la propiamente dedicada a las obras de Marcelo Pombo y, la otra, un corpus seleccionado por él mismo que inquieta por la heterogeneidad que va cobrando sentido, lo revelador de la muestra es la concepción total y abarcadora de ambos módulos.
En la primera se puede ver ese delicado cambio de materiales, por ejemplo, en los monederos y El matadero tensándose entre las ficciones más poderosas y seductoras: el dinero y la violencia política. Los stickers , las chorreaduras, los brillitos y los empastes. Menos vibrantes, los colores. Un pasaje del pop a lo ctónico, lo que viene de la tierra, que, como las deidades griegas que se oponían a los olímpicos, merecían sacrificios. Rodeándola, con implicancias mutuas, está la selección de las obras realizada por Pombo: Yente, Pablo Suárez, Berni, Forner, Brizzi, Greco, entre otros. Salidos de un desván en el que se mezclaron los tiempos y las estéticas, son domesticados por el ojo que lo mira. El de Pombo, en este caso. Que los reúne como invitados de lujo a su primera muestra. Que los extraña y los reordena bajo su mirada amante y caprichosa.
Como un buen lector de Oscar Wilde -y, aunque no lo fuera, poco importa-, Pombo es artista y crítico de modo absoluto, sin distinciones. Se guía por el sentido estético consciente, sin olvidarse del alma. Tanto más sabia que nosotros, se revela por medio de la imaginación que opera, como escribía Wilde, de manera que "la única característica de una cosa bella es que se puede poner en ella todo cuanto uno quiera; y la Belleza, que da a la creación su elemento universal y estético, hace del crítico, a su vez, un creador y murmura mil cosas diferentes que no estaban en el espíritu del que modeló la estatua, pintó el lienzo o grabó la piedra preciosa".
Porque su curaduría de estas obras es una forma de ensayo. Un catálogo hecho de imágenes que dibuja el mapa del arte que le interesa, que desea, que le conviene y que lo explica. Ante sí, como "artista del hambre" que, a diferencia de Kafka, hace de la pobreza y de la falta saturación y desborde, y de la baratija, un lujo. Ante sus obras que se recortan e insertan en la multiplicidad de estilos de la pequeña historia del arte que traza. Él es todos y ninguno al mismo tiempo. Corrobora su pertenencia al continuum histórico, a la vez que se zafa, se delira, se vuelve niño y crea estas maravillas.
Ficha. Mi primera muestra en Galería Witcomb , de Marcelo Pombo, en Castagnino Roldán Espacio de Arte (Juncal 743), hasta el 19 de julio
Laura Isola
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