
El gran poeta del Brasil
100 POEMAS Por Carlos Drummond de Andrade-(Editora UFMG)-Trad.: M. Graña Etcheverry-410 páginas
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Hace algunos años, cuando le preguntaron en una entrevista qué poetas actuales le despertaban interés, el francés Ives Bonnefoy prefirió evitar las ennumeraciones previsibles. En su opinión, decía el autor de Pierre écrite , la distinción entre autores del pasado y contemporáneos carece de valor porque la importancia de la poesía radica, más allá de las mutaciones formales, en la aptitud para profundizar en los hechos constantes de la vida. "Baudelaire y Rimbaud -sostenía- son desde ese punto de vista mucho más contemporáneos que nosotros mismos porque afrontan el problema poético con una radicalidad que nuestro presente en crisis no está dispuesto a hacer."
La distancia que nos separa de Carlos Drummond de Andrade (1902-1987) es, si se compara con los autores de Las flores del mal o Las Iluminaciones , ínfima. Sin embargo, no son pocas las obras de la misma época en que escribió Drummond que dejaron de hablarnos muy tempranamente. El modo en que este poeta indaga lo real, en cambio, nos es en gran medida contemporáneo.
Considerado en vida como el más grande poeta brasileño de todos los tiempos -un título solemne que no se condice con su antilirismo y que hoy sólo podría compartir con Joao Cabral de Melo Neto-, su obra es de una silenciosa complejidad y, al mismo tiempo, de accesible lectura.
Afirmado como escritor después de la espectacular fisura que produjo el modernismo brasileño (su primer libro, Alguna Poesía, es de 1930), Drummond modeló una obra en perpetuo movimiento, absolutamente personal, que oscila entre los objetos y la razón, entre el hombre y sus medios; una obra en la que predominan la ironía, el humor y también, por momentos, una seca ternura. Sin adherir a los programas de vanguardia alguna, plasmó en ellas su influencia: el "nuevo objetualismo" de Melo Neto lo tuvo como punto de partida, la poesía coloquial y la antipoesía que estalló por toda América latina en los sesenta y setenta también y el concretismo de los hermanos De Campos reconoció sus deudas.
Dada su riqueza, es imposible definir su poesía con una fácil fórmula matemática. Como se escribió alguna vez, el mejor método para alcanzar el corazón de su obra es leer la mayor cantidad posible de versos. Y esta antología bilingüe (editada a fines del año último por la Universidad de Minas Gerais para celebrar el centenario de su nacimiento) es una rara oportunidad para cumplir con ese propósito.
Desde el "Poema de siete faces" o "En medio del camin o" -versos célebres de juventud- hasta los trabajos de sus últimos años aquí incluidos, puede trazarse con meridiana claridad la parábola cartesiana de su proyecto poético. Drummond se inicia en las primeras décadas del siglo XX con una obra distante y antirretórica. En los 40, la lucha contra el fascismo lo hará virar hacia una poesía más pública ( La rosa del pueblo ), nutrida de la esperanza de cambios en el horizonte. Los cincuenta lo devolverán a cierta vertiente metafísica desencantada y los sesenta, con Lección de cosas , lo depositarán en un objetualismo impersonal, del que van desapareciendo gradualmente los adjetivos.
Como un minero, Drummond excava en la realidad mediante circunloquios, interrogaciones o negaciones ("la poesía más rica /es un signo de menos", puede leerse en algún lugar), que crean un peculiar distanciamiento. Así va develando el hueco que anida en el fondo del hombre, atrapado sin salida entre la materia, el devenir y la nebulosa de la historia. La certeza de no ser más que una pieza a la deriva en la "máquina del mundo" -donde campean el absurdo, los enigmas insolubles, la inevitabilidad de la muerte y el olvido- se convierte en una melancolía sin sentimentalismos. La posibilidad de real comunicación se ve así obstruida y la escritura se ofrece como la forma ideal de atemperar esa imposibilidad. Lo que une todos esos elementos dispersos y opuestos es, parafraseando uno de sus títulos, el sentimiento del mundo que expresa el poeta.
Desde el punto de vista formal la poesía de Drummond se apoya en una musicalidad intransferible, que apela en muchas ocasiones a rimas, asonancias, aliteraciones, palabras poco usuales o de fuerte carga semántica. Traducirla no es una tarea sencilla, contra lo que podría hacer creer la cercanía del castellano y el portugués. El traductor (Manuel Graña Etcheverry, argentino y yerno del poeta) debe tomar decisiones abruptas y categóricas. Ante la necesidad de priorizar el sentido o la música, elige, no sin valentía, esta última. A veces esto implica modificar palabras del original; otras, seguir demasiado de cerca los vocablos portugueses o acudir a los neologismos.
Esta bella edición bilingüe, en todo caso, permite acudir a los originales, celebrar los hallazgos y establecer un diálogo creativo entre ambos textos. El volumen se completa con fotos, una carta del poeta al traductor y una semblanza de las escasas visitas de Drummond, poco amigo de los viajes, al Buenos Aires donde vivía su hija Maria Julieta. Documentos todos que le dan a este homenaje un perfil personal y cariñoso, lejos de cualquier prosopopeya.



