El lento sucederse de las cosas
La historia de Atlántida es relativamente sencilla: a Santo Rosales lo ha dejado Elena, su mujer; la vida, por supuesto, como siempre pasa, sigue adelante. Lo que Juan José Becerra ha elegido contar es justamente eso, la manera en que sigue adelante: no la historia previa, ni siquiera el abandono. Ha elegido contar el lento sucederse de unas pocas cosas que pasan después, en un tiempo casi vacío de acontecimientos, bajo la decisión de Santo de "abandonarse a los asuntos ordinarios de la vida".
No importa cuántas veces podamos haber leído esta historia, o cuántas veces podamos haberla escuchado en los tangos de despecho viril: Atlántida es otra cosa. Escapa de esa medianía literaria donde un libro u otro dan lo mismo, donde los libros existen sin por eso hacerse necesarios; Atlántida existe como singularidad y por necesidad de escritura (que no es lo mismo que la necesidad del escritor), no menos que Santo , la novela que Becerra publicó en 1994.
De haberse narrado en primera persona, Atlántida habría incurrido en los deslices del sentimentalismo; de haberse narrado en una tercera distante, habría derivado hacia el cinismo fácil del escritor que se cree más astuto que su personaje. Becerra acierta al proponer un narrador en tercera y situarlo siempre muy cerca de Santo Rosales. Así, el texto evita transitar la expresión subjetiva de sentimientos, y logra en cambio capturarlos en las huellas de su manifestación objetiva. Los hace existir igual que existe el resto de las cosas en el mundo, y los cuenta como se cuentan esas mismas cosas.
Santo no recuerda a Elena, más bien la imagina. La imaginación es su única potencia (la imaginación, y el vínculo con su hijo). Fuera de eso, se lo ve indiferente, algo disperso, proclive a aislarse y a mostrarse ajeno, amnésico para recordar, desatento para escuchar y hasta para hablar. Pero imagina: imagina a Elena, y también un viaje con su hijo, y en eso es pura intensidad. Su imaginación lo prepara para la vida real. Tal vez por esa razón, en un momento determinado, piensa: "así es la vida". No se trata, obviamente, de alguna forma de sabiduría, sino de pura resignación y pura pertenencia al mundo de lo común (del lugar común). Para un personaje puede ser fácil decir: así es la vida. Para una novela es siempre mucho más difícil alcanzar esa misma definición, merecer esa definición; porque en una novela el lugar común puede llegar a convertirse en un lugar de excepción. Decir que Atlántida es una novela de excepción debe considerarse, por lo tanto, como algo más que un elogio genérico.
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