El mes de Colombia
Varias exposiciones destacan en el Museo Nacional de Bellas Artes: un colombianismo multidisciplinario y los argentinos Iniesta y Fontana
Para celebrar el mes de Colombia, fueron presentadas varias exposiciones de variado tenor. En un apretado concurso de especialidades, técnicas y estilos abarcaron desde la cerámica precolombina hasta el tejido, la pintura, la arquitectura o el video arte.
Mucho es lo que se ofreció en sucesivas entregas y lo que aún puede verse de una cultura rica en tradiciones prehispánicas, como puede apreciarse en la porción dedicada a las figuras antropomorfas de las culturas aborígenes locales; la integran veintiséis cerámicas realizadas en el período que va desde 800 a. C. hasta 1500 años después de su advenimiento.
Esas valiosísimas piezas, según señala en el catálogo el director general de asuntos culturales de Colombia, Eduardo Serrano, representan las culturas Calima, Corinto, Cauca, Chimila, Muisca, Nariño, Quimbaya, Río Magdalena, Sinú, Tairona y Tumaco y provienen del Museo Arqueológico Casa del Marqués de San Jorge.
Lo funerario, lo ceremonial y lo doméstico se condensan allí como testigos de una hilvanada serie de comportamientos que identifican diferentes momentos de ese país latinoamericano. Su proyección se advierte, sin perjuicio de la posibilidad de identificar otros testimonios en las tradiciones o en varias manifestaciones expresivas de la actualidad.
El hombre es el eje de las arcillas, que contribuyen a esclarecer distintos aspectos de un modo de vida en el que influyeron vertientes de diferente origen para consolidar una cotidianidad propia. Se recuperan allí, en general, en magnífico estado de conservación, los objetos usados en ciertas costumbres y ceremonias ancestrales que terminan por ilustrar antiquísimos estratos una misma nacionalidad. Lo iconográfico y lo simbólico cobran en esas piezas el valor de testimonios de un pasado que sería irrecuperable si no fuese porque su interpretación y su estudio nos acercan elementos que establecen su naturaleza relacional con el sistema al que pertenecieron.
Los tapices de Olga de Amaral, si bien tienen un origen reciente, muestran la otra punta de esas manifestaciones culturales de un modo que por su cercanía resulta fácil identificar con las corrientes occidentales del arte de hoy, aunque sus raíces lleguen hasta el pretérito remoto al que hacemos referencia.
El tejido que sirve de soporte sale de un taller que ella dirige para conformar lienzos rituales o modernas instalaciones.
(En el Museo Nacional de Bellas Artes, Libertador 1473. Hasta el 28 de agosto.)
Manifestación de fuerzas
A estas alturas, es posible afirmar que Nora Iniesta dedicó su vida a las artes visuales. Las maneras de hacerlo fueron diversas. Desde sus viajes hasta sus vivencias personales, recogió y aquilató experiencias cuya diversidad se tradujo en manifestaciones artísticas desarrolladas en series. Así parece probarlo la exposición "Pasajes", en la que muestra relacionadas desde las nostalgias de sus tiempos de niña hasta sus inquietudes por cuestiones formales.
Refleja las ideas en objetos, pinturas, dibujos, serigrafías y colages de pequeñas dimensiones, que van de lo figurativo a lo abstracto o la inversa. Abarcan desde lo kitsch , que en su caso refleja lo sentimental de una manera barroca, hasta el conceptualismo, que estimula la reflexión con tal despojamiento que se limita a presentar el pensamiento en cartelitos donde los fines esenciales se condensan en una sola palabra.
En los años setenta, en la Slade School, en Londres, Iniesta practicó el grabado en metal y, una década después, obtuvo el premio Braque, de dibujo.
(Hasta el 22 de septiembre).
La Torre de Babel
El arte gótico repitió un tema cuyo precedente está en las miniaturas del Breviario Grimani, la Torre de Babel. Más allá de la inspiración bíblica de obras tan famosas como la que el holandés Pieter Bruegel (o Brueghel) el Viejo le dedicó repetidamente, Juan Fontana dedica su exposición a esa construcción. Pero su origen debe buscarse en las páginas memorables dedicadas a la biblioteca imaginaria que la recorre y que Borges identificó con el universo. Interpreta esas páginas con piezas que tratan de trasladar lo narrativo a lo visual y lo corpóreo, como se aprecia particularmente en la instalación que desarrolla espacios arquitectónicos donde se multiplican las imposibilidades de conocer un orden vedado al conocimiento de los hombres.
Desde luego, las interpretaciones no son textuales; no pretenden serlo; encuentran en los escritos razones para realizar el pensamiento con una extra literalidad comprensible. Por momentos, Fontana se acerca a un concepto de la ilustración que registra el sentimiento de lo propio frente a las circunstancias metafóricas planteadas por el escritor. Están ahí, libremente representadas, las galerías hexagonales "de número indefinido, y tal vez infinito, con vastos pozos de ventilación en el medio y barandas bajísimas" que contienen todos los libros, pero no sirven para comprender su sentido porque, para Borges, el universo era incomprensible.
Algunas de las obras, encaradas como pinturas cuadradas de colores neutralizados, se resuelven en el plano, otras, desarrollan las ideas en un espacio de tres dimensiones que se apropia de todo lo necesario para transcribir sugestivamente el motivo inspirador.
Fontana, que pasó por los talleres de Sabat, Páez y Noé, entre otros, egresó como arquitecto de la UBA, en la que es profesor.
(Hasta el 20 de septiembre.)
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