Sergio del Molino: “El horror del Holocausto está muy lejos de ser comprendido todavía”
El periodista y escritor español, ganador del Premio Alfaguara y columnista del El País, hablará sobre su novela “Los alemanes” esta tarde en la Feria del Libro, presentado por Jorge Fernández Díaz
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No es su primera vez en Buenos Aires: viene seguido para ver amigos y hacer turismo. Pero ahora lo trae su libro Los alemanes, con el que ganó a principios de este año el XXVII Premio Alfaguara de Novela 2024.
Sergio del Molino (Madrid, 1979) llega hoy a la Feria del Libro, donde estuvo antes con La hora violeta (2013). Tiene publicados, además, ensayos como La España vacía y Contra la España vacía. Una autobiografía. Es colaborador en Onda Cero Radio y columnista del diario El País. Y este último libro, aunque es ficción, reúne un poco todos esos géneros. Están los ecos de sus investigaciones, el trabajo sobre el lenguaje y la ironía. “Para mí el humor es importante porque es la sustancia de la que vivimos. Como el agua, el aire. Es un componente ambiental fundamental para las relaciones humanas. No concibo la literatura sin humor ni ningún tipo de comunicación”.
Un hecho real inspiró la historia que ahora cuenta. Hace poco más de 100 años, en 1916, en los días de la Primera Guerra Mundial, dos barcos con seiscientos alemanes provenientes de Camerún, llegan a España. Ahí se quedan y no vuelvan más: ni a Alemania ni a África. Se distribuyen por la península ibérica; la mayoría, en Zaragoza: y es en el cementerio de esa ciudad, donde abre la novela Los alemanes, con la visita de dos hermanos, Fede y Eva, a la tumba de un tercero, Gabi. Los tres hermanos Schuster son los herederos de un secreto familiar sobre el nazismo.
Sobre por qué aún es necesario seguir hablando del tema, del Molino dice: “Para empezar, es un ejercicio intelectual interesantísimo. El pasado es lo que más nos importa, es de donde venimos, lo que nos explica. El nazismo, el holocausto, todo ese horror está muy lejos de ser comprendido todavía”. Fede, Eva y Gabi son los bisnietos de ese que llegó en el barco con los otros. Se lee en un pasaje de la novela: Hasta entonces, usaba el nazismo como broma. No creía que los de Camerún fueran nazis más que de una forma abstracta o sentimental. Y luego, en algunas líneas más: ¿No recuerdas broncas en casa sobre el Holocausto?
Según Del Molino, todavía “no hemos superado ese horror”. Lo equipara al infierno. “Nos cuesta entender qué pasó. Vamos a darle muchas vueltas, y la forma de que dejemos de darle vueltas, sería que una desgracia aún mayor lo superase. Mientras tanto, y espero que no pase nunca, Auschwitz va a ser el horizonte moral. El nazismo es el término de comparación, el lugar al que no queremos volver nunca. Es normal que volvamos, porque todavía quedan muchas historias por contar. Y porque cada época y generación necesita revisarlas a la luz de su propia sensibilidad”.
Una forma de equilibrio
Tanto en radio como en sus columnas políticas de El país, el humor es materia común para Del Molino. También la ironía, es decir, el músculo sobre la materialidad de la lengua. En cuanto al trabajo sobre la forma, en ese arco que va desde sus columnas hasta sus novelas, señala: “Confío en que reconozcan una voz y una forma de mirar el mundo que está en los dos. Que en todo lo que hago reconozcan una voz. Para mí no hay una disociación entre una y otra. No me visto de columnista, no me visto de escritor”.
Solo a modo de muestra: en Los alemanes, a Eva, Gabi –su hermano– la llamaba EvaBraun, pronunciándolo todo junto. Y en la novela se lee: En el colegio no sabían quién fue Eva Braun, pero conocían la marca de electrodomésticos Braun, por lo que acabaron llamándola Minipímer. “Vivimos en un mundo crecientemente solemne y que no es capaz de valorar el humor de la manera que lo valoro yo. Es importante mantenerse firme en ese humor. Tampoco podía leer a un autor solemne, se me haría indigesto”, dice Del Molino.
Humor más análisis político es un combo sobre el que señala: “Es un reto literario poder introducir la ironía, una mirada que intente romper las expectativas del propio lector. Que no sepan muy bien dónde ubicarte: que una vez te adjudiquen algo porque con algunas decisiones pareces de derecha y otras de izquierda. A mí eso me gusta”.
Del Molino reconoce sentirse a gusto caminando por Buenos Aires. Hasta aquí pudo disfrutarla, apenas media hora, entre la lista de entrevistas de un día y el siguiente. Confiesa haber sido muy lector de Cortázar –nivel fan– en su adolescencia. Y que lo intimida un poco el público argentino porque “es muy informado, nunca sabes qué te van a preguntar, si vas a estar a la altura”. Como en su libro, que uno de los personajes es músico, el autor confiesa que pensó su nueva novela como una sinfonía. Que lo hizo “trabajando mucho e intentado imitar las estructuras de la música”. Con los movimientos, melodías y temas de la sinfonía “a través de las voces”. Y sobre el lado más profundo de esa búsqueda, remata: “Para mí es importante que los libros emocionen, que lleguen. Que provoquen lo mismo que puede provocar la música”.
Para agendar
Sergio del Molino presentará hoy, a las 19, en diálogo con Jorge Fernández Díaz su novela Los alemanes, ganadora del premio Alfaguara. En la Feria del Libro de Buenos Aires, en la sala Adolfo Bioy Casares, Pabellón Blanco de La Rural.
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