
En busca de la familia perdida
El autor de La tierra elegida vuelve a la novela con María Domecq, un libro de fuerte carga autobiográfica en el que, remontándose a los orígenes de Madama Butterfly, indaga en las zonas ocultas de su historia familiar mezclando realidad y ficción. "Podemos reescribir quiénes somos", dice el escritor
1 minuto de lectura'
ENVIADO ESPECIAL -- VILLA GESELL
La luz se filtra entre los árboles en esta limpia tarde geselina de fines de septiembre y el silencio es tan hondo que en la puerta de entrada de la casa de Juan Forn uno puede adivinar el rumor de mar, el batido de las olas que rompen a poco más de cien metros. El escritor me conduce hasta el patio de atrás.
-¿Qué tal si hacemos la entrevista al sol?
Además de resultar una recompensa inesperada, la invitación puede leerse -pensaré después- como una clave del buen momento que vive Forn. Que sea al sol, entonces. Así, instalados en dos reposeras y sostenidos por litros de té Earl Grey, retomamos la conversación que habíamos tenido dos años atrás a propósito de La tierra elegida (2005), libro que reúne crónicas sobre escritores y artistas publicadas en el suplemento Radar de Página/12 .
El motivo de esta visita es su novela María Domecq (Emecé), que acaba de aparecer, pero la sensación de una charla que se retoma no es arbitraria: la semilla de este nuevo libro estaba plantada en la última crónica del anterior. Además, la novela representa un buceo más profundo en una idea que dominó La tierra elegida y, en consecuencia, aquella otra entrevista: el agotamiento de la ficción pura y la pulsión de trabajar el relato cruzando impunemente géneros y registros y -aquí viene el riesgo mayor- disolviendo los límites entre la realidad histórica y la que brota de la imaginación.
Al final de aquel texto de su libro previo, que indagaba en el origen de la ópera Madama Butterfly , Forn dejó picando, quizá para tomar impulso, una advertencia: "Yo voy a ir a buscarlo en la vida real o en esa vida paralela que son las novelas para los novelistas". En esta suerte de desafío se cifra el programa que el escritor despliega en María Domecq , donde a partir de esa búsqueda anunciada traza una historia familiar en abierta clave autobiográfica -tanto, que el protagonista lleva su nombre-, pero cuyos vacíos y ocultamientos llena con las armas del novelista.
-Estoy contando una historia verdadera, a pesar de que haya algunos trucos. Todos los sentimientos son verdaderos y sólidos. Mi mayor esfuerzo fue conseguir una elocuencia, un relato que reflejara esos sentimientos -dice Forn, y sus palabras remiten a lo que sugestivamente ha dicho la gran cuentista canadiense Alice Munro acerca de sus propios relatos: son autobiográficos, pero en la forma.
¿Qué es aquello que el autor busca en María Domecq ? La pregunta admite más de una respuesta, pero para simplificar digamos que sale tras el rastro del hijo perdido del almirante Manuel Domecq García, su bisabuelo, piedra basal del "relato mítico familiar" que Forn desmonta y reescribe en su nuevo libro. La novela (que lleva como acápite una frase de Joseph Brodsky: Lo que amamos nos cambia ) retoma el material de la nota que reconstruía las versiones de la historia de aquella joven japonesa a la que un marino occidental le deja un amor trunco y un hijo. ¿La razón? Un conocido historiador le había dicho a Forn que el protagonista masculino de la famosa ópera de Puccini podía estar inspirado en su bisabuelo el almirante, que a comienzos del siglo XX, en medio de la guerra ruso-japonesa, llevó dos naves a Japón por encargo del gobierno argentino y "tomó esposa japonesa" durante los años que permaneció allí.
En la pesquisa de su tío abuelo "bastardo", de cuya existencia aparecerán otras evidencias, Forn echó mano de todo lo que sirviera al relato. Género autobiográfico, crónica histórica y ficción entrelazadas llevan y traen al lector del pasado al presente, de Japón a la Argentina y de allí a Paraguay y Brasil. En el camino se sabrá que el bronce del almirante escondía su participación como ideólogo en las masacres de la Semana Trágica, a comienzos de 1919, entre otros secretos que comprenden a distintas generaciones de la familia.
Quien guía a Forn en la búsqueda de Noboru Yokoi, el hijo japonés de su bisabuelo, es la María Domecq del título, nieta de una hija del almirante que tenía un retraso mental -la loca del altillo- y por eso miembro, como Noboru, de una rama de la familia que quedó oculta en las sombras. María, enferma de lupus, irrumpe como un ángel salvador en la vida del protagonista tras leer su artículo sobre Butterfly y justo cuando este sale de un coma provocado por una pancreatitis feroz. La misma pancreatitis por la que Forn, el de carne y hueso, dejó la agitada vida de periodista cultural que llevó en Buenos Aires durante los años 90 para instalarse en Villa Gesell, donde vive con su mujer y su hija desde hace cinco años.
"La única justificación que yo le encuentro a este uso descarado de la primera persona con mi nombre y mi apellido es que no tengo otro modo de contar esta historia que pasa por mí pero que me supera -dice Forn-. De algún modo, puede ser la historia de todo aquel que se ha sentido desplazado en su medio social, o que ha lidiado con un secreto de familia o con una enfermedad que le sacudió los cimientos. La novela es fruto de la combinación del relato que me hizo ese historiador sobre la historia de Butterfly y la pancreatitis que tuve, técnicamente, un reflujo de bilis; mala sangre, para los griegos. Acá tengo algo, me dije cuando uní todo eso."
-¿Siempre supiste que tenías que mezclar realidad y ficción en este libro?
-Al principio pensé que iba a ser un libro de no ficción, pero no le encontraba la vuelta. Después no sabía si meterme a mí o inventar un personaje, y hasta qué punto era lícito cruzar ficción y no ficción, por ese temor un poco paralizante de afectar a algunas personas o de hablar de mi enfermedad. En Música para camaleones , Truman Capote dice que quiere escribir usando todo lo que había aprendido del relato oral, de las revistas de chismes, las biografías, la crónica, la novela, y cruzar todo para construir un gran relato. Para eso necesitás una gran historia y yo confiaba en que la tenía.
-Y te animaste, nomás
-Solo después de hacerle una promesa a mi mujer. Le dije que iba a ser un libro muy autobiográfico, pero le prometí que iba a salvaguardar su intimidad y la de nuestra hija. Y ahí la cosa despegó.
-La novela trata el tema de la familia, como Corazones, tu primer libro. ¿Has vuelto al asunto, una vez que encontraste la forma literaria de encararlo y la madurez para mirarlo desde otro lugar?
-Lo que sé es que con los años me fui dando cuenta de que el tema del padre es el gran motor de mi literatura. Los actores hablan de la memoria emotiva y de las escenas primarias con las que trabajan las emociones. Yo la que más trabajé toda mi vida fue la muerte de mi viejo. Y el nudo que se arma con las muertes de mi viejo, mi abuela y mi abuelo, como se ve en la novela.
-Tres pérdidas fuertes cuando aún no habías llegado a una suerte de "acuerdo" con ellos
-Sí, aunque finalmente advertí que de algún modo para mí eso fue un alivio. Dejar de ser hijo te facilita algunas cosas. Yo era un poco lento en el proceso de maduración y con mi viejo vivo me iba a costar el doble. Al mismo tiempo sé lo que me dolió su muerte, especialmente por los asuntos sin resolver que teníamos.
-Hay en el libro un ida y vuelta permanente entre la historia privada y la pública. ¿Fue premeditado?
-Sucede que ese mecanismo de defensa, de ocultación, ese no querer ver que se da entre los miembros de una familia, es el mismo que se manifiesta en la historia argentina. El almirante, en la medida en que fue producto o representante selecto de su clase y de su casta (clase en el terreno social y casta en el terreno militar naval), se me enajena, es un bronce, un falso bronce. Pero cuando descubro su otro lado, esos gestos anónimos a favor de su hijo japonés, se me humaniza. Y al mismo tiempo se me vuelve doblemente extraño.
-Este intento de dar forma en la ficción a una parte de la historia familiar que existió pero que, en las sombras, no se puede conocer, ¿busca una suerte de expiación de esa "mala sangre" de la que hablabas, un cierto acuerdo con el pasado?
-Yo quería hacer la mejor novela posible. Si expía, cura o sirve de algo a alguien, mejor. Pero el efecto que esta novela tuvo sobre mí lo voy a conocer recién dentro de diez años. Por otra parte, me parece que el pasado no es una materia quieta, sino que sigue vivo. Mirá, cada vez que yo creí haber superado o dejado atrás el material autobiográfico, me ha vuelto como un coletazo.
-De modo que esta no es la versión definitiva
-Para nada. Además, si yo pensara que mi versión de la historia familiar es la definitiva, pensaría como pensaban mi viejo, mis tíos y mis abuelos cuando me contaban la historia del almirante. Por otra parte, lo que dice el narrador habría que tomarlo con pinzas, no creo que sea un tipo particularmente confiable. Puede ser verosímil, te puede interesar su relato, pero yo confiaría mucho más en la versión de los hechos de su hermano Emilio. Ahora, el estómago resfriado que quiere contar la historia es el que la cuenta.
-¿Te preocupó dar señas al lector para que discriminara entre realidad y ficción?
-Para mí esas fronteras no son tan claras ni siquiera en la vida cotidiana. Si vos me contás algo con cierta intensidad, yo inclusive soy capaz de creer que me pasó a mí. Por eso, una vez que armo esta historia y la pongo en palabras, me parece más cierta que lo que me ocurrió en la vida real. Creo que cuando al mundo real se le agregan todas sus posibilidades, se enriquece, queda más pleno. Para mí el modus operandi básico de la literatura es ese. Como decía Juan Sasturain, la literatura no es de evasión, sino de invasión de la realidad: te la duplica, te la completa.
-Hay muchos escritores trabajando en esta zona fronteriza entre los autobiográfico y la ficción. ¿Es el espíritu de los tiempos?
-La ficción fue perdiendo efecto sobre el lector, entre otras cosas porque la recreación del mundo que proponen las novelas queda opacada por el flujo global de información que existe hoy. Como decía Darwin, las especies mutan para sobrevivir en la medida en que el ambiente lo exige, y con la literatura es igual. Todos queremos conseguir el efecto que tenían sobre los lectores las novelas de Dickens. El efecto Scherezade. Y la manera más efectiva de cautivar al lector es con un relato inmensamente atractivo. ¿Cómo lo conseguís? Buscando las herramientas en todos los relatos atractivos que tenés alrededor, como decía Capote. Con esta idea escriben Sebald, Magris, Bolaño, Manea. Y se ve también en las películas de Nanni Moretti, por ejemplo.
-¿María Domecq viene a decirnos que podemos reescribir quiénes somos?
-Claro, porque uno no se acuerda de todo. El pasado esconde cartas que va tirando de a poco. Una mínima pieza de tu pasado que irrumpe en el relato de tu vida, puesta con fórceps donde corresponde, hace que todo se reacomode.
-¿Cómo es tu día aquí, en Gesell?
-Me levanto, desayuno, nado en una pileta de aquí a la vuelta, almorzamos juntos con mi mujer y mi hija, alguno de los dos la lleva al colegio y a la tarde laburamos, escribiendo o leyendo. Buscamos a la enana, hacemos familia hasta la hora de comer y a la noche la que pinte: amigos, una película o seguir leyendo o escribiendo. Yo he dejado de ser noctámbulo pero todavía me tira. De los veinte a los cuarenta nunca me fui a dormir antes del amanecer porque escribía de noche.
-Todo un cambio de vida
-Yo no entendía la idea de cuidarme. La empecé a entender cuando nació mi hija y se volvió un imperativo, una necesidad. Llegar a estar bien para mi mujer y mi hija es un cambio. Antes hacía estupideces insignes por querer vivir más intensamente, por sentir la vida a full . En eso creo que cambié. El hecho de vivir acá y criar a nuestra hija estando los dos en casa redefine la idea que yo tenía de familia.
adnFORN
Escritor, traductor, periodista cultural, irrumpió en la narrativa argentina con la novela Corazones (1987) y se afirmó con los cuentos de Nadar de noche (1991). Las crónicas de La tierra elegida (2005) muestran a un autor preocupado por los resortes y el poder del relatoLa opinión y el debate de los lectores
1
2Darío Lopérfido: “Ante la enfermedad aparecen todas las sensaciones mezcladas: la furia, la tristeza, la alegría”
- 3
Un empleado de los Elencos Estables de la Nación se arrojó por la ventana del Palacio Libertad tras ser advertido en camarines donde había menores
4Laura Restrepo y otros escritores cancelan su asistencia al Hay Festival por la participación de María Corina Machado



