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A LAS PARCAS
Sólo un verano dadme, oh poderosas,
y un otoño a mi maduro canto,
a fin de que mi corazón del dulce
juego saciado muera más conforme.
Al alma que en la vida su divino derecho
no se le dio, tampoco halla reposo
allí abajo en el Orco;
mas si he logrado un día lo sagrado,
caro a mi corazón, el Poema,
Bienvenido entonces el silencio
del mundo de las sombras, satisfecho
estaré aunque mi lira
no me acompañe abajo; una vez sola
habré vivido al fin como los Dioses,
y más no hace falta.
De: Himnos tardíos. Otros poemas, traducción de Norberto Silvetti Paz, Fondo Nacional de la Artes/Editorial Sudamericana, 1972



