Genealogía del museo
En las postrimerías del siglo XVIII, el Louvre inició el linaje de una institución que hoy parece ligada al fenómeno de la globalización
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El primer museo, en el moderno sentido del término, fue el Louvre. Se inauguró el 10 de agosto de 1793, al nacionalizarse los bienes de la corona. Nació ligado al proyecto de los filósofos de la Ilustración que preveía la utilización de la cultura para el enriquecimiento de la vida cotidiana. A la vez autoritario y didáctico, materializó una ideología que consideraba al arte un tesoro portador de valores universales y a la obra artística más un documento que un objeto de placer estético.
El siglo XIX puso fin al optimismo inicial depositado en el museo público. Hacia 1840 numerosos pintores, entre ellos Jean-Leon Gérôme, Alexandre Cabanel y William Bouguereau, se inclinaron hacia una concepción estética ecléctica y academicista conocida como "pompier". Eran los simpatizantes de la tesis de l art pour l art que exigía la autonomía del arte y la eliminación de todo propósito moral o utilitario, valores reclamados por el museo. Sus obras, pobladas de escenas de la Antigüedad, de ninfas, bacantes y Venus, nunca ingresaron al Louvre.
A la pintura de esos académicos se opuso, muy pronto, la modernidad, que se inició con algunas telas, plenas de transgresiones, de Edouard Manet (como la Olympia , de 1863). Le siguieron el impresionismo, el posimpresionismo y el simbolismo. Ninguno de ellos ingresó al museo iluminista. En 1906, año de la muerte de Paul Cézanne, su pintura distaba de ser aceptada como indiscutible; Paul Gauguin y Vincent Van Gogh aún eran los "malditos".
Las obras de los impresionistas encontraron refugio, recién en 1947, en el Musée del Jeu de Paume, en el Jardin des Tuileries. En 1986, académicos, realistas, impresionistas, posimpresionistas y simbolistas fueron reunidos en el Musée d Orsay, una estación de ferrocarril de 1900, remodelada para sus nuevos fines por la arquitecta Gae Aulenti.
Es imposible hallar cierta estabilidad en la apreciación de la modernidad artística en los museos hasta medidos de la década de 1930, época de las grandes exposiciones de las vanguardias, como Cubismo y Arte abstracto y Arte fantástico, dada y surrealismo, organizadas por el Museum of Modern Art de Nueva York (MoMA), que había sido fundado en 1929. Con el MoMA nació el concepto del white cube (cubo blanco, la sala de exhibición inmaculada, con iluminación homogénea) y la (falsa) historia formalista del arte moderno.
Así como la Revolución Francesa engendró el Louvre, el modernismo originó el MoMA y la posmodernidad el Centre National d Art et de Culture Georges Pompidou, de París. La globalización (o mundialización del arte), por su parte, tiene su paradigma museístico con el Guggenheim de Bilbao.
El monumental Pompidou se inauguró en 1977; una de sus primeras muestras estuvo dedicada a Marcel Duchamp; no deja de ser sintomático que fuera elegido un artista fundamentalmente crítico de la racionalidad. El gran edificio de Bilbao, diseñado por el arquitecto norteamericano Frank O. Gehry, con un total de 11.000 metros cuadrados, se inauguró en 1997.
Para Jean Baudrillard, el Pompidou, por su desmesura, es "un monumento de disuasión cultural"; un enorme espacio museístico que mantiene la ficción de la cultura. Por su parte, el crítico Hal Foster afirmó que el museo bilbaíno "deja lo expuesto en la sombra". En otros términos, "lo que expone el museo es, sobre todo, su propio valor de espectáculo".
La oposición al museo nació muy temprano. Hacia 1850, el crítico Théophile Thoré lo calificaba como "cementerio del arte" o "asilo póstumo". Décadas después, en 1909, Filippo Tommaso Marinetti, en el Manifiesto del Futurismo, afirmaba: "Queremos destruir los museos, las bibliotecas, las academias de todo tipo". En la década de los treinta, Paul Valéry calificaba a los museos como "moradas de la incoherencia". Los ejemplos abundan.
En estos tiempos posmodernos, cuando parece que la tarea del arte es introducir el caos en el orden, los grandes museos estarían destinados evitar toda perturbación. En 1972, el artista norteamericano Robert Smithson lo había advertido: "Los museos -escribió- tienen galerías y celdas, nada diferente a los manicomios y las cárceles; son sus neutras salas de exposiciones. Cuando se coloca una obra de arte en semejante espacio, ésta pierde su potencia explosiva y se convierte en un objeto portátil sin ningún vínculo con el mundo exterior".
La lucha contra el museo (y el mercado) estaba destinada al fracaso desde sus orígenes. Como lo advirtió Baudelaire, la prostitución del artista frente al mercado es una instancia objetiva. La obra de arte, finalmente, es mercancía. En los museos, mientras tanto, los millones de visitantes que los recorren se entusiasman ante cualquier tela de Van Gogh, porque en 1990 el famoso Retrato del doctor Gachet fue subastado en 82, 5 millones de dólares.




