
La fecunda impureza de la pantalla
El filósofo francés Alain Badiou, que vino a la Argentina para dictar un seminario intensivo, habla en esta entrevista de la conexión entre la filosofía y el cine, de las imágenes-ideas que aprecian los espectadores y de la sublimación que alcanzan los materiales más sórdidos y vulgares en las obras de los grandes directores
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Alain Badiou, uno de los filósofos franceses más importantes de la actualidad, autor de El ser y el acontecimiento, acaba de dictar en la Alianza Francesa un seminario intensivo, "El cine como experimentación filosófica", en el marco del seminario "Pensar el cine", coordinado por Gerardo Yoel, que tuvo lugar en septiembre en el Centro Cultural Rojas. A fines de los años ochenta, Badiou sostenía que la fuerza del pensamiento de Heidegger residía en la relación particular (en la "sutura") que el gran filósofo alemán proponía entre la filosofía y el poema. Actualmente, el filósofo francés propone una "sutura" entre la filosofía y el cine: el cine, con nuevos y poderosos recursos, ocupa en cierto modo el lugar del poema en aquella relación, especialmente a partir de los dos tomos de Gilles Deleuze (La imagen movimiento. Cine 1 y La imagen-tiempo. Cine 2, 1983 y 1985) consagrados al tema. ¿Qué relación propone Badiou, por su parte, entre la filosofía y el cine? Uno de los modos de proponerla se sintetiza en una de las primeras frases que pronunció en su seminario: "El cine es una situación filosófica".
La realidad y el artificio
Dice Badiou: "Una situación filosófica es, en el fondo, una relación que pide una clarificación, que busca ser pensada: una relación entre dos términos que parecen completamente incompatibles. Para ejemplificarlo con una imagen, es como cuando uno ve a una pareja y se dice que la mujer no parece para nada acordarse con el hombre; la pregunta es, entonces, ¿qué es esta pareja?, o bien, ¿qué es el amor? Lo que se observa en una situación filosófica es algo semejante: se trata de una relación que es al mismo tiempo evidente e incomprensible. El cine consiste en una de esas extrañas relaciones: por una parte es un arte de la imagen, del artificio, de la apariencia y, por otra, un arte que parece copiar absolutamente lo real, proponernos el mundo tal cual es. Entonces, en el fondo, entre esta vocación realista del cine y el hecho de que todo en él sea artificio, truco, apariencia, hay una paradoja que crea, para la filosofía, una cuestión importante, tanto más importante cuanto que viene a plantear, en términos nuevos, la antigua relación filosófica entre la apariencia y la realidad".
Se puede comprender el cine como situación filosófica si se considera en primer lugar la diferencia entre los términos de la relación: el cine y la filosofía. Con la división de aguas entre ambos dominios comienza una conferencia pronunciada por Gilles Deleuze, frente a estudiantes de cine, que data de 1987 y lleva por título: "Qué es un acto de creación?" o "¿Qué es tener una idea en el cine?", que Badiou presentó en el ciclo del Rojas.
"A partir del momento en que afirmamos que el cine es una situación filosófica --continúa Badiou-- surge una pregunta: ¿qué son las ideas en el cine? Es lo que Platón, de quien todos descendemos, hubiera preguntado ante tal afirmación. Y efectivamente hay ideas en el cine, como bien señala Deleuze, que existen sólo en el cine, que no son traducciones de otras ideas. Son ideas de imágenes, o ?ideas-imágenes´, ligadas, por ejemplo, al tiempo, al amor o a las otras artes. Por su parte, la filosofía trabaja con conceptos. La cuestión es saber cómo se puede pasar, y si se puede pasar, de una ?idea-cine´ --que es una emoción de imagen, una contemplación de imagen, una simpatía por la imagen-- a un concepto filosófico. Cuando Deleuze dice que ?con ciertas ideas de cine se pueden hacer, tal vez, conceptos filosóficos´, está indicando un pasaje que no es simple. En su perspectiva, los conceptos que se pueden inventar a partir de las ?ideas-cine´ conciernen esencialmente al tiempo y al movimiento, es decir que, gracias al cine, podemos transformar esos conceptos fuertes de la filosofía.
"Pero ante todo hay que aclarar el problema del que partimos: comenzamos por plantear que el cine y la filosofía son absolutamente diferentes; que, sin embargo, el cine es una cuestión para la filosofía; que no son lo mismo y que hay que encontrar, por lo tanto, un pasaje en la ruptura, que permita la creación de un concepto. Ese es un problema esencial del pensamiento filosófico, que consiste siempre en producir un ?pasaje´ conservando a la vez la ruptura, la diferencia. En la relación que nos ocupa, la distancia entre los dos términos, la imagen y el concepto, permanece --no es superable ni reductible--, y sin embargo se puede, a partir de las imágenes o de las ideas del cine, transformar ciertos conceptos filosóficos."
"Tenemos que guardar la idea de que el pensamiento consiste en la tensión entre dos términos y de que esa tensión es un trabajo, y por lo tanto es productiva. Fui elaborando esta cuestión a propósito de otros problemas; en cuanto al cine, es quizás una forma suplementaria, que consiste en preguntarme, en esta especie de dualidad del cine y la filosofía, cómo trabaja la dualidad, cómo crea algo del lado de la filosofía, cómo se transforma la filosofía por su confrontación con el cine sin por eso producir una síntesis, ya que una síntesis cine-filosofía, evidentemente, no tendría sentido. Mi modelo explícito al respecto es la dualidad hombre-mujer en la escena amorosa, o el dos de los sexos --sean cuales fueren empíricamente-- que constituye la posibilidad de una aventura totalmente creativa sin que se produzca en realidad ninguna síntesis. Entonces, lo que llamo "la escena del dos" (escribí un artículo sobre la relación amorosa titulado así) es una escena en la que los dos términos de una pareja trabajan y crean cierta verdad. Los dos del amor crean cierta verdad sobre las dimensiones posibles de la humanidad."
Las mezclas productivas
"En mi búsqueda actual --explica Badiou-- me pregunto cuál es la verdad que se crea en el contacto entre la filosofía y el cine. Y me oriento, a la vez, hacia la capacidad que tiene el cine de poner en contacto lo que es artístico con lo que no es artístico, un elemento sublime del arte con un elemento totalmente ordinario, y hasta vulgar. Que grandes obras maestras nazcan de ese arte originariamente ?impuro´ que es el cine es casi un milagro, un milagro ante el cual el filósofo no puede permanecer impasible."
En su seminario, entre otros aspectos, Badiou se refirió a la "impureza" del cine en relación con otras artes (la poesía, la pintura o la música, por ejemplo) y al trabajo de "purificación" que los grandes cineastas, como los alquimistas, logran llevar a cabo. Sobre este punto continúa: "Si dejamos entre paréntesis --sin desdeñarlos-- los instrumentos tecnológicos y el dinero que siempre requiere su producción, el cine es una colección de materiales totalmente heteróclita: espacios recortados o artificiales, músicas de todo tipo, actores, historias que son a menudo historias populares (como los relatos sentimentales o las novelas policiales), objetos y desechos del mundo en que vivimos... En fin, toda la ?imaginería´ del mundo contemporáneo, que incluye también --y ésa es su tendencia-- lo más sórdido, desde la violencia más cruenta hasta la obscenidad más desembozada, pasando por la tontería. Y el gran artista de cine es el que logra hacer surgir, a través de todo eso, momentos de pureza de lo visible.
"A partir de la novela negra, por ejemplo, género popular y menor en la literatura, el cine logró obras maestras en las que se destaca una luz misteriosa, poética, imprevisible si se tiene en cuenta el material del que parten. En las películas de Kitano, en ese mundo de la mafia que impone imágenes violentas, suelen surgir ideas límpidas que atañen al destino de los hombres, instantes extraordinarios, de una pureza desconocida. Es eso lo que llamo ?purificación´. En el cine hay siempre una suerte de lucha, de combate, entre la imp ureza del material y la voluntad artística de crear con él una idea, de crear fragmentos de pureza."
La pureza de la vanguardia
"Y añadiría que, contrariamente a todo lo que puede imaginarse, el cine es un arte platónico, porque Platón también es el que parte de las opiniones, de las tonterías que cuenta todo el mundo y, con todo eso, a través de todo eso, intenta producir para todos algo así como una idea. Una idea, en el sentido platónico, es también la purificación de las opiniones vulgares, de las fanfarronadas, de las tonterías. En el cine de vanguardia se depura el material desde el principio y se toman toda suerte de precauciones, con severas consignas negativas que excluyen el guión narrativo, los actores profesionales, la luz artificial o la luz natural, o bien otros materiales, según el caso. Y luego se trabaja, con la convicción de que el resultado estará más cerca del ?cine puro´. Es totalmente válido, pero en lo que a mí concierne --y ésta no es una posición ética, sino una cuestión de gusto--, pienso que algo se pierde en ese proyecto, porque que el combate cinematográfico más interesante es, precisamente, aquél que se libra con la impureza más grande. Se puede excluir la impureza desde el inicio, pero en definitiva no es ésa la vocación primera del cine. El cine de vanguardia se homologa a las artes de vanguardia (literatura o artes plásticas, por ejemplo) que surgieron en el siglo XX, con cierto espíritu aristocrático. Y si ésa es su propuesta, ¿por qué no? Pero la novedad del cine, en el siglo XX, fue justamente la de constituirse como un arte masivo --en cierto modo democrático-- que compartía y aceptaba la ?imaginería´ popular y que, desde el interior de todo eso, trabajaba para extraer la pureza. El cine sigue trabajando con los materiales más impuros: pornografía, obscenidad, mafia, violencia, asesinos seriales... Extraer de ese material ideas, instantes de pureza, es una verdadera victoria en la batalla contra lo impuro, y lo que el cine muestra, a través de esos logros, es que puede haber victorias en el peor de los mundos..."
En el peor de los mundos... En un mundo en el que estamos huérfanos de grandes ideas, de grandes revoluciones, de grandes triunfos, el cine muestra que puede haber pequeñas victorias --dijo Badiou en su seminario-- y es en ese sentido portador de esperanzas. De allí su dimensión política. Imagen y apariencia del mundo contemporáneo, el cine ofrece a la filosofía ideas (de lo político, del amor, del arte) a partir de las cuales se pueden elaborar o transformar conceptos. Badiou insiste en la contemporaneidad del cine. Sobre la introducción de las nuevas tecnologías, como la digital, dice: "La tecnología digital produce una síntesis particular entre las cuestiones del ser, del aparecer y del número. Es en el fondo la vieja idea pitagórica: que lo real es solamente número, y es muy interesante que esa vieja hipótesis encuentre actualmente su realidad tecnológica. Los pitagóricos no tenían los recursos tecnológicos necesarios para sostener sus hipótesis. Hoy en día los tenemos y su utilización abre un nuevo campo de reflexión, tanto en el arte como en la filosofía. Si la apariencia es enteramente reductible a organizaciones digitales, entonces la apariencia es manipulable, y lo digital es la apariencia del velo de las apariencias, como diría Schopenhauer. Actualmente, grandes películas populares, como Matrix, juegan con esa hipótesis, imaginando un mundo artificial, totalmente reconstituido, a partir de manipulaciones digitales. Eso muestra hasta qué punto, finalmente, las invenciones del cine resuenan con las más viejas hipótesis de la humanidad. Es sobre todo eso lo que me asombra. El filósofo es el que recuerda siempre que lo que está sucediendo es menos nuevo de lo que se cree. Se suele decir que todo está cambiando aceleradamente, que todo es completamente nuevo, y el filósofo recuerda que hay viejas ideas que resurgen, que la idea de que el mundo es reductible a la apariencia del número --por ejemplo-- no surge con la tecnología digital, que es una vieja idea de Pitágoras.
"Es importante subrayar, en la relación entre cine y filosofía que abordamos hoy, que el cine permite pensar lo contemporáneo, puesto que trata con materiales de la imaginería contemporánea, incluso los más impuros. El cine es particularmente el arte de lo contemporáneo y por eso ayuda a la filosofía, que tal vez esté siempre demasiado tentada por lo eterno. Pero, inversamente, la filosofía permite comprender lo que en el cine está en juego a título de problemas de pensamiento, que no son problemas de ayer o de anteayer, sino problemas fundamentales que tienen una larga historia. La combinación cine-filosofía, esa tensión productiva, es una combinación nueva entre lo extremo contemporáneo y un viejo fondo de eternidad."



