Una antigua casona, en el medio de un bosque, tiene algo indescriptible pero inquietante, como suele ocurrir con los lugares que han sido escenarios de episodios siniestros. Allí, John Grady mantuvo cautivos a cuatro niños a los que asesinó. Luego, delante de los policías que habían ido a buscarlo, se pegó un tiro en la cabeza. Veinte años después, Frank Matheson, padre de Louise -una de las pequeñas víctimas- contrata al detective privado Charlie Parker para que investigue acerca de la foto de una niña desconocida que ha encontrado en el buzón de la casa de Grady. Lo revisó, al pasar, por curiosidad, dice. Conjetura dos posibilidades: o la foto fue dejada por un trastornado o es un aviso de que esa niña está en peligro. Parker se dedica al caso. También a él lo persigue el pasado, puesto que su primera mujer y su hija han sido asesinadas en un hecho nunca esclarecido, que lo obsesiona. El investigador protagoniza una docena de novelas policiales del irlandés John Connolly (Dublín, 1968). Este breve volumen sigue patrones que identifican su estilo, como la incorporación de lo sobrenatural y el desfile de extraños personajes. La mezcla -inusual en el género- conforma un paisaje denso en el que sin, embargo, no se intenta atrapar a un criminal sino develar las posibles secuelas de un comportamiento enajenado hasta lo tenebroso.
